Andrea se comió el pollo y David los judiones: lo de anoche en ‘La revuelta’
Ana Mena llegó y triunfó. Luego, aparecieron María Patiño y Belén Esteban e hicieron vibrar al público del teatro Príncipe. La tele pública, haciendo el mejor servicio público: la risa
Quizá para entender lo de anoche en La revuelta haya que tener una memoria prodigiosa para detalles supuestamente inútiles. Intentaré explicarme. Cuando Belén Esteban le dijo a David Broncano, a escasos segundos de terminar el programa, que tanto a ella como a él lo que les sostiene es el cariño del público, estaba recordándose a sí misma, cuando le dijo a Aramís Fuster en Sálvame, después de que Fuster le afeara su falta de formación académica, que su currículum es “el cariño de toda esta gente”.
Cuando le dijo al oído a su compañera María Patiño: “Mira, está la Lomana”, muchos nos acordamos de las idas y las venidas de Carmen Lomana en su relación con el difunto programa de Telecinco. O igual no está muerto, sino más vivo que nunca. Cuando vimos a Lomana, sentada entre el público junto a Patricia Donoso, muchos nos acordamos de que Donoso es una señora que se reconstruyó la cara prácticamente en directo y que dijo una vez, mientras Jorge Javier Vázquez aguantaba la risa, que había tenido un tarantrán con Ortega Cano, pero “sin sepso”. Lo dijo con una trasera llena de bolsos de marca. Para qué quieres libros si puedes fardar de colección de Birkins.
Y ahora, vayamos a La revuelta. Primero la información: 2.355.000 espectadores de media y el 17.7% de cuota. La visita de Hovik Keuchkerian en El hormiguero tuvo 1.756.000 espectadores de audiencia media y el 13.6% de cuota de pantalla. Cuando coinciden, TVE llega al 18.6% de cuota y Antena 3 al 12.4%.
Expliquemos qué pasó anoche en Casa Broncano. Las lágrimas de risa que sirvieron a la que escribe para amortiguar el disgusto con el Atleti. Que venga un chaval llamado Carlos, vecino del barrio madrileño de Ventas, vestido con camiseta del Rayo Vallecano y con el dorsal de James, porque su único objetivo en la vida es perseguir a Ana Mena allá donde vaya. Que entre con otros siete supuestos conocidos suyos y se ‘cuelen’ en el programa con el beneplácito del equipo y la complicidad del presentador. Que, una vez sentados, Broncano anuncie que la tele pública está para cumplir los sueños y se presente la cantante nacida en Estepona. La misma que el día anterior había estado con Trancas y Barrancas. Pasándoselo muy bien, dijo. Que llegara con trescientas bolsas de chuches, la maleta, el billete del AVE cambiado, su asistente personal.
Previamente, un muchacho sentado en un bidé, que estudia un Máster en Educación Especial, había lanzado un mensaje a favor de la integración de las personas con dislexia. La presentadora del programa Mañaneros, Adela González, le había lanzado un cojín para que sus posaderas no sufrieran por la dureza de ese asiento. Previamente, Grison se estaba tomando una empanadilla y se le había quedado un trozo de comida enganchado en el bigote. Previamente, Sergio Bezos dijo que entre el público estaba un mago. Y todo hacía gracia. Cosas del humor atolondrado. Como decimos los padres a los adolescentes: no hace falta beber para pasárselo bien.
Ana Mena llegó, triunfó, cantó un fragmento de Sabor a mí, dijo que tiene en la cuenta bancaria entre uno y tres millones de euros y que en el mes de septiembre no ha mantenido relaciones sexuales porque todo no le va a ir bien en la vida. Cayó bien en todas las casas de España que la estuvieran viendo. Y cuando parecía que no iba a suceder nada más, llegaron ellas.
Mis madres, mis mejores amigas. Belén y María. La Esteban y La Patiño. Con siete cafés solos y un par de bebidas energéticas cada una en el cuerpo. Qué maravilla que aún se tengan esos nervios de novata al salir a un escenario. Y asomar los traumas y las heridas. “Belén, déjame hablar, que nunca he estado en la (televisión) española”, rogó Patiño sin éxito alguno. No se conformaron con echarlas a la calle, sino con matarlas en vida, dijeron. O algo así, mientras le servían a Broncano unos judiones con chorizo cocinados por la de San Blas el día anterior. Un plato que no gustó a Lydia Lozano y que sí gustó al presentador. Si Andrea se comió el pollo, David se comió los judiones. Y así todo el rato.
Las dos hicieron memes, hicieron promo de su programa Ni que fuéramos shhh, se mandaron callar la una a la otra. Belén dio su bendición a la novia de Broncano, la actriz Silvia Alonso, cosa que avala a esa pareja de por vida. “Te va a ir bien”, dijo. No dijeron nada y dijeron de todo. Hicieron enmudecer a todo el equipo, hicieron vibrar al público del teatro Príncipe. Tienen que volver. Y que no pase nada más que ellas. La tele pública, haciendo el mejor servicio público: la risa.
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