Acuicultura: la importancia de comer ‘azul’ para vivir en verde

Al incluir pescado de acuicultura en su dieta, el ser humano se cuida por dentro, pero también promueve un mundo más sostenible. La Acuicultura de España tiene un papel clave en la nutrición del futuro: es un sector capaz de evitar que el consumo frenético de alimentos termine agotando los recursos de mares y ríos. La proteína y los ácidos grasos omega 3 que aportan sus productos contribuyen a alargar la vida de las personas. Y de paso, la del planeta

En las 5.200 instalaciones españolas se cultivan una gran diversidad de pescados y moluscos capaces de aportar al conjunto de la población los valores nutricionales necesarios e imprescindibles para la salud.
En las 5.200 instalaciones españolas se cultivan una gran diversidad de pescados y moluscos capaces de aportar al conjunto de la población los valores nutricionales necesarios e imprescindibles para la salud.

Okinawa es una isla japonesa que centra la atención de múltiples estudios científicos. El objeto de la investigación no es solamente indagar por qué su población tiene la esperanza de vida más alta del mundo, sino más bien entender el motivo por el cual una gran parte de sus ciudadanos alcanzan los 90 años sin sufrir ningún deterioro cognitivo reseñable o sin haber padecido a lo largo de su vida enfermedades cardiovasculares, diabetes o cánceres. Estudiando sus hábitos, los investigadores han dado con una de las claves de su extraordinaria longevidad: una dieta moderada en calorías y basada en el pescado como fuente principal de proteínas. Tiene sentido: los alimentos del mar aportan proteínas de alto valor biológico ⎯contienen todos los aminoácidos esenciales⎯, ácidos grasos omega 3 y una cantidad relevante de minerales y vitaminas que resultan esenciales para cuidar la salud del cerebro y la cardiovascular, así como la de los sistemas inmunitario, endocrino y respiratorio.

Queda claro que el pescado es fuente de vida. Pero, lamentablemente, este manantial no es ilimitado. Si el consumo mundial por persona y año de pescado está establecido en más de 20 kilos y la población del planeta crece a pasos agigantados (para 2050 se calcula que habrá 9.700 millones de personas), ¿cómo cubrir esa demanda global de proteína de productos de mares y ríos? Si no se quiere forzar los ecosistemas silvestres, ¿cómo alcanzar esas necesidades nutricionales que procuran más longevidad al organismo? La respuesta está en la acuicultura, la actividad a través de la cual se cultivan peces, mariscos, crustáceos y algas para en viveros en el mar o en los ríos. Un sector que, tal y como afirman muchos expertos, entre otros la Agencia de Alimentos de las Naciones Unidas (FAO), se revela como imprescindible para abastecer a la población mundial de pescado de calidad, a un precio asequible y sin forzar los ecosistemas silvestres.

España es referente de una acuicultura rica y variada

Por detrás de Japón, Suiza y Singapur, España es el cuarto país del mundo con mayor esperanza de vida (83,6 años). Pero, a diferencia de los de Okinawa, sus habitantes llegan a la vejez mucho más deteriorados; es decir, acarreando bastantes problemas de salud. A la hora de emular el hito nipón, hay que tener en cuenta que la genética es importante, pero casi lo es más el estilo de vida, un concepto en el que se incluye la dieta, por supuesto. En España es muy fácil calcar el menú basado en proteína procedente de mares y ríos que ha permitido a los japoneses liderar la esperanza de vida del mundo. Solamente hay que confiar (abiertamente) en el sector acuícola español, que cuenta con un enorme potencial para suministrar alimentos saludables, sostenibles y de proximidad.

El pescado de acuicultura española destaca porque tenemos un agua con una calidad excelente. Además, al comprarlo nos aseguramos de que se adquiere un producto que cumple con toda la legislación europea
Garazi Rodríguez, responsable de los Planes de Producción y Comercialización de Apromar

Las empresas que forman parte de él cuentan con 5.200 instalaciones en territorio (y litoral) español que cultivan una gran diversidad de pescados y moluscos capaces de aportar al conjunto de la población los valores nutricionales necesarios e imprescindibles para la salud, pero también para el disfrute del paladar. Este no es un detalle menor, ya que, en una sociedad como la española tan implicada en la gastronomía, el mero hecho de encontrar deleite con una lubina o dorada a la sal también cuenta, y mucho. Especies como las mencionadas, además de la corvina, el rodaballo, la anguila, el atún rojo, la trucha arcoíris o el esturión se pueden disfrutar hoy en día a un precio asequible gracias a la acuicultura.

