‘Todas las criaturas grandes y pequeñas’: un canto a la placidez en forma de serie

Aún existen burbujas anómalas en el panorama televisivo. Recodos de tranquilidad en los que refugiarse durante unos minutos, lejos de las producciones agitadas, oscuras, alambicadas o directamente ampulosas. Sí, Todas las criaturas grandes y pequeñas es una serie rodada a contracorriente, volcada en la sencilla y bonancible historia de tres veterinarios en la campiña inglesa al final de los años treinta del siglo XX.

La cuarta temporada de la serie aterriza en Movistar Plus+ (también disponible en Filmin y dos temporadas en RTVE Play) con el mismo espíritu de las tres anteriores: cantar a la ruralidad, al costumbrismo, al amor a los animales y a la vida campestre. Y también con el afán de ser más british que el Big Ben, que los Beefeater, que Ray Davies o que conducir por la izquierda.

Todas las criaturas grandes y pequeñas nace de una serie de libros escritos a partir de 1970, bajo el seudónimo de James Herriot, por Alf Wright, un veterinario con más de cincuenta años de carrera en el condado de Yorkshire, en los que plasmaba sus vivencias personales y laborales. Las exitosas novelas fueron convertidas en 1975 en una tv movie con un joven Anthony Hopkins como protagonista y, de inmediato, la BBC lanzó una serie de 90 episodios emitidos entre enero de 1978 y noviembre de 1990. Y he aquí que, en tiempos de alborotos visuales, la televisión pública británica tuvo la idea de recuperar las andanzas veterinarias de sus protagonistas en esta nueva versión, cuyo primer episodio se emitió el 1 de septiembre de 2020.

Tal vez sea esta una de las principales bazas del retorno de la serie. Quizá se estrenase en el momento exacto, cuando terminaba el gran confinamiento. Es muy posible que los vistosos y acogedores paisajes de Yorkshire fueran lo que necesitaban unos espectadores ahítos de pantalla, empachados de ficción. Todas las criaturas grandes y pequeñas sigue la peripecia del joven James, recién licenciado en veterinaria, que se traslada desde Glasgow a la campiña inglesa (¡un escocés en el seno del imperio británico!) para trabajar a las órdenes de Siegfried, profesional veterano, algo huraño y más que reacio a la presencia de su ayudante. De por medio también anda el alocado y hedonista Tristan, hermano pequeño de Siegfried, un atolondrado estudiante de veterinaria. Solo hay que añadir al trío a la abnegada ama de llaves Mrs. Hall y el cuadro de personajes está trazado.

La cuarta temporada de este islote de paz televisiva, en una tanda de siete episodios, llega a Movistar Plus+ con algún nuevo personaje como la señorita Harbottle, una eficiente contable, o Richard Carmody, un joven estudiante, que palian en cierta medida la ausencia de Tristan, enviado a filas en el desenlace de la temporada anterior. Las tramas de la cuarta cita comienzan en la Pascua de 1940, con la II Guerra Mundial presente en Europa. Entre todo ello, James y su esposa Helen elaboran planes de futuro a pesar de que sobre James planee la amenaza de ser incorporado al ejército británico.

Sin embargo, la crudeza argumental está de nuevo ausente, porque Yorkshire no deja de ser una apacible balsa en la que los dramas se resuelven con una sonrisa o con una visita al pub The Drover’s Arms al lado de unas formidables pintas de cerveza. Los eficientes drones de la BBC continúan mostrando los paisajes de Yorkshire en todo su esplendor y, así, Todas las criaturas grandes y pequeñas permanece fiel a su esencia, siempre inmutable, no tan lejana de la que vibra en producciones como Los Durrell o Downton Abbey. No en vano, Brian Percival, director de varios episodios de esta producción también trabajó tras la cámara en esta última.

De manera que, entre tanto ruido audiovisual, entre historias negras, febriles, violentas, tremendistas… la BBC muestra de nuevo que otros mundos televisivos son posibles y que, además, encajan muy bien en este.

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