El Roto
Mi principal razón para abandonar la cama es observar la viñeta diaria de El Roto. Es el único editorial que me creo sobre el estado de las cosas
La mayoría de la gente saluda al nuevo día con un café y una ducha. Sirven para ponerse las pilas. Los que sufren la devastación de las enfermedades también se atiborran de pastillas médicas, para calmar el dolor o enviarlo definitivamente al exilio. Igualmente, existen personas seriamente averiadas que necesitan un chupito, una raya o un porro para afrontar su salida a los quehaceres cotidianos, si aún les queda fuerza para enfrentarse a ellos.
Mi principal razón para abandonar la cama es observar la viñeta diaria de El Roto. Es el único editorial que me creo sobre el estado de las cosas. Alguien racional afirmaba que no se puede ser sublime ininterrumpidamente. Pero opinión tan sensata es algo negociable viendo cada día el trabajo de este pensador, humorista, analista de la podredumbre, pintor de la casi siempre intolerable realidad. Es brillante, sombrío, demoledor, lúcido, feroz, compasivo, libre. La poderosa estupidez y la barbarie le provocan alergia.
Esta semana publicaba una viñeta en la que una madre sostenía en brazos a su bebé. Y le decía: “No, hijo, nacer niño no es machismo”. La criatura le preguntaba: “¿De verdad?”. Solo encuentro un término para definir lo que veo. Es genial. También necesario. Con nueve palabras pulverizaba a la idiotez dominante, ilimitada, borracha de poder. E imagino que en esa cosita tan aturdidora, histérica y depredadora de las redes sociales querrán lincharlo, le llamarán fascista y nazi (cómo ha degenerado la naturaleza de esos términos en su utilización), la nueva censura (o sea, la de siempre) estará preparando su hoguera. Yo solo puedo darle las gracias, escuchar una vez más la insuperable canción Cambalache y regresar al eterno refugio de mi cama.
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