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Deborah Feldman: “Recibimos miles de mensajes de gente que se quiere ir de comunidades ultraortodoxas o cambiarlas desde dentro”

La autora de 'Unorthodox’, obra en la que se basa la serie de Netflix, recuerda su fuga de una colectividad judía jasídica y el impacto social del proyecto

Deborah Feldman en su casa de Berlín. En el vídeo, tráiler de 'Unorthodox'.Vídeo: Christophe Gateau (Getty) / Netflix
Ana Carbajosa

Millones de personas confinadas en todo el mundo se han dejado fascinar estos días por Unorthodox (Netflix), la serie sobre una judía ultraortodoxa que rompe con su comunidad jasídica de Nueva York e inicia una nueva vida lejos del universo religioso en Berlín. La escritora Deborah Feldman es la mujer detrás de esta historia, en cuyas memorias Unorthodox: The Scandalous Rejection of My Hasidic Roots se ha inspirado la serie que abre la puerta de los Satmar, un mundo tan exótico como real.

Abandonar una comunidad ultraortodoxa como hizo Feldman (Nueva York, 33 años) para salir al mundo exterior es casi como aterrizar en la Tierra procedente de Marte. Hay que empezar casi de cero, después de romper con un mundo tejido con una maraña de reglas asfixiantes, con las que cada vez más hombres y mujeres deciden cortar para siempre. La escritora estadounidense afincada en Berlín conversa con EL PAÍS sobre su vida y sobre las tensiones que recorren el judaísmo ultraortodoxo.

Pregunta. ¿Ha quedado satisfecha con el resultado de la serie?

Respuesta. Soy muy buena amiga de la directora y hacer la serie fue mi idea. Lo estuvimos discutiendo durante unos cuatro años, así que cuando se convirtió en un proyecto en serio, teníamos muy claro cómo iba a ser. No hubo sorpresas.

P. ¿Por qué decidió llevar su libro y su vida a la pantalla?

R. Hace diez años, cuando abandoné la comunidad, nadie conocía el mundo jasídico del que yo venía. Siempre ha sido mi deseo que seamos conscientes de la existencia de diferentes comunidades y de que la gente está tratando de escapar y vivir en el mundo exterior. Una serie de televisión siempre va a llegar mucho más lejos que un libro.

P. ¿Piensa que la serie va a tener un impacto en el mundo ultraortodoxo? Ellos no ven la televisión, pero probablemente oirán hablar de ella.

R. La atención desde fuera es lo que consigue ejercer presión dentro. Cuando abandoné la comunidad y quise tener la custodia de mi hijo, mi abogado me dijo que lo único que me permitiría no perderlo sería la exposición pública. Discutir estos asuntos en el mundo exterior es lo que puede producir cambios dentro.

P. ¿Cuántas generaciones cree que resistirán islas humanas como Williamsburg en EE UU o Meah Shearim en Israel, que son grupos cerrados incrustados y aislados en medio de mundos hiperconectados?

R. Ha habido muchos cambios en los últimos diez años con los smartphones. Mi sensación es que por un lado las comunidades se volverán más radicales y aisladas, pero a la vez la gente que ya se encontraba en los márgenes, acabarán fuera. Veremos más desertores, pero el núcleo se volverá más radical.

P. ¿Cuál ha sido la reacción hasta ahora entre los ultraortodoxos a la serie?

R. Por un lado hay una reacción crítica, y se repliegan hacia dentro y se vuelven más estrictos, pero a la vez, hemos recibido cientos o miles de mensajes de gente que está dentro de la comunidad que ahora piensa en irse o cambiarla desde dentro.

P. ¿Miles de mensajes? Es como si hubieran desatado un movimiento social.

R. Cada día, todo el equipo nos vemos inundados de mensajes. No se trata de desatar, sino de llevar a la superficie algo que siempre ha estado ahí.

P. ¿Qué fue lo que más le costó cuando decidió abandonar la comunidad?

R. Para cada persona es diferente. En mi caso fue mi hijo y tener derecho a ser su madre y criarlo. Las mujeres en la comunidad no tienen el poder de decidir a la hora de criar a sus hijos, estás ahí para lavar la ropa y mantener la casa. Nunca antes una mujer se había ido de la comunidad y había logrado mantener la custodia. Yo conocía mujeres que acabaron suicidándose porque no lo consiguieron y sentían que su vida no tenía sentido sin sus hijos. Los hombres a menudo se van porque tienen una crisis de fe, son crisis más existenciales.

P. ¿Qué es lo que echa de menos de aquella vida comunitaria?

R. Yo siempre fui muy diferente dentro de la comunidad. Eché de menos sobre todo a mi abuela, porque tenía una relación muy estrecha con ella, pero como cuando me fui ya tenía demencia, sentía que ya la había perdido antes.

