Frutas de hueso: el dulce regalo del verano
Incorporar fruta fresca al menú diario reduce el riesgo de obesidad. Si además en su producción se han buscado los medios más sostenibles, tendremos un bocado bueno para nuestra salud y más responsable con el planeta
Es media mañana en la playa, entra el gusanillo y se abre el dilema: ¿abrirte una bolsa de patatas o sacar un puñado de cerezas, apetecibles y que no hay que pelar? Y para la merienda de los niños, ¿qué tal un batido bien frío (smoothie en la jerga de los cachorros de Instagram) con las frutas que pilles por la nevera o unos pinchitos variados de melón, sandía y ciruelas? Nos queda el postre, ¿helado o melocotón? Incorporar frutas en verano en la dieta de toda la familia no solo es un gesto saludable. Incentiva a los pequeños a perder sus reparos a la fruta y puede ser el primer paso para afianzar un buen hábito alimenticio para los 365 días del año.
Nuestro país cuenta con una producción hortofrutícola sobresaliente, de cercanía y a precios moderados en comparación con otros países europeos. España ocupa el tercer puesto en el ranking europeo de ciudadanos que confiesan comer fruta al menos una vez al día (un 77%, frente al 85% de los italianos y el 81% de los portugueses). El año pasado incluso aumentamos un 10% nuestro consumo de fruta fresca, en parte debido a que pasamos más tiempo en casa. De media, cada español le hincó el diente a 99,74 kilogramos de fruta fresca. De ellos, 7,56 fueron frutas con hueso.
Coloridas y jugosas
Se conocen como frutas con hueso para diferenciarlas de otras variedades, como los cítricos, los frutos rojos (fresas, frambuesas…) o las frutas de pepitas (uvas, manzanas y peras). También porque es su principal característica: tienen un único hueso grande y en el centro. Son típicas de los meses veraniegos y en su punto exacto de maduración tienen una pulpa de color intenso, carnosa, con mucho jugo y suavemente dulce.
En Eroski cuidar el producto fresco es fundamental y en verano no faltan albaricoques, melocotones, ciruelas, nectarinas, paraguayos o cerezas. El gran tamaño del hueso facilita su consumo, tanto a bocados y sin pelar (limpiando antes bien la piel), como pelándolas, troceándolas y retirando el hueso. Esta es la forma más recomendable para los niños: no protestan por el hueso y se evitan posibles atragantamientos.
A este grupo hay que sumar otros dos grandes clásicos del verano: el melón y la sandía.
No engorda y ayuda a perder peso
En los últimos años ha proliferado una leyenda negra en torno a los azúcares intrínsecos de la fruta, alimentando la falsa creencia de que la fruta engorda. Los estudios científicos, sin embargo, demuestran que sucede justo todo lo contrario: incorporarla al menú diario ayuda a perder peso. Y no es que la fruta ‘adelgace’ o tenga otras propiedades milagrosas. Simplemente, ‘quita’ espacio para otros alimentos menos saludables. A lo que se une su indudable valor nutricional (baja densidad calórica, alto aporte vitamínico y de fibra).
Este papel de la fruta como una de las palancas para prevenir la obesidad, en especial en la infancia, queda de manifiesto también en el Estudio Aladino de la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición). Publicado en 2019 revela que un 32% de los niños españoles en edad escolar no llega a tomar fruta fresca ni cuatro veces por semana. De ellos, el 60,6% presenta obesidad.
Frutas frescas para varios días
Aprovechar la relajación estival y unas temperaturas que invitan a llevarse a la boca alimentos refrescantes ayuda a aficionarse a la fruta de temporada, como las clásicas sandía y melón. Y, por supuesto, todas las frutas de hueso.
Según el Estudio Aladino de la AESAN, un 32% de los niños españoles en edad escolar no toma fruta fresca ni cuatro veces por semana. De ellos, el 60% presenta obesidad
Comprarla recién recolectada y en su punto óptimo de maduración asegura una mejor textura, un aroma intenso y el máximo sabor. Las frutas de verano, además, cuentan con la ventaja de ser en su mayoría frutas climatéricas. Esto significa que siguen madurando después de su recolección, lo que suele dar un margen de juego en la cesta de la compra: se pueden alternar piezas justo para comer en el día con otras a las que les quede un poco y así se evita el agobio de que se echen a perder si no se consumen en el acto. Incluso en sus horas finales siguen estando perfectas para batidos o para incorporarlas a platos como ensaladas o guisos.
Mucho sabor y sostenibilidad
El objetivo de reducir las emisiones de carbono de la Agenda 2030 no se limita a procurar usar menos el coche o apagar la luz si no es necesario. Conlleva una revalorización del consumo de proximidad y la apuesta por los medios de producción sostenible como forma de reducir la huella de carbono de nuestra cesta de la compra.
La cadena de supermercados Eroski muestra su compromiso con la sostenibilidad del planeta con la marca Eroski Natur, donde el consumidor va a encontrar fruta fresca producida de forma más sostenible, respetuosa con el entorno y con todo sus características organolépticas.
Recetas con imaginación
Las frutas de hueso resultan deliciosas solas, pero también pueden incorporarse a un sinfín de recetas. Más allá de los sorbetes, batidos, polos y macedonias, condenados a quedarse como postre o merienda, estas frutas veraniegas son el toque perfecto para aportar un punto entre ácido y dulce ensaladas, guarniciones o platos principales. Ciruelas y melocotón realzan un asado de caza o pollo, un albaricoque o melocotón en dados sirven casi de aderezo ácido en una ensalada y las cerezas son un elemento clásico en las guarniciones de carnes en los países del Norte de Europa.
Pero incluso a la merienda se le puede dar una vuelta de tuerca imaginativa añadiendo frutas de hueso, ya sea con una pizza de frutas frescas y queso o brochetas de nectarina con chocolate fundido. Otras frutas de verano son candidatas perfectas para engatusar a los niños mientras juegan. Llevar una tartera con ‘pinchitos’ de melón o sandía a la playa es una estratagema con éxito asegurado para que los pequeños coman fruta sin rechistar. La clave está en hacerlo divertido: cortar la fruta en trozos que puedan comer de una sola vez y sustituir el típico palo de brocheta por palillos corrientes. Al ser más cortos, se transportan mejor y no invitan a hacer de espadachines.