Tomarse la justicia por el mando
El matrimonio formado por Michelle y Robert King han vuelto a firmar una gran temporada de ‘The Good Fight’. Merecen genuflexión, aunque sea casera
Lola Flores decía que doblar la rodilla era algo que había que ensayar en casa para prepararse antes de hacerlo frente a los reyes, pero qué ganas entran de hacerlo en casa no para ensayar, sino para reverenciar a los reyes de la tele. Los King han vuelto a firmar una temporada extraordinaria de The Good Fight.
Extraordinaria y loca, como la trama del juzgado televisivo liderado por Mandy Patinkin, ese tribunal de mentira, que acaba teniendo repercusiones de verdad y que en la fábula de los King termina con una pantalla partida en mil tribunales de aficionados. Como el final de Love Actually, pero en fatalista.
Muchos ven esas idas de olla suyas como un defecto, pero si se le quita el artificio, esa trama nos tutea. ¿No nos toca de cerca cuando en ese tribunal espectáculo abordan la posible división del Estado de Illinois? Si hasta cantan una canción que dice: “Paremos esta obsesión con la secesión para acabar con la unión, es aburrido, estúpido y fin de la canción”. ¿No hemos visto este año a ministras tomando partido en redes sociales tras un juicio mediático? De tomarse la justicia por el mando a tomársela por la mano hay una fina línea, igual que entre la verdad y la creencia. Lo explica el magnate que financia este tribunal: “La locura está a un paso de la realidad si consigues que la gente se la crea. ¿Y sabes qué es lo que la gente cree? La tele”. El “¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?” de Groucho. Y Marissa añade: “El odio es divertido, es sincero”. Es espectáculo. Y en esas seguimos. No sé si lo hacen para seguir vivos, pero los King cuentan la verdad y merecen genuflexión, aunque sea casera.
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