_
_
_
_
ACTORES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Chandler Bing y la vida en serio de Matthew Perry

Hemos recibido la noticia de la muerte del actor como si fuera la de un amigo. Quizá seamos pretenciosos e insensatos, pero la pena es genuina y hasta legítima. No entendemos ni podremos entender su tragedia. Tan solo podemos especular

Matthew Perry Friends
Matthew Perry en el episodio tres de 'Friends'NBC (NBCUniversal via Getty Images)
Sergio del Molino

Dejó escrito Franz Schubert que nunca conocemos al otro. Por mucho que creamos saber cómo son y cómo sienten aquellos que nos son más íntimos, debemos conformarnos con pasar a su lado y acompañarlos un rato, sin entender jamás su misterio. David Cornwell dijo algo parecido en Volar en círculos, un documental que se acaba de estrenar: por mucho que indaguemos en una persona, debemos conformarnos con arañar su superficie. Cuando nos ponemos en su lugar, tan solo proyectamos nuestra personalidad en la suya. Y si Cornwell —que se ha pasado la vida entendiendo a los demás, primero como espía y luego como novelista bajo el nombre de John Le Carré— piensa así, los demás debemos resignarnos del todo. Quien crea que conoce a alguien es un presuntuoso o un insensato.

Pero el engaño es tan dulce que se entiende que millones de personas —me incluyo— hayamos recibido la noticia de la muerte de Matthew Perry como si fuera la de un amigo. Quizá seamos pretenciosos e insensatos, pero la pena es genuina y hasta legítima. No entendemos ni podremos entender su tragedia, su desnorte, sus infiernos sucesivos ni sus soledades. Tan solo podemos especular, proyectando nuestros pequeños infiernos y nuestras soledades particulares en las suyas, y seguramente nos equivocaremos monstruosamente. Yo el primero.

No es gratuito citar a Schubert y a Le Carré en este recuerdo a un actor. Schubert es el compositor de las obras inacabadas y representa lo que se agosta en la plenitud, lo que brota pero no florece. Le Carré es quien nos enseñó que la vida entera era una actuación, que nadie se camufla mejor que a plena luz del día y que con las ficciones se dicen más verdades que escribiendo con la mano en el corazón.

De izqueirda a derecha, Jennifer Aniston, David Schummer, Courteney Cox, Matt Leblanc, Lisa Kudrow y Matthew Perry, protagonistas de 'Friends'.
De izqueirda a derecha, Jennifer Aniston, David Schummer, Courteney Cox, Matt Leblanc, Lisa Kudrow y Matthew Perry, protagonistas de 'Friends'.cordonpress

Matthew Perry tiene un poco de ambas cosas. Fue el casi-gran-actor que nunca llegó a ser, pese a estar armado de talento sobrado para superar a Chandler Bing. Por lo que vimos, tenía tantas dotes como Jennifer Aniston para levantar una carrera dramática. De todo el elenco de Friends, eran los únicos actores con esa capacidad. Aniston lo hizo jugando con su propio mito, pero Perry no supo o no tuvo fuerzas para hacerlo. Digamos que Aniston no mató a Rachel Green: la metabolizó, se la llevó con ella a todas partes con una naturalidad que impedía que el personaje la dominase. Perry tenía una relación más neurótica con Chandler y no supo conllevarse con él.

Chistes a ritmo fordista

Ya en Friends le costaba cargar con él. La exigencia de ser gracioso todo el tiempo le destruyó. Si hacía un chiste y nadie se reía o no se reían con el entusiasmo debido, Perry se hundía, según su propia confesión, y se atiborraba de drogas y de alcohol para mantener el ritmo fordista de producción de chistes. Se aprecia en las tomas falsas de los rodajes de la serie: Matthew Perry es el único actor que sigue haciendo chistes cuando han gritado corten. No soporta el silencio ni la rutina. Prefería descolocar a sus compañeros y estropear una toma haciendo una broma sobre cacas.

Quizá la neurosis y la fragilidad de Chandler estaban también en Perry. Quién sabe si se la aportó el actor al personaje o fue el personaje quien le contagió su destemple y su manera de huir hacia adelante, recurriendo a la gamberrada para eludir la devastación de los sentimientos reales.

Jennifer Aniston, Matthew Perry, Courteney Cox y Matt LeBlanc, en 'Friends'.
Jennifer Aniston, Matthew Perry, Courteney Cox y Matt LeBlanc, en 'Friends'.

Fue hermoso —todo un acierto narrativo y un raro ejemplo de elegancia en una televisión que ordeña a las burras hasta que revientan— que Friends se cerrase con los personajes de Chandler y Monica mudándose a una vida adulta que quedó fuera de cuadro. Hay motivos para sospechar que el destino del personaje de Chandler hubiera sido parecido al de Perry. Chandler sobrevive mientras la cosa consiste en reír y tener patos por mascota, pero que se derrumba el día que descubre, como los versos sobados de Gil de Biedma, que la vida iba en serio. Chandler hizo mutis antes de que la comedia se convirtiera en tragedia, pero, como en las tragedias clásicas, llevaba el destino en el gesto.

Y esto, cómo no, es una especulación sin fundamento. Quién sabe qué sufrió el pobre Perry y cómo se dejó destruir por la fama hiperbólica, pero esa misma fama hiperbólica produce ahora un sentimiento hiperbólico de tristeza. Medio mundo (los que tuvieron edad para ver Friends, claro, a los jóvenes esto les da igual) llora hoy la muerte de su amigo Chandler. Y por hiperbólico que sea el llanto, este es real, como reales fueron las risas de sus chistes y real fue el cariño que le tuvimos. Por qué nos pasa eso, por qué sentimos ese apego por personajes que sabemos ficticios encarnados por actores cuya vida nos es completamente ajena, es otro misterio. De él vivimos algunos. Otros, como Perry, también acaban muriendo en él.

Puedes seguir EL PAÍS Televisión en X o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_