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Un duque, un hipopótamo y tres ejemplos más sobre la corrupción en el Arte

Sara Rubayo analiza las distintas caras de la corrupción a lo largo de la historia de la pintura y ejemplifica cómo el propio artista puede ser, a veces, el corrupto

Foto: LA COPRODUCTORA | Vídeo: LUISMI H. Y NICO CAMINO

“Todo es susceptible de caer en las garras de la corrupción”, anuncia Sara Rubayo al inicio de este capítulo de La Galería. A la vez, todo es susceptible, también, de caer en las garras de un artista. Por eso existen multitud de obras a lo largo de toda la historia del arte en las que aparecen personajes corruptos —en muchos casos, quienes realizan los encargos—, otras en las que se escenifican comportamientos corruptos e incluso otras que los artistas han diseñado específicamente como un medio de activismo contra la corrupción.

Es el caso de Hope hippo, una performance a cargo de Jennifer Allora y Guillermo Calzadilla que se adapta a cada país en el que se presenta con el fin de evidenciar que la corrupción, en este caso política, forma parte, en mayor o menor medida, de la realidad de todos los lugares del mundo. Es una de las cinco obras de las que habla Rubayo en su recorrido por el tratamiento —y el efecto— de la corrupción a lo largo de la historia del arte.

La historiadora del arte y divulgadora cultural analiza tres trabajos contemporáneos y dos anteriores. Con ello, demuestra que los comportamientos corruptos se han mantenido a lo largo del tiempo. Sin ir más lejos, aparece en esta selección el Retrato ecuestre del duque de Lerma (1603) de Rubens y, con él, el tráfico de influencias con la corona.

Rubayo también habla del tríptico El carro de heno (1500-1516) de El Bosco; del artista catalán Joan Cornellà, que retrata las múltiples formas de corrupción humana más allá de la política, y de las triquiñuelas de Damien Hirst.

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