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Benidorm Fest
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Blanca Paloma, mejor que Agoney y peor que Alice Wonder

España lo vuelve a intentar en Eurovisión con una canción de vuelo flamenco después de una final del Benidorm Fest que no tuvo un buen nivel

Alice Wonder, durante la final del Benidorm Fest 2023.Foto: Morell | Vídeo: RTVE

Uno de los mensajes que se repitió anoche en el Benidorm Fest ha sido aquello de “gana la música”. Nadie se ha atrevido a especificar lo importante: qué clase de música. En este universo tan próximo a una distopía de colorines en el que se ha convertido Eurovisión, Benidorm Fest cumple su función de brazo armado ideológico. La competición de la ciudad alicantina se mueve como un mini Eurovisión y expande la filosofía de un concurso que se siente en su salsa premiando la puesta en escena, las voces de laboratorio y los cuerpos de baile. Y, vale, entramos en el juego y procuramos divertirnos, que de eso se trata. De vez en cuando surgen versos sueltos que nos sacan del modo chiripitifláutico y nos hace ponernos serios.

Fue lo que ocurrió con la actuación de Alice Wonder. A su canción, Yo quisiera, se la quitan de encima los menos inclusivos de este tinglado diciendo que no tiene posibilidades por “poco eurovisiva”. Porque una propuesta eurovisiva debe ser eufórica, coreable, bailable y estar salpicada de señuelos visuales. Yo quisiera, efectivamente, no transita por ese camino. La madrileña posee una voz emocionante, con alma, desgarrada cuando lo pide el relato y potente cuando hay que demostrar poderío pulmonar. Su actuación de anoche resultó un gozoso paréntesis en una gala con un nivel justito. Más si la comparamos con la del año pasado. No ganó Alice Wonder, claro, aunque no hubiese sido una locura. Porque el concepto de canción eurovisiva tiene sus fisuras: por una de ellas se coló Salvador Sobral con su vibrante victoria de 2017.

De las dos favoritas, Agoney y Blanca Paloma, ganó la mejor. No son buenas las experiencias de España enviando flamenco a Eurovisión. Se intentó con Remedios Amaya en 1983 y fue un desastre: el resultado (último puesto), no la canción, que tenía su gracia. Blanca Paloma acudirá a Liverpool con Eaea, un tema con impronta flamenca, una canción con instrumentación moderna que se inspira en el movimiento de cantantes que están actualizando el género jondo desde hace tiempo, como María José Llergo, Soleá Morente o la Rosalía de El mal querer. Entona bien la ilicitana y aunque abusa de esos insistentes “eas”, la canción tiene fuerza y pasión. De ahí a invocar a Lorca (”una canción de ecos lorquianos” repiten los entusiastas) queda un trecho.

Pero nos sentimos más cómodos con Blanca Paloma que con Agoney. La actuación del canario fue como entrar en una discoteca en el año 2003 y ver a un gogó zarandearse en una plataforma metálica. Ocurre que Quiero arder la construyó un algoritmo nostálgico de lo que pasaba en el mundo hace 20 años. Tanto la puesta en escena como la interpretación se pasan de revoluciones y aturullan por la obsesión de implantar golpes de efecto al tuntún, solo por crear estímulos, como si no tuviéramos suficientes. Pasan muchas cosas en la canción, pero ninguna resulta sugerente. Le sobra cuero y le falta alma. Eso sí, a entrega y entusiasmo no le gana nadie al canario.

Los miembros de Megara repitieron una y otra vez que son una banda de rock. Viendo su actuación recargada y paródica a uno le hace pensar que sí, que el rock está muy malito. Kamento puso la nota folk. Honesta y a su bola, hasta sacó un coro tan atípico como de verdad. Bien por ella y seguro que le espera una larga carrera en este negocio. Qué decir de Fusa Nocta: Rosalía tiene un estilo tan propio que ver imitaciones crea un poco de sonrojo. José Otero quiso ser al mismo tiempo Ed Sheeran y Coldplay: se perdió en el intento. Vicco contó con la canción más pegadiza de la noche. Es tan superficial como divertida. La favorita de los peques de la casa, sin duda. Y cuidado, que Aitana llena pabellones con cosas como Nochentera.

Tan plácida y previsible transcurrió la noche que no hubo ni polémicas. Pues si encima nos quitan eso...

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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.

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