La televisión en España es más blanca que su público
Los rostros de minorías étnicas y raciales son en la pequeña pantala todavía más minoritarios que en las calles
“Si yo miro las noticias en televisión, veré 12 piezas. De esas 12, las únicas que hablarán de negros será dos. Una será una patera que ha llegado a Canarias; la otra, que va a haber un concierto de Lenny Kravitz. ¿Dónde estoy yo? Porque la mayoría de la población negra ni viene en patera ni es Lenny Kravitz. No veo que se hable de gente negra normal, como yo, y por eso no sé imaginarlos. No sé imaginarme un panadero negro, una periodista negra, o un médico negro. Porque no los veo”.
Lo que describe por teléfono Beatrice Duodu, ghanesa de 23 años, es el eterno problema de la representación de minorías en los medios de masas. Pero ella no habla de algo eterno. Se refiere al caso concreto de la televisión de España, el país en el que vive desde hace 19 años, casi toda su vida; y no solo a lo que ve en las noticias, sino también programas y en series. En cualquier horario, las caras que salen en esa pequeña pantalla son blancas. El porcentaje de personas negras, latinas, asiáticas o gitanas es siempre inferior al equivalente de esas poblaciones en el país. La televisión es el medio de comunicación totémico en España, pero es un mundo mucho más blanco que la sociedad a la que debe representar.
María Marcos Ramos, profesora de la Universidad de Salamanca, cuantificó parte de la situación. Entre 2016 y 2017 estudió, con el Observatorio de Contenidos Audiovisuales del centro, los personajes que se veían en las series del prime time español. En 26 series, hubo 723 personajes. 50 eran inmigrantes, un 7,1%. Un 13,01% de la población española en 2019 es inmigrante censada. Poco menos del doble. Aun admitiendo hay algunos, muy pocos, personajes de color en series que no son inmigrantes, el desequilibrio cuenta con margen de sobra. Además, un 52,2% de esos inmigrantes son mujeres y 47,7%, hombres. En televisión, la proporción se invierte: el 64,5% de los personajes son hombres y el 34,6%, mujeres. La mujer inmigrante es el gran punto ciego de la ficción española.
“Por un lado está la infrarrepresentación, que es preocupante, pero además, los inmigrantes que sí salen aparecen mal dibujados”, lamenta Marcos. “Estos personajes tienen trabajos poco cualificados o son analfabetos. Los datos estadísticos no reflejan esto: los inmigrantes no tienen menores niveles de estudio, al contrario, y algunos de ellos desempeñan profesiones importantes”. Incluso en una ficción tan diversa como Élite, la brillante estudiante musulmana Nadia vive marcada por la religión y clase social de su padre, un frutero marroquí. Ramos admite que hemos mejorado con la explosión de la ficción española en plataformas y cita otro de sus estudios, sobre gitanos en la pequeña pantalla. “Si nos remontamos a Brigada Central [una serie de TVE emitida entre 1989 y 1992], hay un comisario gitano, pero lo interpreta Imanol Arias. Ahora tenemos personajes gitanos en La casa de papel o Vis a Vis. En Mar de Plástico, una de las policías es gitana, lo que está mejor. Pero en esa serie también los inmigrantes son los que tratan con mujeres; y las mujeres marroquíes son las que sirven en casa del rico”.
El debate es casi tan viejo como la televisión. “En 2011, me reuní con 20 guionistas españoles en activo y les pregunté por qué aparecen tan pocos personajes inmigrantes. Me dijeron que si contrataban inmigrantes, tenían que ser figuración especial, que cuesta más dinero. También, que los productores no querían sacar personajes inmigrantes porque cuando salen, hay que hablar de su condición de inmigrantes. Por ejemplo, en Anatomía de Grey, el negro puede ser un personaje más: aquí sentían que debían contar temas de su color de piel o su inmigración”, prosigue Marcos. “Y por último, decían que hay pocos actores de color”.
Sobre este último punto, cabe preguntarse si el talento de color lo tiene más difícil que el resto para acabar delante de una cámara. Una actriz mulata, que prefiere no dar su nombre, recuerda cuando, hace ya años, estuvo a punto de fichar con un gran representante. Pidió que, por favor, no le buscara solo papeles “de negra”. Él dijo que eso era “imposible”. Ella se fue con otra agencia; él tiene representados negros hoy.
Fuera de la ficción, la curva es parecida: hay más diversidad que hace años, pero no la suficiente. Está Arturo Paniagua, nacido en Santo Domingo hace 37 años, periodista especializado en música que ha pasado por Radio 3, La 2, La Sexta y hoy presenta Sesiones en Movistar +. Cuando empezó a trabajar en medios, sobre 2009, no había nadie que tuviera su aspecto en televisión. Lo primero que hizo fue adaptar su acento dominicano para sonar español. Entonces fue una decisión calculada. “Tiene que ver con esa sensación de que tienes que encajar, pero para comunicar. Tienes que hacer para parecerte al otro”, recuerda hoy desde el plató de su programa. “Me va a estar viendo gente española, y la forma directa de conectar con ellos es hablar con ellos”. Hoy lo pensaría de otra manera. “Hemos llegado a una madurez para entender que la gente suena distinta. Bad Bunny no habla ni parecido a cómo suena un chaval español”. Todavía se sorprende cuando ve a otro negro a cualquier lado de la cámara. “Todavía tenemos barreras a la hora de acceder a la tele, sea detrás o delante de las cámaras”, alerta.
Y luego está Beatrice, la misma que cuestiona la representación en la televisión española. Lo hace desde la redacción de TV3, donde entró como reportera en septiembre. Y donde la ven las niñas que también vinieron de Ghana y hoy viven en Vic. “Si en 30 o 40 años solo ha habido un par de periodistas negros en las noticias, quién me iba a decir a mí que podía meterme en esto”, admite. “Pero es igual que todo. Si empezamos a ver periodistas chinos, los medios verán que no es tan raro”.
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