Disección de una lata de bebidas
Estos envases fabricados en aluminio o acero han reducido su peso un 30% en los últimos 30 años
El tamaño de las latas de cerveza es un aspecto sociocultural. El frío que hace en un país y cuán bebedores sean sus habitantes determinan el volumen de estos envases de aluminio o acero. Rusia comercializa latas de hasta un litro. Las de Alemania son de 500 mililitros (ml) en su mayoría. Igual que las de Polonia. En España existen de este tamaño pero son mucho más habituales las de 330 ml. Como en Portugal, que tiene patrones de consumo similares. Grandes o no tan grandes, son el envase que más se recicla del mundo por la facilidad de transformarse en materia prima nueva.
Juan Ramón Meléndez es el director de Latas de Bebidas, una asociación sin ánimo de lucro que agrupa a los grandes fabricantes de este tipo de envases en los mercados español y portugués. “La cantidad está pensada para satisfacer la necesidad del consumidor. Para que termine la bebida y no tenga que volver a cerrarla”, afirma por teléfono desde su casa de A Coruña. “Vivimos en un país cálido y nos gusta beber la cerveza muy fría. Si quieres otra, vas a la nevera”, zanja. “Si fuera más grande, se calentaría y no la tomaríamos”, añade sin desdeñar los patrones de consumo de otros países. No se trata tanto de que en Alemania o Polonia –tercero y cuarto en consumo de cerveza per cápita en Europa en 2018, según la asociación de productores Brewers of Europe– no la tomen, sino que beben más cantidad y tienen más tolerancia a tomarla caliente. España se encuentra en el puesto 22 de esta lista. Le sigue Portugal.
Sea de un tamaño o de otro, la lata en la que se comercializan estas bebidas es un gran producto. Meléndez explica algunas razones: “Se fabrica de un solo material, fundamentalmente de aluminio o de acero, lo que facilita su clasificación en la planta de separación a la que llegan todos los residuos del contenedor amarillo”. Los ciudadanos reciclaron 15,7 kilos de envases de plástico, latas y briks en 2018, según Ecoembes.
Casi todas las latas de bebida están hechas de aluminio. El uso del acero es residual en Europa y en España está en proceso de desaparición, aunque un tercio de las latas se fabrica, no obstante, con este material más pesado. En su mayoría son conservas. “El acero no es un material proscrito”, explica Meléndez. “El periodo de caducidad de un alimento conservado en una lata de acero es mayor”, argumenta este economista de 53 años que lleva dos como director de la asociación.
Separar el acero del aluminio
El proceso de separación de residuos, una vez el camión que recoge los envases del contenedor amarillo los ha transportado hasta la planta, es muy sencillo. Un imán industrial atrae las latas fabricadas en acero y una corriente de inducción discrimina a las de aluminio. Estos envases no tienen ningún componente plástico, solo una laca que recubre la parte de dentro para proteger la bebida. La tasa de reciclaje de estos envases en España es del 86,1%, según la asociación Latas de Bebidas, que cumple 25 años.
Resulta tan fácil separar estos envases que incluso rescatan algunos del contenedor de la fracción Resto (la basura normal). “Las latas hay que depositarlas en el contenedor amarillo”, interviene Meléndez con rapidez, no vaya a causar confusión. “Es la única manera de garantizar que se van a reciclar”, añade.
Cómo se recicla
Una vez separadas las latas de aluminio por un lado y las de acero por otro, se forman lo que en el argot se denominan balas, un amasijo de envases del mismo material fácil de transportar. El siguiente paso en la cadena es la planta de reciclaje, que convierte dichas balas en virutas para facilitar su fundición en un horno y así obtener materia prima de nuevo. “Transcurren 60 días de media desde que el ciudadano compra, consume y deposita la lata en el contenedor amarillo hasta que vuelve a sus manos convertida en otra lata, en una cafetera, en una ventana o en una llanta de un coche”, resume Meléndez. “La gente me pregunta que dónde están los yacimientos de aluminio. Los tenemos aquí en la mano, en los residuos de las ciudades”, alude Meléndez a la recuperación total del material, que se puede reciclar de manera infinita sin perder calidad.
La sostenibilidad comienza con el diseño
Pero el reciclaje comienza en la elaboración y el diseño de la propia lata. Los envases han disminuido su peso un 30% en los últimos 30 años sin perder resistencia. La cantidad de aluminio o acero empleada es menor (el espesor es inferior a un cabello humano), soportan 90 kilos en su eje vertical (si se ejerce un peso en la parte de arriba), el transporte es más eficiente y por lo tanto se emite menos CO2. “El tamaño más óptimo para almacenaje y transporte sería un rectángulo. La lata, cilíndrica, aprovecha un 92% del espacio de un camión”, explica. Ese 8% restante corresponde al espacio que queda entre los envases, cuya superficie no tiene un contacto total.
Meléndez recomienda aplastarla en casa antes de depositarla en el contenedor amarillo. “La distancia al contenedor ya no es un problema para reciclar. El principal handicap es el espacio”, ilustra. Existen 383.974 contenedores de este tipo en España, según Ecoembes. “Esté aplastada o no, se separa de la misma manera y sin diferencia en la planta. La cuestión es que cada vez tenemos que separar más residuos y la cocina a veces es pequeña”, aclara. Y eso que en España se consumen 52 litros de cerveza per cápita al año. ¿Qué harán en la República Checa, que son los que más beben con 141 litros?
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