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‘L’Alqueria Blanca’, el éxito de una serie de pueblo

Heredada de Canal 9, es el programa de mayor audiencia de la televisión autonómica valenciana À Punt tras 15 temporadas y más de 400 capítulos

Algunos de los personajes principales de la serie de À Punt 'L'Alqueria Blanca'.
Algunos de los personajes principales de la serie de À Punt 'L'Alqueria Blanca'.Trivision
Rafa Burgos

En un pequeño pueblo indeterminado de la actual Comunidad Valenciana, en torno a los años sesenta y setenta del pasado siglo, el último representante de una familia de ricos venida a menos acaba de morir, purgando al final la maldad ejercida durante años. Quienes fueron sus principales rivales, una familia sencilla y honrada, planean marcharse a Estados Unidos, donde viven sus hijos. La nueva alcaldesa, que enviudó tras un accidente de avión de su marido, parece estar embarazada. Y la enfermera que cuidó al peor villano que ha tenido la tranquila comunidad trabaja ahora para una pintora recién llegada al pueblo que está casada con un escritor. El último capítulo de L’Alqueria Blanca (LAB), la serie estrella de la televisión autonómica valenciana À Punt, dejó abiertas nuevas tramas que se desarrollarán en la siguiente temporada, la 16ª, después de haber superado ya los 400 capítulos. “L’Alqueria Blanca ya es historia del audiovisual valenciano por su formidable conexión con la audiencia desde hace muchos años, gracias a la calidad y la proximidad de los guiones y de los equipos técnicos y artísticos”, declara a EL PAÍS el director general de À Punt, Alfred Costa.

El icono indiscutible de los telespectadores valencianos es Joan Monleón y su paella rusa, con la que repartía el dinero que se escondía bajo alcachofas o mejillones entre la audiencia de Canal 9. El programa más conocido fuera de las fronteras autonómicas es Tómbola, la madre de todos los dragones del cotilleo que acaban de extinguirse, prácticamente, con Sálvame de Telecinco. Pero esta serie costumbrista de pueblo, que comenzó con la lupa sobre el enfrentamiento entre los ricos Falcó y los pobres Pedreguer, es la única que sobrevivió al apagón de la cadena autonómica en 2013, por orden del entonces presidente de la Generalitat, Alberto Fabra (PP), y ha liderado las audiencias tanto en Canal 9 como en su regreso a À Punt en 2021. “Se unieron muchas cosas en su estreno en 2017″, recuerda Ximo Pérez, consejero delegado de Trivision, coproductora de la serie junto al ente público valenciano, “la cadena rozaba el 20% de media de audiencia y, en la segunda y tercera temporada, llegamos a un 22% de media con picos de hasta el 30%”. En la actualidad, con el consumo de televisión en descenso generalizado tras la irrupción de las plataformas de streaming, el regreso de LAB a las pantallas en marzo de 2021 cosechó un 12,8% y se convirtió en el segundo programa más visto de À Punt, tras las campanadas de 2020. “Ahora duplicamos e incluso triplicamos la audiencia de la cadena”, certifica Pérez.

La receta de la pócima mágica que hace invencible a la serie, como a los galos de Astérix, es la pregunta que más veces le han hecho al productor. “Es una serie ambientada en un pueblo” —situado cerca del curso de un río de piedras y agua dulce, en la falda de una montaña gigante, según la sintonía de la serie—, “y todo el mundo tiene alguna referencia de este ambiente”, explica Pérez. “Los guiones son muy cercanos y pegados a la realidad valenciana”, continúa, “recoge circunstancias que sucedieron al principio de los sesenta, como la llegada del biquini o de la televisión y que son perfectamente reconocibles”. En los inicios, algunos personajes hablaban castellano, pero en las últimas temporadas, todos los habitantes de l’Alqueria “hablan un valenciano muy fácil de entender, por lo que en zonas castellanohablantes” —el gran escollo del canal autonómico—, “el seguimiento de la serie también es muy alto”. Da igual que se emita los domingos en prime time, en capítulos de 70 minutos, o, como ahora, en entregas diarias de poco más de media hora de duración. “La factura es de máxima calidad”, asegura el productor. “Es un producto de excelencia que justifica el apoyo de la televisión pública al sector audiovisual valenciano”, añade el director general de À Punt.

Algunos de los actores de 'L'Alqueria Blanca' durante el rodaje de la última temporada.
Algunos de los actores de 'L'Alqueria Blanca' durante el rodaje de la última temporada.Trivision

Y, por último, están los personajes. Cercanos, entrañables o insosteniblemente malvados. “Sus personajes forman parte de nuestra memoria colectiva y eso es un éxito que solo está al alcance de los mejores”, subraya Costa. “La idea original fue poblar la serie de habitantes muy característicos”, dice Pérez. “El gordito bonachón, el cura cascarrabias, el anciano sentencioso, el chico guapo de familia pobre que se enamora de la chica guapa de familia rica”, desgrana. Y Dora, la matriarca de los Pedreguer, Sento y Empar, Blanca la tendera, el alcalde don Miguel… Los habitantes de la minúscula villa entran y salen, en parte, por el éxito alcanzado por algunos de sus intérpretes, que son requeridos en otras cadenas. “El reparto es fantástico”, se enorgullece el productor, “muchos de ellos no habían hecho casi nada profesional y ahora los miran con otra cara cuando se presentan a un casting en Madrid”. Es el caso de Cristina Fernández, Conxeta en la serie, de Lola Moltó (Dora) o de José Sospedra (Fabià), rostros ya habituales en la parrilla televisiva española. “Uno de los mayores valores de la serie es la proyección que han tenido tanto los actores y actrices como los técnicos, directores o guionistas”, valora Pérez.

Las nuevas tramas se ruedan ahora en interiores en Buñol (Valencia), pero las primeras temporadas pusieron en el mapa una joya desconocida del patrimonio alicantino, la Colonia de Santa Eulalia. Antes de la llegada de las cámaras, casi nadie había visitado este poblado industrial, impulsado a finales del siglo XIX por Antonio de Saavedra y Rodríguez de la Guerra, conde de Alcudia y Gestalgar, un noble atraído por los postulados del socialismo utópico. Certificada como colonia agrícola en 1887, disponía de viviendas para los trabajadores, una fábrica de harinas y otra de alcohol, un palacio, un economato, un casino, una hospedería, un apeadero ferroviario y varios almacenes. Muchas de estas infraestructuras siguen en pie, en condiciones deplorables, tras la decadencia que vivió a partir de la Guerra Civil. Pero, para todos los que acudieron atraídos por el audiovisual, el mayor tesoro es su teatro Cervantes, medio derruido. Su plaza central, rematada por una ermita blanca con ribetes amarillos, fue escenario y emblema de LAB, al mismo tiempo. Situada en la frontera de los términos municipales de Sax y Villena, no ha podido aprovechar el éxito de la serie. Sus edificios se caen a pedazos, lo que ha impedido que continúen los rodajes. Pese a su declaración como Bien de Interés Cultural, la colonia se desintegra sin que medie ninguna institución. Ha llegado a aparecer en venta en Wallapop por 90 millones de euros.

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