‘Chylka’ y la desmedida arrogancia de su protagonista
Esta serie polaca que puede verse en HBO Max es un interesante drama legal que se desarrolla con fluidez, profesionalidad y la inevitable previsibilidad en las obras que no son maestras
En el pueblo de Sajenek, en Augustów (Polonia), Angelika y Dawid Szlezyngier descubren horrorizados que su hija de tres años ha desaparecido. Como inicialmente son los principales sospechosos, Angelika se pone en contacto con su vieja amiga, la abogada Joanna Chyłka, para que le ayude a defenderlos. Hasta aquí la sinopsis que HBO Max ofrece a quienes estén interesados en contemplar la serie polaca Chylka. Claro que en ese breve resumen de lo que se considera esencial de la trama se olvidan de un detalle importante: la abogada Joanna Chylka —interpretada por una estupenda Magdalena Cielecka— es, probablemente, tan impertinente y desagradable como el Risto Mejide de la primera época, un personaje insolente y exitoso en el desempeño de la abogacía que se ceba con gran gusto en machacar a todo el que se le presenta por delante, en general, y a su becario Dawid Szlezyngier, en particular.
Con ello se confirma una regla no escrita que al parecer se mantiene desde que Frank Capra dejó de dirigir películas: los personajes felices no son casi nunca rentables. Claro que si se habla de reglas no escritas habrá que dejar constancia de que Chylka cumple escrupulosamente con esa otra tan habitual en las series de los países del este europeo, antes llamados comunistas: la miseria no existe, es más, todo es un lujo: oficinas lujosas, casas lujosas, coches de alta gama... Polonia es un paraíso terrenal salvo por algún que otro personaje ruin sin los que, naturalmente, la narración parecería más un catálogo de diseño de interiores que otra cosa.
En todo caso, y dejando aparte ese especie de complejo de inferioridad que parece predominar entre los creadores de series de la zona, Chylka es un interesante drama legal que se desarrolla con fluidez, profesionalidad y la inevitable previsibilidad en las obras que no son maestras, con unos estupendos actores, y una trama que resulta atractiva al espectador, intrigado desde sus primeros capítulos por tratar de imaginar hasta dónde puede llegar la arrogancia de la protagonista desde la convicción de que todo llegará a resolverse satisfactoriamente, pues esa es también otra de las reglas no escritas: no se debe dejar un regusto amargo en quienes se sientan en el sofá ante el televisor salvo que se tenga un talento a prueba de convencionalismos sociales, lo que tampoco es tan frecuente y podría decirse que ni siquiera apreciado.
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