Flow States, la trienal que redefine el arte latinx y su historia global
La muestra en el Museo del Barrio de Nueva York presenta el trabajo de 33 artistas, emergentes y consagrados, e incluye a figuras poco reconocidas, como la venezolana Magdalena Suarez Frimkess, de 95 años
La noche de la inauguración de la segunda trienal de arte latinx, el Museo del Barrio de Nueva York recibió a 650 personas en el transcurso de cuatro horas. Una expectación previsible porque se trata de una de las muestras a mayor escala de arte contemporáneo latino del mundo. La primera edición sucedió en el 2021, en plena pandemia.
El título de la trienal, Flow States refleja el trabajo de curaduría llevado a cabo por María Elena Ortiz, Susanna Temkin y Rodrigo Moura por ampliar el significado de lo que es considerado latino más allá de una determinada geografía: “Considerar a los artistas latinx desde una perspectiva expansiva a partir de la historia colonial imperialista”, en palabras de Ortiz. Es por ello que la exhibición incluye también la obra de artistas indígenas, como Mario Martínez, y filipinos, como Norberto Roldán, ya que la idea es mostrar también la complejidad de la diáspora, con casos de artistas cuya lengua materna no es el español, pero sus raíces son latinas, como prueban sus nombres. La idea reconecta las distintas rutas personales que se emprenden, que implican movimiento y que pueden ser muy dispares entre sí, pero que tienen en común el hecho de que, aunque potencian la metamorfosis, también exponen a los sujetos a la vulnerabilidad, la exclusión y la pérdida.
Durante dos años, los curadores realizaron más de 80 visitas de estudios de artistas por toda la geografía estadounidense, pero también fuera de sus fronteras. El resultado es una muestra plural e inclusiva, que abarca la obra de jóvenes promesas como Alina Perez, Ser Serpas, y Kathia St. Hilaire, todos nacidos en 1995. Su aportación es innovadora y refrescante. Hilaire, nacida en Palm Beach de padres haitianos, presenta una obra de labor intensiva que aborda el realismo mágico con elementos del vudú, dando importancia tanto al aspecto espiritual como artesanal propios de su país natal, mientras que Serpas construye esculturas a partir de objetos de desecho. La mirada de Pérez es visceral y valiente. Una de las obras que se pueden admirar en la exposición es Romance de familia, un impresionante mural hecho con carboncillo que denuncia el incesto y plasma la conmoción, el horror, y el dolor de abusos y violaciones perpetradas a niños por sus familiares. “Tanto de quienes somos se basa en desaprender lo que hemos absorbido”, explica la propia artista.
Y tan o más inspirador es ver incluida la obra de la artista venezolana Magdalena Suarez Frimkess (Caracas, 1929), de 95 años y que descubrió su amor al arte cuando era una niña en un orfanato. Frimkess ha permanecido a la sombra durante gran parte de su carrera, considerando que realizó su primera exhibición en solitario en el 2013, cuando ya tenía 83 años. En el Museo del Barrio pueden verse varias de sus pequeñas esculturas de cerámica basadas en personajes de dibujos como Popeye o Mickey Mouse, así como algunos dibujos.
“Esta Trienal sirve de trampolín para muchos latinx que exhiben por primera vez en un museo o por primera vez en Nueva York. Ayudó a impulsar las carreras de los artistas que participaron en la primera edición, como por ejemplo Lucía Hierro, a la que el Guggenheim compró obra después de ver su trabajo en la muestra. O Joey Terrill, cuya obra ha podido verse en el MoMA y el museo Whitney”, explica Susanna Temkin. “Además, es importante señalar que la Trienal viene acompañada de un catálogo, lo que es importantísimo, porque aunque el arte latinx se encuentra en un momento de entusiasmo y se organizan muchas exposiciones, las obras latinx no suelen documentarse, investigarse, analizarse, ni integrarse en el canon”, añade la curadora.
La exposición, que incluye diez comisiones, va acompañada de dos proyectos de práctica social. Uno es La misma canción, que lidera el artista Mark Menjívar (Virginia, 1980, de raíces salvadoreñas) y que parte de comparar metafóricamente los patrones migratorios de los pájaros con los de los humanos, como una forma de utilizar una imagen más amable para discutir conversaciones difíciles. En sus talleres invita a los participantes a crear carteles de bienvenida o de despedida y también a realizar con él un paseo de avistamiento de aves en Central Park. El otro proyecto está dirigido por el artista salvadoreño José Campos a través de su Studio Lenca. La iniciativa se desarrolló a través de talleres en México y Nueva York donde se invitó a inmigrantes ilegales a plasmar de forma artística su experiencia migratoria, dando visibilidad a aquellos que se sienten invisibles.
“En una sociedad que opera en constante tensión con los sistemas de validación política, hacer una trienal de arte implica abrir una lucha en favor de los flujos y las multiplicidades” explica Patrick Charpenel, director del Museo del Barrio. “Se expanden posibilidades y nos abrimos a un nuevo tipo de diversidad estructural”.
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