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Episodios de nostalgia televisiva
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Cristal’, el culebrón fundacional que deslumbró a España hace 34 años

El éxito de la primera telenovela venezolana emitida en España en 1989 atravesó como un hachazo generaciones y clases sociales. La trama se apoderó de la conversación pública en una sociedad sin redes ni internet

Los actores Carlos Mata y Jeannette Rodríguez, protagonistas de ‘Cristal’, en una imagen promocional de la telenovela.
Los actores Carlos Mata y Jeannette Rodríguez, protagonistas de ‘Cristal’, en una imagen promocional de la telenovela.
Guiomar del Ser

Ahora casi todos son pasto de canales temáticos y plataformas, orillados por las pasiones turcas, pero hubo un tiempo en el que los culebrones venezolanos dominaron el mundo hispanohablante. El primero que aterrizó en España, con los efectos de un meteorito, fue Cristal, una exitosa producción de Radio Caracas Televisión estrenada en 1985, que llegó a la programación de RTVE el 4 de diciembre de 1989. Ese día, a las 17.30, Felipe González se sometía en el Congreso de los Diputados a su tercer debate de investidura. Tenía enfrente al nuevo líder de la oposición, José María Aznar. Y, al otro lado de la pantalla, en la segunda cadena, una audiencia que acababa de asistir a los 40 minutos del primer capítulo de la serie, un compendio de malas decisiones, clasismo y sonorización deficiente.

Eran los últimos meses del reinado en solitario de la tele pública y la nueva telenovela venía a sustituir el serial brasileño Dona Beija, que emitía la segunda cadena sobre las 17.00 con cuatro millones de espectadores diarios de media. Se trataba de seguir entreteniendo al público de esa franja vespertina con lo que parecía otro folletín televisivo, pero aquello escaló en poco tiempo a la categoría de fenómeno social. No se hablaba de otra cosa en mercados, casas y oficinas. Los vaivenes del romance protagonizado por Cristina y Luis Alfredo, con su completo coro de secundarios alrededor de Casa Victoria, la empresa de moda propiedad de la villana y madre, eran del máximo interés para hijos, padres y abuelos de todas las alturas del ascensor social.

Vecinos de Madrid desalojados de sus viviendas por un escape de gas ven el episodio de 'Cristal' en un hotel en octubre de 1990.
Vecinos de Madrid desalojados de sus viviendas por un escape de gas ven el episodio de 'Cristal' en un hotel en octubre de 1990.Iñaki García

Sí, España ya había abrazado el glamur del privilegio que derrochaban producciones estadounidenses como Dallas, Dinastía y Falcon Crest. Y el desgarro mexicano de Los ricos también lloran, otro de los éxitos de la franja matinal abierta para competir con las cadenas privadas en ciernes. Pero Cristal era otra cosa. ¿Nos reconocíamos mejor en aquel espejo? ¿Era más fácil o divertido el juicio moral ante aquella brocha gorda argumental cargada de clichés? La cubana Delia Fiallo, célebre autora del guion y de decenas de seriales de éxito que falleció en 2021, explicaba el magnetismo de la trama por la explotación sin rubor de las emociones en aguas turbulentas. “Para escribir un buen culebrón hay que hacer sufrir, llorar y reír”, decía. En esa piscina sentimental desconocida hasta entonces nos permitimos chapotear juntos durante 246 episodios mientras, en el mundo exterior, el bloque soviético se deshilvanaba sin remisión. El esperadísimo final del drama, tras esa boda y esos vestidos inefables, fue también, el 19 de noviembre de 1990, el día en el que dimos por enterrada la Guerra Fría.

Un nuevo acento

No recuerdo en qué momento de la trama me alcanzó la ola, solo sé que, en aquel último curso previo al salto al vacío universitario, mi grupo de amigas del instituto adoptó con pasión el léxico de aquellos personajes de dicción musical y afectada cuyas peripecias no podíamos dejar de seguir. Como un regalo inesperado, la fascinación por Cristal nos abrió los oídos a otros acentos del español desnudos de doblaje. Aprendimos a usar chamo, clóset, chévere y ese mi amor que sustituía a cualquier nombre. Y empatizamos a muerte con la pobre Eli, hermana del galán protagonista, gravemente herida en accidente de tráfico junto a su malogrado novio Gabriel.

En un artículo publicado en este periódico en agosto de 1990, Fietta Jarque hablaba, sin nosotras saberlo, de nosotras: de esa “parte invisible de la telenovela, aunque no por ello la menos emocionante: el comentario con las amigas. Una nueva valoración de los hechos y algunos pronósticos para los próximos capítulos”. Sin redes sociales ni sombra de internet, esas capas paralelas de conversación jocosa que ahora llamamos memes florecían cada tarde, con el café, en el bar al que llamábamos Cheers en homenaje a esa otra serie americana que también nos hizo felices.

Fue precisamente Cheers, que se emitía en la sobremesa de La 1, la serie que Cristal sustituyó en abril de 1990, tras una fallida mudanza al tramo de mediodía que provocó avalanchas de cartas de protesta en los buzones de TVE. Normal: más de ocho millones de españoles reservaban de lunes a viernes un rato de sus sobremesas o programaban la grabación en aquellos prodigiosos reproductores VHS para no perderse un detalle. No eran de recibo esos cambios de horario. Ninguna telenovela había alcanzado tampoco aquellas cifras estratosféricas de seguidores que la hicieron merecedora hasta de un Premio Ondas. Según la reseña publicada por EL PAÍS, el último capítulo fue seguido por 8.630.000 telespectadores, un 85% de la audiencia.

El vendaval de atención ciudadana que convirtió Cristal en nuestro patrón oro del culebrón alumbró un personaje colateral insólito: Doña Adelaida, encarnada por la periodista Rosario González Miranda, que comentaba en TVE la trama antes de cada emisión; y qué decir del cantante Rudy la Scala, intérprete del famosísimo tema musical Mi vida eres tú que acompañaba cada episodio (con videoclip del susodicho en los títulos de crédito finales). Hay un segmento de la población española, ahora menguante, que hoy podría recitar ese estribillo sin pestañear.

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Sobre la firma

Guiomar del Ser
Es redactora jefa de Producto Editorial y del LAB, el área que se dedica a explorar y aplicar mejoras en la forma de contar historias en la web de EL PAÍS. Lleva enredada en lo digital desde que los periódicos empezaron a navegarse, aunque también se maneja (y desayuna) con la versión impresa. Se entretiene arreglando cosas, también en la redacción
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