El final feliz que se merecía RTVE
La burda campaña de desprestigio a la que buena parte del PP ha intentado someter a RTVE en el último tramo de la campaña ha tenido un final feliz. La 1 fue la cadena más vista durante la noche electoral
Tristeza de amor, un juego cruel, jugando a ganar has vuelto a perder. Recuerdo a menudo el estribillo de esta canción de Hilario Camacho que servía de sintonía de la serie Tristeza de amor. Ahora, por ejemplo, me imagino a Núñez Feijóo tarareándola para sí en alguno de los pocos momentos de soledad que disfrute estos días. Perder jugando a ganar e incluso ganando. Porque el ganador ha perdido y solo el perdedor tiene margen para ganar. Lo que a Feijóo le gusta llamar anomalía y a los demás nos gusta llamar democracia parlamentaria.
Imagino esa tristeza de amor (propio), y no, por ejemplo, un agravamiento de su tirón lumbar fruto de los saltos desde el balcón de Génova, como motivo de la ausencia de Feijóo en El programa de Ana Rosa de ayer. La presentadora confesó la semana pasada que solo le había pedido a él entrevista postelectoral porque lo daba por ganador, pero al final se tuvo que conformar con Cuca Gamarra.
Su ausencia del programa de Telecinco es, en cualquier caso, una minucia en comparación a su negativa a acudir al debate en Televisión Española. ¿Qué es anomalía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. Que el jefe de la oposición y candidato al gobierno de España desprecie así a la televisión pública de su país.
La burda campaña de desprestigio a la que buena parte del PP ha intentado someter a RTVE en el último tramo de la campaña ha tenido, sin embargo, un final feliz. La 1 fue la cadena más vista durante la noche electoral. El especial, presentado por Carlos Franganillo y Alejandra Herranz, una muestra del mejor periodismo que todavía puede ejercer la casa cuando se lo propone, lideró el prime time con más de dos millones de espectadores. La mejor victoria electoral.
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