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Papageno y Werther, las dos caras de internet ante las ideas suicidas y de autolesión

Un grupo de investigadoras señala cómo las redes sociales y la información en línea pueden influenciar de forma positiva o negativa las tendencias a dañarse o quitarse la vida

Raúl Limón
Salud mental redes sociales
Una estudiante consulta redes sociales en su móvil mientras revisa información por internet.PACO PUENTES (EL PAÍS)

Molly Russell, de 14 años, se suicidó en noviembre de 2017 cerca de Londres. Su padre rastreó sus últimas interacciones en internet y detectó que la adolescente había consultado, respondido o compartido más de 2.000 publicaciones relacionadas con ideas suicidas, las autolesiones o la depresión. La otra cara de esta dramática realidad la aporta Lucy Biddle, profesora de Salud Mental de la Universidad de Bristol, a raíz de un testimonio recogido en sus investigaciones en un foro de prevención del suicidio: “Fue emocionante porque había un lugar al que podía ir, nadie me conocía y literalmente podía hablar y decirle a la gente por qué quería morir sin temor a ser encerrado o incomprendido”. En este caso, internet salvó una vida.

Las redes sociales y la información en internet son un poderoso instrumento que, según Jacqui Morrissey, investigadora de Samaritans (una organización de ayuda a personas con angustia emocional), “pueden proporcionar oportunidades realmente positivas” o convertirse en un factor desencadenante de consecuencias graves. Se conocen como efectos Papageno o Werther. El primero hace referencia al personaje de La flauta mágica de Mozart salvado del suicidio por tres jóvenes genios. El efecto contrario toma su nombre de la novela Las penas del joven Werther de Goethe, cuyo protagonista se mata por amor a Lotte. Un grupo de investigadoras, convocadas por Science Media Center, coincide en la importancia de la influencia de internet y las redes sociales para afrontar ideas de autolesión o suicidas.

“Cuando pensamos en las redes sociales y la salud mental es realmente importante que no simplifiquemos demasiado el problema: sabemos que el comportamiento suicida es complejo y que rara vez es el resultado de un solo factor”, advierte Morrissey. Pero esta complejidad tampoco debe llevar a minusvalorar la influencia de las redes y los contenidos de internet. Según la investigadora de Samaritans, “décadas de investigación demuestran los fuertes vínculos”. “Los jóvenes son más susceptibles al comportamiento suicida por imitación y es más probable que se vean influenciados”, explica.

La capacidad social de las redes puede ser favorable si se convierte en los genios de Papageo. “Pueden proporcionar oportunidades realmente positivas para que las personas hablen abiertamente y accedan a grupos de apoyo. Es posible que una persona se sienta aislada, que no pueda compartir lo que le está sucediendo con su familia o amigos en persona, pero puede encontrar en internet una comunidad de compañeros con experiencias similares a la suya a la que sea capaz de abrirse. Dos de cada tres personas que relataron experiencias de autolesión afirman que los foros en línea y los consejos fueron realmente útiles”, explica.

Pero internet puede desencadenar también el efecto Werther. “Hay una gran cantidad de información y consejos en línea que proporcionan acceso a contenido que puede exacerbar las actitudes. Una investigación de la Universidad de Manchester en 2017 encontró que el uso de internet está relacionado con el suicidio en el 26% de las muertes en menores de 20 años”, añade Morrissey.

A golpe de clic, según un reciente estudio de Samaritans y la Universidad de Bristol, se pueden encontrar instrucciones, consejos, métodos de autolesión y “contenido que retrata el suicidio con descripciones gráficas de forma positiva o deseable”, según alerta la investigadora, quien advierte de que no es un problema exclusivo de jóvenes: “Cumplir 18 años no te hace inmune repentinamente”.

Muchas personas usan el entorno en línea para escribir un diario y contar sus historias de recuperación. Escuchar sus historias puede proteger”
Ann John, profesora de Psiquiatría en la Universidad de Swanse

Ante esta dualidad de las redes es necesario actuar. Pero, para la investigadora, “no se trata de cerrar las conversaciones, sino de garantizar espacios seguros”. Para conseguirlo, Rina Dutta, especialista en psiquiatría del King’s College de Londres, cree que se necesita un “nuevo marco para desbloquear el potencial de las redes sociales en la investigación sobre la salud mental de los jóvenes” y “pautas sólidas de gestión de esos datos, así como una responsabilidad bien definida de las instituciones que trabajan con plataformas de redes sociales”.

