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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Crónica ejemplar y desesperanzada

Desde sus primeros telefilmes para la BBC -como Cathy come home, una denuncia del problema de la vivienda en aquel 1966 en que fue rodado y que es nada menos que el iniciador del docudrama- y su primer largo para el cine, Poor cow (1967), inédito en España, el británico Ken Loach (1936) ha hilvanado una carrera ejemplar presidida por la más absoluta coherencia: con el medio entendido como vehículo para ficciones de denuncia social.Riff raff, reciente Félix a la mejor película europea de 1991, muestra sus intenciones: unas ratas corretean, inquietas y expectantes, entre los restos de una obra. Es decir, la acción transcurre en un país desvencijado, roto, sucio, feo incluso: el Reino Unido de la señora Thatcher, Riff raff (literalmente, chusma) es el anverso social de lo que Agenda oculta narraba en un terreno directamente político. Si en su filme anterior, e igualmente magnífico, Loach documentaba la llegada al poder de la Thatcher, de la mano de los servicios secretos y los grandes monopolios y con las formas de un golpe de Estado blando, en éste muestra el abrumador coste social de esos tiempos de palo y tentetieso que algunos llaman era neoliberal.

Riff raff

Dirección: Ken Loach. Guión: Bill Jesse. Fotografía: Berry Ackroyd. Música: Stewart Copeland. Producción: Sally Hibbin. Intérpretes: Emer McCourt, Robert Carlyle, Jimmy Coleman. Gran Bretaña, 1991. Estreno en Madrid: Renoir.

Y para mostrar los costes de esa era, Loach recurre a una paradoja: sitúa la acción entre los obreros de la construcción, ésos que trabajan haciendo casas para otros, aunque ellos mismos, producto residual del sistema, no tengan más remedio que convertirse en okupas. Así avanza toda narración de Riff raff: en medio de una espiral de paradojas. La segunda consiste en hacer de sus protagonistas obreros personajes decididamente poco heroicos. En realidad, el filme documenta con precisión la enorme fisura que 10 años de thatcherismo han creado en un proletariado sobreexplotado, desvalido en lo que se refiere al mantenimiento de sus puestos de trabajo, pero también alejado de la cultura del tradeunionismo.

Todo esto lo narra Loach con la precisión de una crónica en directo, pero al mismo tiempo sin ningún tipo de énfasis. Es más, se permite, caso único en una rilmograflia recorrida por la seriedad y el dramatismo, algunos toques de comedia que ayudan a digerir estas tranches de vie tan amargas como punzantes, tan dolorosas como alejadas de cualquier tipo de condescendencia.

El resultado es a todas luces admirable: una vigorosa, ejemplar crónica negra, recorrida por un sagaz sentido de la observación -no en vano el guión está .firmado por un hombre que, como el difunto Bill Jesse, había trabajado en el mismo mundillo que recrea el filme-. Y, por demás está decirlo, también por un enorme pesimismo. Tal como sucedía también en Looks and smiles, aquí no parece quedar otro camino ante la injusticia que la revuelta individual, la pataleta salvaje del agredido contra un agresor que tiene un rostro tan múltiple como sus ansias de dominio. Se han acabado los tiempos de la concienciación política, vivimos en medio de la resaca y del desencanto: tiempos en los que campea el pesimismo de la inteligencia.

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