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Fertilizar los océanos para sembrar beneficios

Algunos tecnócratas de Silicon Valley estudian las posibilidades del plancton para mitigar los efectos del calentamiento global

¿Puede el plancton salvar el planeta? Algunos tecnócratas de Silicon Valley creen que sí. En un esfuerzo por mitigar los efectos del calentamiento global, varios grupos trabajan en iniciativas para cultivar grandes campos flotantes de plancton destinados a absorber el dióxido de carbono de la atmósfera y llevarlo a las profundidades del océano.

Es una teoría, debatida por los expertos durante años, que todavía suena a ciencia-ficción, y algunos eruditos creen que ésa es la categoría a la que pertenece.

Pero, aunque muchas preguntas siguen sin respuesta, se prevé que el primer proyecto comercial se ponga en marcha este mes, cuando el WeatherBird II, un barco de investigación de 35 metros, zarpe de Florida en dirección a las Galápagos y el Pacífico Sur.

El barco planea disolver varias toneladas métricas de hierro, un nutriente del plancton, en un área de 10.000 kilómetros cuadrados.

Cuando los restos de hierro fomenten el crecimiento y la reproducción del diminuto organismo, los científicos del WeatherBird II calcularán qué cantidad de dióxido de carbono ingiere el plancton.

La idea es similar a la plantación de bosques llenos de árboles inhaladores de carbono, pero en extensiones desiertas del océano.

"Esto es jardinería orgánica, no física cuántica", dice Russ George, consejero delegado de Planktos, la empresa responsable del proyecto del WeatherBird II. "¿Es posible que resulte tan sencillo como nosotros decimos? Estamos a punto de descubrirlo", dice.

Para George, esto no es sólo ciencia y ecología, es un negocio, y posiblemente de los grandes. Nuevos tratados y regulaciones por todo el mundo obligan a las empresas a buscar sistemas para compensar sus emisiones de carbono, y tal vez Planktos y su competencia cobren millones por sus servicios.

Planktos y su rival Climos, fundada por un ex millonario de las puntocom, quieren comercializar la fertilización oceánica. Sus iniciativas subrayan el cada vez mayor esfuerzo por eliminar carbono de la atmósfera. Las soluciones incluyen la reforestación de bosques y la recuperación de toneladas de carbono resultante de la quema de carbón para la electricidad y el petróleo, devolviéndolo al subsuelo.

Desde Silicon Valley, donde los innovadores desvían su atención hacia los negocios medioambientales, empiezan a llegar soluciones tecnológicas. Su rentabilidad económica podría ser considerable, afirma Daniel M. Kammen, catedrático de la Universidad de California en Berkeley.

En Europa, donde existe un mercado de créditos de carbono, compensar una tonelada de emisiones de carbono sólo cuesta 1,4 euros. Pero no hace mucho, esa cifra era de 25,7. Planktos cree poder cosechar unos beneficios sustanciales si obtiene 3,6 euros la tonelada por capturar dióxido de carbono. "El coste de la compensación con estas tecnologías es inferior al de la construcción de placas solares o molinos de viento", dice Kammen.

Pero, según algunos expertos oceanográficos, existe el riesgo de hacer más mal que bien al estimular el crecimiento del plancton. Ken Buesseler, científico de la Woods Hole Oceanographic Institution en Massachusetts, dice que, aunque al principio quizá se absorba el carbono, es probable que parte de él vuelva a la atmósfera cuando el plancton sea consumido o se descomponga.

A algunos académicos les preocupa que las floraciones de plancton puedan liberar metano y óxido nitroso, lo cual aumentaría los gases invernadero. Buesseler ha organizado una conferencia en otoño para reunir a los expertos en fertilización oceánica, evaluar los años de investigación en ese terreno y ver la manera de fomentarla.

Entra en escena George, de 57 años y fundador de Planktos, con sede en California. Después de trabajar como asesor medioambiental en Canadá, se le ocurrió el concepto de Planktos en 1997, el mismo año del Protocolo de Kioto, el tratado que ha impulsado el grueso de las normas para la reducción del carbono.

Según George, su objetivo iba más allá de mitigar las emisiones de carbono; también quería restaurar el plancton perdido por el cambio climático. Las iniciativas del WeatherBird II no implican que la ciencia esté lista para su comercialización, dice, pero pretenden ofrecer una investigación que podría probar su efectividad.

Destacados científicos están participando en los esfuerzos de comercialización. Margaret S. Leinen, ex directora adjunta de geociencia en la National Science Foundation, actualmente dirige a los científicos de Climos. Y es la madre de Dan Whaley, su fundador.

Whaley, que hizo su fortuna durante el auge de las puntocom al fundar Get-There.com, ha organizado una junta de asesores científicos, que incluye al ex presidente de la American Association for the Advancement of Science y al director del National Center for Atmospheric Research.

Whaley no revela cuándo y cómo Climos ofrecerá pruebas al mercado de que puede utilizar la fertilización oceánica para una compensación del carbono a largo plazo. Sin embargo, eso no le impide plantear un reto a Planktos.

"Quien se tome esto en serio debe lograr que se involucren los líderes de la comunidad oceanográfica", asegura Whaley, "y no limitarse a navegar por ahí lanzando hierro por la popa de un barco".

Thor Swift para The New York Times

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