Ann John, profesora de Psiquiatría en la Universidad de Swansea, coincide en la importancia de las redes como instrumento de investigación y para desarrollar herramientas de apoyo. “Muchas personas usan el entorno en línea para escribir un diario y contar sus historias de recuperación. Escuchar sus historias puede proteger”, asegura.

En este sentido, la investigadora señala directamente a las plataformas para reclamarles responsabilidad en la orientación de los resultados de búsquedas hacia informaciones favorables: “Pueden usar los algoritmos [las fórmulas automáticas que seleccionan páginas en función de las búsquedas y preferencias del usuario] para impulsar los contenidos más positivos, fuentes de apoyo e historias de recuperación”. “Hemos visto a algunas compañías de redes sociales dar pasos positivos en la dirección correcta, pero hay más que pueden hacer”, añade Morrisey.

Hay veces que se pasa de la curiosidad a la visualización compulsiva y a la interacción con otros para caer en una ratonera”
Lucy Biddle, profesora de Salud Mental de la Universidad de Bristol

Lucy Biddle, profesora de Salud Mental de la Universidad de Bristol, admite la importancia de la investigación a partir de datos, la responsabilidad de las plataformas y la relevancia de las historias personales de recuperación. No obstante, advierte de un problema que añade complejidad al escenario: “El daño del contenido en internet no es sencillo de identificar, no siempre es explícito. Lo que parece ser beneficioso, tras analizarlo retrospectivamente, puede entenderse como algo dañino. Los contenidos y las motivaciones para acceder a ellos varían en cada persona en función de la angustia mental. Debemos continuar con nuestros esfuerzos para refinar esto y aprender más sobre los buenos y los malos recursos”. “Hay veces que se pasa de la curiosidad a la visualización compulsiva y a la interacción con otros para caer en una ratonera”, explica.

Estrategias de seguridad

Biddle destaca en este sentido la importancia de contar con los usuarios, tanto los pasivos de riesgo como con los activos, y completar las acciones con estrategias de seguridad, como eliminar aplicaciones, silenciar términos o abrir cuentas nuevas que eviten los algoritmos personalizados. “Vemos una lucha continua para mantener el control. Los usuarios rara vez aspiran a dejar atrás el mundo en línea. Saben que pueden sufrir daños, pero piensan que obtienen suficientes beneficios y pueden superarlos o eludir el riesgo, por lo que persisten en ponerse en un estado constante de vulnerabilidad e interactuar con otros usuarios de alto riesgo. Creo que es necesario mejorar las habilidades y capacitar a los usuarios”.

“Es importante que abramos el diálogo y permitamos que las personas hablen y busquen ayuda en relación con sus vidas en línea sin ser estigmatizadas, sin que sientan que tienen comportamiento pecaminosos que necesitan mantener en secreto”, concluye.

Sonia Livingstone, profesora de Psicología Social de la London School de Económicas y Ciencias Políticas, insiste en esa difusa línea que separa la curiosidad, la búsqueda o la distracción con la incorporación a espacios perjudiciales: “Quieren encontrar un reconocimiento para sus desafíos y dificultades particulares y pueden encontrarlo y que sea un apoyo inspirador, algo que la interacción física social no puede proporcionarles. Pero la misma mirada activa de búsqueda los lleva a lugares oscuros”. Y en cuestión de minutos.

En este sentido, Livingstone recuerda cómo un joven le relató que descubrió un contenido suicida en una plataforma y consiguió que se eliminara en cuatro horas. “Me pareció fascinante. Pensé ingenuamente que cuatro horas era una respuesta bastante rápida. No podía imaginar cuántas veces esa imagen de suicidio había sido compartida, copiada, descargada y vista antes de que fuera eliminada”.

(El teléfono gratuito y permanente de atención a la conducta suicida en España es el 024. Es una línea telefónica de ayuda para las personas con pensamientos, ideaciones o riesgo de conducta suicida y para sus familiares y allegados. En caso de emergencia vital inminente puede llamar directamente al teléfono de emergencias 112).

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Sobre la firma

Raúl Limón
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, máster en Periodismo Digital por la Universidad Autónoma de Madrid y con formación en EEUU, es redactor de la sección de Ciencia. Colabora en televisión, ha escrito dos libros (uno de ellos Premio Lorca) y fue distinguido con el galardón a la Difusión en la Era Digital.

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