La 2, una cadena imprescindible para una (no tan) inmensa minoría
Cada temporada temo que algunos de esos programas de cultura y divulgación que llevan ahí tanto tiempo que los damos por sentados, desaparezcan un día por algún ajuste presupuestario avalado por su supuesta escasa audiencia


Hace unos años estaba enganchadísima a Millennium; por si no les suena, les cuento que era, según la web de TVE, un espacio de “debate, análisis y reflexión sobre temas de actualidad e interés humano”. No usaban realidad aumentada ni un grafismo espectacular; eran cuatro personas charlando sobre cuestiones que planteaba su director y presentador Ramón Colom. A lo largo de sus más de ciento cincuenta emisiones, disponibles en RTVE Play —bendita sea—, hablaron de todo: de Dios, de los algoritmos o de la risa. Siempre sosegadamente y con conocimiento, porque cada semana acudían expertos en la materia, en una, no en todas, como es habitual. Lo esperaba hasta que un día no volvió a las madrugadas de la 2. Indagué vía tuit y me contestaron que estaba pendiente de renovación. Les parecerá un esfuerzo escaso, pero no soy de movilizarme. Mi acto más reivindicativo consistió en escribir a Miko para quejarme por la desaparición de uno de sus conos helados de trufa y chocolate —prioridades—; en mi defensa diré que entonces protestar tenía más mérito, había que molestarse en escribir una carta, comprar un sobre y un sello y buscar un buzón. Cuando indignarse requiere tanta burocracia, el mosqueo se pasa antes.
Esa despedida a la francesa es habitual en todas las cadenas. Con las series suelen ser algo más respetuosas y una triste nota de prensa avisa de su cancelación, pero muchos programas simplemente se quedan en el limbo.
Cada temporada temo que algunos de esos programas de cultura y divulgación que llevan ahí tanto tiempo que los damos por sentados desaparezcan por algún ajuste presupuestario avalado por su escasa audiencia. Si estamos celebrando los buenos datos de TVE, ¿por qué a alguien no se le va a ocurrir pedírselos a La 2, esa tele que un día se anunció orgullosa “para una inmensa minoría”? Dirán que pongo la venda antes de la herida, pero la combinación de búsqueda de rentabilidad y cortoplacismo me asusta tanto como las superbacterias.
Por eso me alegró sobremanera la movilización que en su momento provocó la cancelación de El cazador de cerebros. Constaté que tras programas que son casi indetectables para los audímetros hay espectadores fieles. Y por ello festejé sobremanera el Ondas a Página Dos. Me interesa mucho menos agriarme por la polémica sobre un premio literario que alegrarme de que se valore un espacio tan cuidado, ameno, estimulante y necesario como el que La 2 dedica a los libros. Larga vida a los programas imprescindibles para una (no tan) inmensa minoría.
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