Un pescado seguro, fresco, sabroso y sostenible

La acuicultura española es sinónimo de seguridad alimentaria. Como destaca Garazi Rodríguez, responsable de los Planes de Producción y Comercialización de la Asociación Empresarial de Acuicultura de España (Apromar), “al comprar pescados de acuicultura española nos aseguramos de que se adquiere un producto que cumple con toda la legislación europea”, explica. “Y eso incluye una reglamentación ambiental que implica que cada una de las instalaciones de acuicultura de nuestro país tiene que obedecer a unas estrictas normas, entre las que se incluyen un plan de vigilancia ambiental y analíticas periódicas”. Adquiriendo un pescado de acuicultura, el consumidor puede estar seguro de que compra un producto que está respetando la legislación alimentaria europea, la más estricta del mundo.

Desde el punto de vista medioambiental, la acuicultura es imprescindible. Y, además, es una garantía de calidad: simple y llanamente porque para cultivar pescado y marisco las aguas tienen que estar en perfecto estado. “El pescado de acuicultura española destaca porque tenemos un agua con una calidad excelente”, confirma Garazi Rodríguez. “Podemos estar bien seguros de que los productos acuícolas cultivados en los mares y ríos de nuestro país se han cultivado en un agua de una calidad excepcional. Además, sabemos ⎯por los estudios que hacemos⎯ que los pescados de cultivo tienen un contenido importantísimo en ácidos grasos, minerales, oligoelementos y vitaminas que resultan claves para la salud de la población”.

Especies como la lubina, la dorada, la corvina, el rodaballo, la anguila, el atún rojo, la trucha arcoíris o el esturión se pueden disfrutar hoy en día a un precio asequible gracias a la acuicultura
Especies como la lubina, la dorada, la corvina, el rodaballo, la anguila, el atún rojo, la trucha arcoíris o el esturión se pueden disfrutar hoy en día a un precio asequible gracias a la acuicultura

La bióloga añade un factor decisivo más: que el sector acuícola español se ha adaptado muy rápido a las nuevas tecnologías. “Las instalaciones acuícolas de nuestro país están a la vanguardia de la tecnología. Por ejemplo, a la hora de recopilar datos de sensores automáticos que envían información en tiempo real sobre la oxigenación del agua, la alimentación o el ajuste de la temperatura. También en la implementación de tecnologías como Blockchain (un sistema de software capaz de registrar todas las actividades a lo largo de toda cadena de valor), que permite ver la trazabilidad del pescado, transfiriendo información desde la hora a la que se cogió hasta su llegada al mercado”, detalla la experta.

Un producto de cercanía que reduce la huella de carbono

La sociedad necesita, y cada vez más, el producto de proximidad. El pescado de acuicultura es muy fresco por la cercanía, pero también por la forma en que se gestiona cuando sale de las aguas, ya que la cadena de frío no se rompe nunca. Al consumir un pescado de acuicultura española se adquiere la calidad de un producto fresco y sabroso, pero más allá de la búsqueda por cumplir con unos buenos hábitos alimentarios, su consumo también va unido a la imperiosa responsabilidad que tenemos todos por luchar por un futuro más sostenible.

Cuando se consume un producto acuícola de cercanía se reduce considerablemente la huella de carbono. Por ejemplo, por cada kilo de lubina se generan menos de 3,0 kg de C0₂, mientras que cada kilo de ternera emite 29,6 kg del mismo gas

Los recursos de océanos, mares y ríos son finitos, y la acuicultura ejerce un papel clave: además de eliminar parte de la presión pesquera que se ejerce en mares y ríos al cultivar de manera controlada y por lo tanto dar un respiro tan necesario al medio acuático, cuando se consume un producto acuícola de cercanía se reduce considerablemente la huella de carbono. A modo de ejemplo, basta compararlo con la ganadería terrestre: por cada kilo de lubina se generan menos de 3,0 kg de C0₂, mientras que cada kilo de ternera emite 29,6 kg del mismo gas. Adoptando una dieta basada en alimentos del mar sostenibles, el ser humano añade años de salud a su vida, algo que definitivamente también repercutirá en un futuro más verde para todos.


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