‘Crónicas marcianas’: cómo empiezas y cómo acabas
El programa de Sardá nació para demostrar que había entretenimiento y audiencia más allá de la telebasura y acabó convirtiéndose en su principal exponente
Daba ternura ver las imágenes del primer programa de Crónicas marcianas en El reencuentro que Telecinco emitió el martes, tal vez para recordarnos a los espectadores, y a sí mismos, sus glorias pasadas. Habrá quien no recuerde, como hay quien ha olvidado que Siete vidas se centraba en su origen en la pérdida de memoria de Toni Cantó tras pasar 18 años en coma, que Crónicas marcianas nació con ínfulas de ser un programa respetable. Así como la novela de Ray Bradbury que le da título narraba la colonización de Marte desde una perspectiva humana, el espacio de Gestmusic pretendía juzgar la vida en la Tierra a través de los ojos de unos supuestos marcianos, lo que les permitía tomar distancia, especialmente con su propia franja. Se emitía sobre el cadáver aún caliente de Esta noche cruzamos el Mississippi, que más que un río atravesaba cada noche tantas líneas rojas como Catherine Zeta-Jones en La trampa para solaz de su millonaria audiencia.
Crónicas marcianas tenía el difícil cometido de llenar el hueco —y a la vez competir, aunque brevemente, cosas de las líneas rojas— que dejaban Krispin Klander, Pepelu, La Reme y el jefe de todo aquello, Pepe Navarro, el hombre que inventó el late night en España llevándose a David Letterman al Callejón del Gato. Iniciaron la gesta con Martí Galindo, entrevistas a estrellas internacionales, niños expertos en egiptología y mesas políticas; la culminaron con Coto Matamoros como colaborador mejor pagado, Gran Hermano vertebrando el programa y Telecinco, Xavier Sardá y Javier Cárdenas en el juzgado por burlarse de un discapacitado. Entre los espacios de Navarro y Sardá acabó habiendo cada vez menos diferencias, la principal, que el cordobés jamás se avergonzó de su formato mientras Sardá siempre parecía un invitado al que no le habían enseñado el guion y no se iba de plató por no parecer maleducado.
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