P. ¿Nunca ha vuelto?

R. No, nunca volví.

P. ¿Qué es lo que más le costó en su nueva vida, cuando dio el salto al mundo exterior?

R. Hay muchísimas dificultades, para empezar porque no recibes una educación académica laica y no estás preparada para entrar en el sistema educativo, lo que significa que no tienes una independencia económica. No hablas bien el idioma, no entiendes los códigos sociales, te cuesta hacer amigos y encontrar una red de apoyo social y emocional. Además, eres dependiente económicamente de la comunidad y fuera no tienes nada. La comunidad te ha hecho incapaz de ser independiente.

P. Hay que aprender a vivir de cero.

R. Sí y la mayoría fracasan.

P. ¿Es más fácil para los hombres que abandonan el mundo ultraortodoxo reconectar después con sus familias? El actor que interpreta a Moishe en la serie ha vuelto a ver a su familia en la vida real.

R. Sí, muy recientemente. Su familia no nació ultraortodoxa, sino que se convirtió más tarde y por lo tanto, habían estado expuestos al mundo exterior, pero es verdad que los hombres lo tienen más fácil. Encuentran más comprensión y tienen más libertad. Como el número de personas que se salen ha crecido mucho, la actitud de la comunidad ha cambiado y ahora trata de mantener control mediante el contacto y la manipulación. Los casos de suicidio que conozco tienen que ver con la influencia que les llega de ese mundo, que le dice que van a fracasar aquí fuera. Les tratan de convencer de que la única opción es volver, porque fuera fracasarán.

P. Hay organizaciones que ayudan a quienes salen a aprender a vivir.

R. En mi caso no me ayudó mucho porque te ofrecen una red de apoyo de gente que se ha ido y a menudo acabas atrapada en un limbo y no puedes avanzar. Yo me di cuenta de que tenía que encontrar gente en el mundo exterior real y no estar rodeada de gente como yo.

Deborah Feldman (izquierda) y Shira Haas (Etsy en la ficción) en el rodaje de 'Unorthodox'.
Deborah Feldman (izquierda) y Shira Haas (Etsy en la ficción) en el rodaje de 'Unorthodox'.Anika Molnar/Netflix (Anika Molnar/Netflix)

P. La serie ha suscitado críticas por resaltar solo los aspectos más negativos del mundo ultraortodoxo.

R. Hay gente que procede de ese mundo que ha trabajado en la serie para tratar de hacerla lo más precisa y real posible. Mucha gente de dentro nos dice que les ha sorprendido lo realista que es, pero hay también quien dice que no se siente representada. Luego hay críticas que son más interesantes, que proceden de un judaísmo más moderado. Es la dinámica que sale en la serie, de la chica israelí que es la más cruel con la protagonista, porque conoce mucho mejor que nadie el mundo del que procede Etsy. Hay judíos que protestan por la serie, que no conocen nada de los Satmar, pero que creen que no deberíamos contar esta historia porque da una mala imagen de todos los judíos. Preferirían que la gente como yo nos calláramos, pero a la vez no nos prestan apoyo cuando salimos. El rechazo que yo experimenté fue sobre todo de estos judíos, pero eso una de las cosas que queremos provocar con la serie es un diálogo dentro del mundo judío.

P. Alemania y sobre todo Berlín tiene un papel protagonista en la película. Muchos jóvenes judíos se mudan ahora a la capital alemana. ¿Cuál cree que es la vivencia de estas generaciones comparada con las anteriores?

R. Una cosa es Alemania y otra Berlín, que siempre ha sido un caso único, una excepción cultural y una ciudad muy libre. Aunque yo estoy feliz de haber venido a Alemania. Si creces en una comunidad muy marcada por la memoria del Holocausto, hay un cierto alivio cuando te mudas a un país donde la sociedad soporta el mismo peso de la memoria, que es algo que no se puede decir de EE UU, donde la gente no sabe mucho del Holocausto, estás muy sola y en Alemania no.

P. En Israel, en muchas comunidades ultraortodoxas son las mujeres las que trabajan fuera y ellos estudian los textos sagrados. En su comunidad no era así.

R. Es un sistema económico muy complicado que funciona un poco como el comunismo. Ciertas familias regentan grandes negocios y emplean a miembros elegidos de la comunidad y el dinero va a parar a un banco comunal que paga las becas para que los hombres estudien la Torah. Las mujeres pueden trabajar desde casa, cosiendo o haciendo pelucas, pero es raro que salgan a trabajar.

P. ¿En qué trabaja ahora?

R. Llevo dos años trabajando en una novela en alemán y está casi acabada.

P. ¿Es muy difícil dar el salto del yiddish al alemán?

R. No. Están muy relacionados y hay muchas similitudes no solo lingüísticas, sino también emocionales, pero la ventaja de escribir en alemán es que tiene un vocabulario más amplio y te da más libertad como escritora.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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