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Todo es política, también Cantora

Por mucho que algunos lo reduzcan a cosas de chicas, chismorreo y menudeo informativo, los contenidos relativos al mundo de corazón van mucho más allá de lo rosa

La finca Cantora.
La finca Cantora.Juan Carlos Toro
Ángeles Caballero

Le pese a quien le pese, —siempre he querido escribir esto, expresión de reina de la copla—, los contenidos relativos al mundo de corazón van mucho más allá de lo rosa. Eso que algunos, ignorantes de la vida, aún lo reducen a cosas de chicas, chismorreo, menudeo informativo. Porque llevan tanta carga política como las querellas judiciales que son portada estos días. Son una foto de lo que somos, de la caverna de la que venimos, la cara de nuestro retrato. Y mucho más entretenido. Porque igual que el caso de Rocío Carrasco sirvió para que hablásemos de violencia machista, estos días, las personas reunidas en torno a un sofá, en casa y en televisión, hablan de María Isabel Pantoja, hija de Isabel Pantoja Martín.

Hablan porque habló ella en un programa de televisión, De viernes, emitido en Telecinco y que vieron 1.225.000 espectadores, el 17,1% de share. Una entrevista en la que se puso en carne viva. Y sin saber si su testimonio es veraz o no, retrató entre lágrimas, pero con la tensión arterial en su sitio a una familia racista, machista, esa España tan viva entonces como ahora. Que la rechazó porque fue adoptada en Perú, por el fenotipo de su piel. Una familia que la llamaba “Machu Picchu”, que distinguía a su hijo y al de su hermano biológico diciendo “¿el nuestro o el otro?”.

Una familia que al sospechar que María Isabel, siendo menor de edad, ya había mantenido relaciones sexuales, la llevó a un ginecólogo para comprobar si seguía siendo virgen. El rechazo de un primer médico a cometer semejante atrocidad, el sí de un segundo facultativo. Las heridas, las secuelas de todo aquello, donde ninguno alzó la voz. Ni aquellos con los que compartía apellidos, ni techo. Ni el coro de aduladores de entonces de la eterna viuda de Paquirri, más numerosos que el Orfeón Donostiarra. Hubo silencio, miradas hacia otro lado, ninguna denuncia. No sabían entonces, no lograron identificar lo ocurrido, o no quisieron, con tal de no perder la posibilidad de sentarse en el sofá de Cantora. Esa casa cuya dueña defiende como si fuera el órgano más importante de su cuerpo. “Cantora es mi hogar y no el castillo del Conde Drácula”, le gritó una vez por teléfono a Carlota Corredera en una de las tardes más tensas en Telecinco, allá por 2018. Qué premonitorio se ve ahora todo aquello. Qué resaca de tantas cosas que ahora resultan nítidas, al menos para unos cuantos. Y qué melón ha dejado abierto María Isabel Pantoja: “Yo creo que no estaban preparados para la adopción”. Cosas de chicas, ¿verdad?

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