El maestro es el que aprende
Tres millones de niños preguntan o responden a las dudas escolares en un exitoso sistema pedagógico
Cinco millones de escolares americanos conforman una comunidad inusual. No siguen al mismo equipo de fútbol, no veneran a una única estrella pop, ni un videojuego. Les une, rompiendo fronteras y esquemas, el interés por aprender —y a su vez enseñar— en Aula 365, que incluye apps, películas, una serie animada en Netflix o un cómic con 3.500 autores. “Aula 365 es un sistema de apoyo escolar, de entrenamiento escolar. Es muy linda”, cuenta orgulloso en Madrid el economista argentino Pablo Aristizábal, que hace 18 años puso los cimientos de este complejo, rompedor y exitoso proyecto pedagógico.
Aristizábal, que creó la cátedra Emprendedor en la facultad de Económicas de la Universidad de Buenos Aires, toca todos los palos. Es el creativo, el estratega empresarial —aunque el componente social tiene mucho peso en la compañía— y su mejor difusor. El argentino parte de la idea de que hay que dar un motivo al niño para querer saber algo. Lo llama: “aprendizaje significativo”. “¿Para qué me sirve aprender esto que estoy aprendiendo? El pluscuamperfecto, la división, la fotosíntesis…”, argumenta.
Con esta premisa en mente Aristizábal desarrolló “más de mil películas animadas, de todas las áreas escolares y de todas las edades”, con las que se da respuesta a las dudas de los niños. Al principio las cintas —en español (“neutro o castizo”), portugués o inglés— se podían consultar en el ordenador y ahora también en apps. Hacerlo es gratuito. Solo hay un coste económico si se demanda la ayuda de un profesor online. No cuenta con ayuda de ninguna Administración pública, porque ni él la ha pedido ni parece quererla. “¿Para qué?”, se pregunta enarcando las cejas.
Y desde el principio tuvo claro que, para que Aula 365 funcionase, “tenía que tener una lógica de estudiante con estudiante”. Por eso, en cada vídeo estimulan a que los escolares “hagan preguntas y a que, solidariamente, ayuden a otro niño [cuando conozcan la respuesta], porque en su rol de maestro es cuando más aprenden. Es la clase invertida”. El economista explica con asombro que “hay testimonio de tres millones de niños participando en esto”.
Los Creadores, los superhéroes del conocimiento que protagonizan sus cintas, saltaron en 2010 de las películas animadas a un tebeo que recrea su vida con los mimbres de las ideas enviadas por 3.500 menores de 76 países. Un reto ingente que obtuvo su recompensa, porque la publicación fue incluida en el Libro Guinness de los Récords como el cómic colaborativo más grande jamás escrito.
Pero Aristizábal ambicionaba más y Los Creadores transitaron en 2012 a las tres dimensiones con Creápolis, un espacio en el que el pequeño internauta levanta su propia ciudad. Y apenas un año después, gracias a unas gafas de realidad aumentada, los personajes cobraron vida en el periódico interactivo Kids News. Aparecen, además, desde 2015 en una serie de 26 episodios rodada a marchas forzadas en dos años y que mezcla personajes físicos y animaciones 3D. Acumula premios y ya puede verse en tres idiomas en las plataformas Netflix de América.
Aristizábal explica con contagiosa pasión y un discurso inagotable la necesidad de una “revolución educativa” que lleve a los niños a no repetir como papagayos la lección, sino a construir, crear, sus propias ideas. Y se desespera pensando que sus alumnos en la Universidad de Buenos Aires, a diferencia de los de hace dos décadas, pasan grandes apuros para responder a una simple pegunta: “¿Qué sabes hacer?”. Alguno repregunta si computa jugar a videojuegos.
Aristizábal ha enfatizado la necesidad de que cada uno cree incluso delante de su compatriota el Papa Francisco, que en Youtube aparece escuchándole con atención. Aunque el Pontífice, claro, le reserva algo de protagonismo a Dios “que está en nuestra semilla”.
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