‘Beforeigners’: los peligros de tomarse en serio los viajes en el tiempo
La serie noruega de HBO naufraga en las paradojas temporales y las tramas enrevesadas en su segunda temporada
Viajar en el tiempo siempre ha planteado problemas bastante graves. El protagonista de la novela de Stephen King 22/11/63 que trata de evitar el asesinato de JFK desplazándose desde el presente explica que el pasado se rebela para evitar ser cambiado, desencadenando todo tipo de accidentes. Marty McFly en Regreso al futuro casi acaba enrollándose con su madre en el pasado y desapareciendo incluso antes de haber nacido. Los personajes que viajan desde la Edad Media hasta el presente en Los visitantes ¡No nacieron ayer! provocan una serie de paradojas espacio / temporales considerables y están a punto de quedarse varados en su futuro.
En su primera temporada la serie noruega Beforeigners (Los visitantes), estrenada en 2019, prescindía de todos esos juegos que caracterizan a la mayoría de las historias de viajes en el tiempo para ofrecer un argumento tan sencillo como atractivo: sin mayores explicaciones, personajes de todas las épocas comienzan a aparecer en el siglo XXI, provocando una crisis de refugiados temporales. La convivencia entre las costumbres de los antiguos vikingos —la protagonista, interpretada por Krista Kosonen, viene de aquellos tiempos remotos y habla noruego antiguo— se convierte en un desafío para una sociedad, en teoría tolerante y abierta como la noruega. Los paralelismos con la crisis de refugiados de 2015 eran evidentes y muy bien traídos.
A medio camino entre la historia policiaca, la ciencia ficción y la comedia, la serie resultaba divertida, sorprendente y entretenida. Su argumento no se basaba en los efectos especiales, sino en un guion ingenioso y en unos personajes estupendos, especialmente la vikinga protagonista que se hace policía en el presente. Era inevitable que sus creadores Anne Bjornstad y Eilif Skodvin, responsables de Lilyhammer, una divertida serie de Netflix sobre un mafioso estadounidense que recala en un pequeño pueblo noruego, ofreciesen una segunda temporada, que ha estrenado recientemente HBO Max y de la que se pueden ver cuatro de los seis capítulos que componen la temporada.
Sin embargo, la nueva entrega se deja llevar por la tentación de ponerse a jugar con todas las posibilidades que ofrecen los viajes en el tiempo y una narración sencilla y divertida se convierte en un lío considerable, en el que aparece Jack el Destripador, un rey vikingo y muchas otras subtramas en las que los personajes, y con ellos los espectadores, se pierden. Es cierto que una serie basada en una idea ingeniosa siempre va a decepcionar algo en la segunda temporada porque desaparece el factor sorpresa. Y también es verdad que los nuevos capítulos ofrecen momentos muy divertidos: el ingenio de los guionistas se mantiene. Pero resulta inevitable sentir una cierta decepción según avanzan los episodios y los pasillos del tiempo por los que circulan los personajes comienzan a convertirse en laberintos. La tentación de tomarse demasiado en serio los viajes en el tiempo puede acarrear muchos problemas.
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