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La historia de Warren Jeffs, un profeta tirano, violador y líder mormón

La docuserie ‘Sé dócil: reza y obedece’ detalla los desmanes del líder de una comunidad de mormones fundamentalistas basada en la poligamia y la sumisión absoluta de la mujer

Una imagen del primer episodio de 'Sé dócil: Reza y obedece'.

Elissa Wall tenía 14 años cuando en 2001 la obligaron a casarse con su primo de 19. La noche de bodas su marido la violó por primera vez. Después vinieron años de abusos y maltrato psicológico. Con 17, Elissa había sufrido dos abortos espontáneos que atribuía a castigos divinos por no ser una buena esposa. El hombre que la obligó a casarse era Warren Jeffs, el líder de la Iglesia Fundamentalista de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Ifsud), una escisión del mormonismo —la mayor de ellas— que mantiene la poligamia como la clave de bóveda de una organización social basada en el temor al más allá y la sumisión absoluta de la mujer, apenas una esclava destinada a procrear y ser usada como moneda de cambio. El de Elissa es uno de los testimonios que recoge Sé dócil: reza y obedece (Rachel Dretzin y Grace McNally), la sangrante docuserie, estrenada el pasado día 8 en Netflix, que detalla los desmanes de Jeffs, hoy condenado a cadena perpetua por la violación de una niña de 12 años y una adolescente de 15, y el funcionamiento de una comunidad aislada del mundo exterior, anclada en la superstición y cuyos códigos parecen sacados de El cuento de la criada.

Aunque en sus orígenes los mormones abrazaron lo que llamaron el matrimonio plural (su fundador, Joseph Smith, tuvo docenas de esposas), acabaron renunciando a la poligamia a principios del siglo XX, lo que provocó un cisma y la escisión de numerosas facciones, la más importante, la Ifsud, dirigida por un presidente, también llamado profeta, cuya palabra es considerada la palabra de Dios y cuyo poder es absoluto: él es quien decide quién se casa con quién, y cuándo, lo cual es sustancial porque para el fundamentalismo mormón alcanzar el grado más alto en el reino de los cielos, el que permite ser un dios y crear planetas y constelaciones —algo exclusivamente reservado a los hombres, claro— requiere conseguir al menos tres esposas. El profeta, además, igual que las da puede quitarlas y asignárselas a otro hombre, junto con los hijos engendrados en común. Y, además de formar o romper familias a voluntad, puede quedarse con el dinero, las propiedades y hasta los negocios de cualquier miembro de la secta; obligar a cualquiera a trabajar las horas que convenga, y expulsar a quien considere. Conviene estar a buenas con él: replicarle es cuestionar la voluntad de Dios y el camino más corto a la muerte y la perdición eterna.

Una imagen de la serie documental 'Sé dócil: Reza y obedece'.
Una imagen de la serie documental 'Sé dócil: Reza y obedece'.

El documental se remonta a los tiempos en que el profeta era Rulon Jeffs, Tío Rulon, que asumió el cargo en 1986 y cuyo lema, que repetía como una letanía a sus esposas —se calcula que tuvo más de 80—, era “keep sweet” (mantente dulce, o dócil). Su hijo favorito de entre los 62 que se le atribuyen, Warren, tomó el control de la Iglesia cuando en 1998 el patriarca sufrió un derrame, y adoptó el de “pray and obey” (reza y obedece). Si Rulon llevaba su lema impreso en las suelas de los zapatos, Warren incrustó el suyo en la pared exterior de su casa, a la vista de todos. Al morir el padre, en 2002, el hijo se erigió en el nuevo profeta y sacó el puño de hierro del guante de seda en el que lo camuflaba su progenitor. Obligó a las mujeres a vestir todas igual y llevar el mismo peinado, y a la mayoría de las esposas de su padre, a casarse con él. Y, con el pretexto de que los Juegos Olímpicos de invierno que iban a celebrarse en Salt Lake City (Utah) traerían todo tipo de desgracias, ordenó a todos los miembros de la secta que vivían allí que se mudaran a Short Creek, una pequeña comunidad de fundamentalistas mormones en la frontera de Utah y Arizona. El pueblo, en medio de ninguna parte y de difícil acceso, lo que facilitaba el aislamiento, multiplicó por 10 su población.

Imagen de la serie documental 'Sé dócil: Reza y obedece'.
Imagen de la serie documental 'Sé dócil: Reza y obedece'.

Elissa Wall huyó de la Ifsud y denunció a Jeffs por haber forzado su boda a los 14 años, lo que le convertía en cómplice de una violación. El profeta pasó a la clandestinidad y se dedicó a darse la gran vida mientras viajaba de incógnito por el país, contraviniendo los preceptos que imponía a sus súbditos. Lo pillaron en el verano de 2006, y en 2007 lo condenaron a 10 años de cárcel. Ese juicio después sería declarado nulo, pero en 2011 le cayeron dos condenas que suman 120 años por la violación de dos menores de edad, de 15 y 12. Una de las pruebas fue una grabación de audio de la segunda de las violaciones, cometida ante varias de sus esposas. Tenía 78, 28 de ellas menores.

La historia de Jeffs ya la contó la cineasta Amy Berg en Prophet’s Prey (2015). Entre ambos documentales han pasado siete años y el Me Too, y se nota. Si el largometraje de Berg traza un escalofriante perfil del profeta que toma como hilo conductor la investigación del detective privado Sam Brower y el periodista Jon Krakauer para cazar al líder de la secta, la serie también recurre a Brower, y a otro azote de la Iglesia, el reportero Mike Watkiss, pero la voz cantante es para varias víctimas, la gran mayoría mujeres. Al fin y al cabo, “la moneda del reino es una novia joven. Ese es su sistema monetario, la base que lo sustenta todo”, sintetiza Watkiss en pantalla. “Pueden revestirlo con toda clase de teologías, dirán que es la palabra de Dios, pero solo se trata de hombres controlando a mujeres y su sexualidad”.

Una imagen del cuarto episodio de la serie 'Sé dócil: Reza y obedece'.
Una imagen del cuarto episodio de la serie 'Sé dócil: Reza y obedece'.

La hermana de Elissa, Rebecca, 10 años mayor y a la que con 19 casaron con el Tío Rulon, que entonces tenía 85, resume el mensaje de empoderamiento que intenta transmitir la serie: “La ironía y la belleza de todo esto es que las mujeres, en la sociedad de la Ifsud, somos ciudadanas de segunda, y aun así las mujeres fuimos las que nos enfrentamos a ese hombre”. Pero es una victoria parcial, y amarga. El profeta está entre rejas, pero la Iglesia todavía cuenta con miles de miembros y sigue bajo el control de Jeffs, que con el aura de mártir ha reforzado su influencia sobre unos seguidores que le guardan obediencia ciega. Incluidos la mayoría de los seres queridos de aquellos que tras una vida de adoctrinamiento sí han conseguido dejar atrás una pesadilla mucho peor, por real, que El cuento de la criada.

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