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Columna
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¡Ay la tele!

Si siempre me pareció latosa, mediocre, convencional, histérica, sensacionalista, en el año que ha transcurrido desde el arranque de la peste se ha superado a sí misma

Algunas de las participantes en 'La isla de las tentaciones'. En vídeo, una promoción de la tercera temporada.Vídeo: MEDIASET
Carlos Boyero

No puedo envidiar a tanta gente en el crepúsculo que al hacer repaso de su existencia podrían resumirla con esto: “He dedicado mi vida a trabajar y a ver la televisión”. Mi alergia hacia lo segundo es ancestral. Con excepciones, por supuesto. Pero pocas. La tele jamás me sirvió para matar el tiempo (el concepto es tétrico), para observar el mundo, por placer, como refugio contra el aburrimiento. Para anestesiarme prefiero el sueño o concentrarme en los misterios que hay en la pared o en el techo.

Por ello, me quedé atónito y dispuesto a salir corriendo cuando a mitad de los ochenta recibí la oferta de un periódico. Me pedían que escribiera de cine, pero su interés también se concentraba en que lo hiciera de la televisión. El pretexto que me dio alguien tan intuitivo como inteligente fue: “Te estoy pidiendo que escribas de lo que te dé la gana, ya que la televisión te da juego para todo”. No he dejado de hacerlo desde entonces, pero intentando estar en contacto con el bicho lo menos posible. Si siempre me pareció latoso, mediocre, convencional, histérico, sensacionalista, previsible, grisáceo, con imperdonable desprecio hacia el nivel mental y espiritual de los receptores, buscador de fórmulas tan vendibles como infames, cursi, en el año que ha transcurrido desde el arranque de la peste se ha superado a sí mismo. Imagino el dolor de cabeza y las alteraciones nerviosas entre los confinados que pasan los días en su asustante y embrutecedora compañía. El bicho abusa del griterío hasta la náusea, adorna la nada, vende permanentemente el terror, publicita el basureo.

Me cuentan que cada vez hay más personal que ya no recurre a la televisión para enterarse de las noticias del mundo. Encuentran puntualmente lo que buscan en informaciones a través de internet, ven películas y series en el ordenador, mediante pantallas y proyectores. Algo deberán de inventarse, aparte de La isla de los famosos, Supervivientes y La isla de las tentaciones, para enganchar a la juventud más descerebrada.

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