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Columna
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‘Mayor of Kingstown’, una gran serie

En pocas ocasiones se ha filmado mejor un motín carcelario que en esta producción

Mayor of Kingstown
Jeremy Rener, en una imagen de la serie 'Mayor of Kingstown'.
Ángel S. Harguindey

Cabe afirmar que Mayor of Kingstown, al menos para el que esto suscribe, es una de las mejores serie de los últimos meses. Protagonizada por Jeremy Renner —atrás quedó el legado de Bourne—, Taylor Handley y una espléndida Dianne Wiest, la acción transcurre en una ficticia y pequeña ciudad en la que el principal negocio lugareño son las prisiones, tan ficticia que pese a que se informa que está en Michigan, lo cierto es que se rodó en Kingston, Brantford, Toronto y Hamilton, ubicadas en la provincia de Ontario, Canadá. ¡Es el presupuesto, estúpido! Podría decirse que es el equivalente, salvando las distancias, a la madrileña Meco.

Creada por Taylor Sheridan y Hugh Dillon, en pocas ocasiones se ha filmado mejor un motín carcelario que en esta serie. También es cierto que Sheridan hace ya tiempo que se ha convertido en uno de los mayores talentos de la industria audiovisual estadounidense. Suyas son películas tan taquilleras como Sicario, Comanchería o Wind River, también con Renner como protagonista y que muestra su peculiar y contemporánea visión del far west, aunque la serie que le abrió todas las puertas fue Yellowstone.

Mike McLussky (Renner) es una especie de mediador o conseguidor entre las distintas tribus urbanas que pueblan las prisiones locales y la policía. Su madre (Dianne Wiest), con más ilusión que eficacia, trata de llevar la buena nueva de la cultura a un selecto grupo de delincuentes que encuentran en sus clases una pequeña ruptura en la dura rutina diaria.

Para los comentaristas de lo obvio cabe decir que sí, que la serie es violenta ya desde el primer capítulo de los 10 que componen la primera temporada, y que esa violencia, filmada o intuida, inunda todos los capítulos de las dos temporadas que exhibe SkyShowtime (también en Movistar Plus+). Está en un ambiente que, naturalmente, es violento como la vida misma, y si alguien tiene dudas que vea el documental que se realizó sobre el motín de 1971 de la cárcel de Attica en el Estado de Nueva York con un resultado final de 43 muertos y 80 heridos.

Si lo que se anhela es algo tranquilo, incluso hermoso, siempre se puede volver a ver Los Durrell o Retorno a Brideshead, el largometraje o la serie basadas en la novela de Evelyn Waugh. En la televisión, como en botica, hay de todo, incluso como en este comentario trufado de frases hechas.

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