Cómo la Covid-19 cambió la televisión, país a país
De Israel a Brasil y de China a Italia, las cadenas de casi todo el planeta han tenido que adaptarse a un mundo en pandemia
La televisión es la forma más rápida de conocer a un país: muestra sus principios, sus neurosis y sus ideales de forma más gráfica que el código penal. Una alternativa a esta vieja máxima del mundillo sería ver las docenas de maneras en las que las televisiones de cada país responden al gran desfaío de estos meses: ¿qué emitir durante una pandemia? A lo que sigue la otra gran incógnita: ¿cómo hacerlo?
En las parrillas es posible encontrar estos días no pocas estampas inusualmente representativas de sus países. En Francia, con el confinamiento, vigente desde el 16 de marzo, está viéndose un fenómeno con nombre y apellido: Louis de Funès. Sus viejas películas —raramente apreciadas por la crítica, pero siempre populares— se han convertido en uno de los éxitos de la pequeña pantalla. De Rabbi Jacob a la serie de Gendarme, varias cadenas han encontrado en el gran actor cómico la fórmula para llenar la programación de la tarde y noche y alcanzar audiencias millonarias. De Funès (1914-1983) es un referente común para muchos franceses, interclasista e intergeneracional: el espejo nostálgico de otro tiempo —el de los años sesenta y setenta, en pleno periodo de crecimiento económico y prosperidad— y un pasatiempo inocente y apto para toda la familia. “El mejor antidepresor contra el coronavirus”, lo ha llamado el Journal du dimanche: una forma de evasión.
En América Latina, el coronavirus ha trastocado uno de los productos culturales más incontestables de Brasil: las telenovelas. Para mitigar el riesgo de contagio entre sus equipos, las emisoras de televisión, entre ellas la Red Globo, la más grande de Latinoamérica, cancelaron la grabación de lo que allí son auténticas instituciones culturales, incluso las que se retrasmitían en prime time. La solución ha sido volver a las telenovelas de principios de los años 2000, para tratar de mantener el nivel de audiencia en esas franjas horarias.
En Israel, las cadenas han tenido que negociar el espacio de la crisis del coronavirus con otra: la crisis política doméstica tras las elecciones de marzo, las terceras en un año, con la crisis sanitaria global. En este país, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, tan pronto aparece en pantalla en horario estelar para declarar obligatorio el uso de mascarillas como para reclamar un Gobierno de unidad nacional frente a la pandemia.
Es en los paíse europeos donde se detectan más puntos en común. Allí, la sucesión de crisis provocadas por la Covid-19 ha barrido todas las parrillas, despojándolas de programas de entretenimiento, que de cualquier manera no se pueden continuar grabando, y dejando en su lugar espacios informativos. Comparten una imagen que casi parece la estética de estos tiempos: una pantalla partida con varias caras, cada una en su casa, con la estantería de fondo, la cámara apuntada al mentón y ropa informal. Este cambio se puede usar como indicativo de la severidad con la que el virus ha golpeado a una nación.
En Italia, uno de los territorios más golpeados, numerosos programas de entretenimiento quedaron cancelados o reducidos a la mínima expresión. Y en algunos espacios de actualidad, algunos contertulios conectan desde sus casas y la cadena Sky Tg24 ha comenzado a realizar algunos de sus informativos completamente en remoto, desde las casas de los trabajadores, incluido el presentador y el realizador. En ese país, la ficción y las reposiciones de concursos han ocupado la otra parte del espacio que ha dejado el entretenimiento. Al principio del brote los programas de actualidad registraron un notable aumento de audiencia, las últimas semanas la atención de los espectadores ha virado ligeramente hacia la ficción. Según un estudio de la compañía Barometro, los programas de actualidad perdieron, de media, unos 200.000 espectadores la última semana de marzo respecto a la primera del mismo mes, mientras que las películas ganaron más de 400.000 espectadores.
La televisión, sin embargo, ha vuelto a ser el nexo entre incontables habitantes aislados y con ganas de aferrarse a cierta normalidad con rostros y programas populares. En Reino Unido, han hecho que la televisión generalista esté teniendo cifras récord de audiencia. Las cadenas, comenzando por la BBC, se han volcado en sus espacios informativos a la vez que suspendían algunos de sus programas de entretenimiento. BBC Breakfast, o News at One, Six and Ten han ampliado su franja de emisión para centrarse en la crisis. Los productos que necesitan una audiencia en directo han debido readaptar su formato o han sido suspendidos temporalmente. The Graham Norton Show, o The Jeremy Vine Show, fueron los primeros en ensayar su cita diaria desde el domicilio de los presentadores, un truco que por cierto también hacen Jimmy Fallon, Noah Trevor o Seth Meyer en Estados Unidos.
En Inglaterra proliferan los espacios infantiles y educativos, igual que en Israel. En Alemania ocurre algo parecido. Toda la programación del canal infantil conjunto de las dos cadenas públicas, ARD y ZDF, se ha reorganizado para ofrecer desde mediados del mes pasado una mezcla de oferta con noticias y programas formativos bajo el título @gemeinsamzuhause (juntos en casa). Para los mayores a falta de la Bundesliga, la ARD ofrece ahora viejos clásicos del fútbol alemán. Y Super RTL ha optado por ofrecer solo filmes optimistas bajo el lema “películas de buen humor en lugar de crímenes” para tratar de mejorar el estado de ánimo de los alemanes.
En China, país donde se originó la Covid-19, hubo disrupciones parecidas. Uno de los programas más icónicos de la primera cadena del país, la CCTV, es la gala de año nuevo lunar, que en 2019 congregó a 1.173 millones de espectadores. En la edición emitida el 24 de enero, las conexiones con algunas provincias tuvieron que realizarse en diferido a causa de la pandemia. La cadena optó por rellenar su parrilla durante los meses de febrero y marzo con contenidos ya emitidos. “Seguimos produciendo, pero no podemos editar ni grabar”, explica un trabajador de la sección de cultura desde su casa, donde trabaja desde hace dos meses.
Sin embargo, la normalidad, o algo parecido a ella, resulta inevitable. En China conviven más de 3.000 canales: la enorme mayoría tiene titularidad pública y son gestionados por cada nivel de la administración territorial. Por eso, desde que a principios de febrero las restricciones a la movilidad comenzaron a relajarse, sus trabajadores contaron con permisos especiales para desplazarse hasta los estudios y así, pese a contar con equipos reducidos, mantener la programación en marcha.
Con información de Marc Bassets, Enrique Müller, Joana Oliveira, Lorena Pacho, Jaime Santirso, Juan Carlos Sanz y Rafa de Miguel.
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