Santa Sally Wainwright, patrona de la gente extraordinaria y corriente
‘Happy Valley’ es el encuentro de tres personas —creadora, actriz y personaje— que tienen algo en común: la falta de alharacas. Capacidades excepcionales sin bombo
Sally Wainwright recuerda haber escrito desde que supo. La escritura siempre estuvo ahí. “No fue una decisión como tal, creo que nací deseándolo. Creo que se nace con la compulsión de escribir”, le contó a Isabel Vázquez en la entrevista que mi amiga —léase “mi amiga” con el orgullo con el que pronuncia los posesivos Isabel Pantoja— le hizo para el festival Serielizados en 2020. Pero claro, muchos son los llamados a la compulsión y pocos los bendecidos con el talento. Qué pocas veces el deseo está a la altura a la hora de la verdad.
El último capítulo de la tercera temporada de Happy Valley se puede ver a partir de hoy en Movistar Plus+. Sin destripar el contenido, vaya viaje el de Catherine Cawood y menudo recital el de Sarah Lancashire, una actriz a la que todos los adjetivos superlativos se le quedan cortos. Algo tienen en común las tres —creadora, actriz y personaje—: la falta de alharacas. Capacidades excepcionales sin bombo. Gente corriente que cuenta extraordinariamente bien la vida.
Isabel tiene en su escritorio una foto de Sally Wainwright para encomendarse a sus artes cuando se pone a escribir. Habría que hacer estampitas para llevar en la cartera. En España nos vendrían muy bien. Así, cada vez que un guionista (sobre todo una guionista) tiene que ver a un productor tratando de quitarle 20 años y 20 kilos a la protagonista femenina de su serie, cada vez que alguien cuestiona la presencia de una mujer de más de 50 años en pantalla, cada vez que una plataforma menta la sororidad como dogma —quieren mujeres, pero solo esas mujeres—, podría mirar el retrato de Sally y pedirle, además de un wetransfer con algo de su talento, algo que se lleva mal con la compulsión y el deseo: paciencia.
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