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La amiga de Samuel Luiz señala a la acusada que se presenta como mera espectadora: “Ella también lo llamó maricón de mierda”

La testigo asegura que Katy Silva, que ayer se declaró inocente, participó activamente en la agresión bloqueando su ayuda y tirándola al suelo. Uno de los migrantes que auxiliaron a la víctima reconoce en el juicio a los cinco encausados

Lina, amiga de Samuel Luiz, en la señal de televisión del Tribunal Superior declarando como testigo presencial de los hechos este viernes a la Audiencia Provincial de A Coruña, donde se celebra la tercera jornada del juicio.Foto: CABALAR (EFE) | Vídeo: EPV

“Samuel nunca ocultó su orientación sexual. Visualmente, se le notaba diferente, la voz fina, la manera de vestir y gesticular...”. Lina Fernanda Novo, la mejor amiga de Samuel Luiz Muñiz, ha llegado al juicio por el asesinato a golpes del enfermero de 24 años, en su tercera jornada, para desmentir por completo a la acusada Katy Silva. Esta se enfrenta a 25 años de prisión como coautora del linchamiento (al colaborar en la agresión grupal impidiendo el auxilio) con la circunstancia agravante de discriminación de la víctima, que era homosexual. El jueves, Silva aseguró ante el jurado popular, en la Audiencia de A Coruña, que ella intentó parar la agresión que había empezado su novio, Diego Montaña. También relató que no había empujado a Lina para impedir que auxiliase a su amigo indefenso, sino que la había desplazado para llegar hasta su novio, que era al que quería apartar del tumulto para que no siguiera pegando a Samuel. La única mujer entre los cinco acusados -que tenía 19 años en el momento de los hechos, el 3 de julio de 2021- aseguró el jueves, además, que no siente animadversión alguna contra la gente que no es heterosexual, algo que sí le achacan la Fiscalía y las acusaciones particular y popular, porque sus dos mejores amigos son trans. Pero Lina ha dado un giro de 180 grados a este relato de la procesada: según la amiga con la que estaba Samuel aquella noche en el paseo marítimo de A Coruña, Katy Silva, hablando con Diego Montaña, “se refería a él diciendo maricón de mierda” y estaba “enfadada y agresiva”.

Lina fue la chica que tras la muerte de su amigo reveló y difundió en redes el supuesto componente homófobo de la paliza mortal, detonante de una oleada de protestas sociales por toda España aquel verano. Según ella, Catherine, Katy, Silva la apartó y la tiró al suelo mientras le gritaba: “Tú lárgate de aquí, que no pintas nada”. Lina logró levantarse con ayuda de un chico y una chica, y después aún tuvo tiempo de ver cómo dos ciudadanos senegaleses llegaron para auxiliar a su amigo. En ese momento, Samuel le pidió que volviera sobre sus pasos para buscar el móvil que se le había caído al recibir los primeros golpes. Ella lo hizo, se separó del grupo. El móvil ya no estaba porque lo había robado, supuestamente, Kaio Amaral, otro de los acusados. Entonces, Lina fue corriendo hacia donde vio que había quedado su amigo derrumbado en el suelo, a unos 150 metros de distancia y en la acera contraria de la avenida litoral. Los agresores escaparon, se dispersaron. Un hombre y una mujer “mayores” se acercaron a ayudar; la señora llamó a la ambulancia. Lina esperó junto a su amigo inconsciente a que llegaran los servicios sanitarios.

La amiga de la víctima que fue aniquilada en aquella jauría humana también ha explicado con detalle el momento en que Diego Montaña y Katy Silva se dirigieron hacia ella y Samuel, a la salida del pub Andén, en las gradas que dan al paseo marítimo. Eran poco antes de las tres y Lina y Samuel decidieron llamar por videoconferencia a su amiga Vanessa González, residente en Pontevedra. La conversación se realizaba desde el terminal de Lina, que era la que además sostenía con la mano el aparato. En un momento dado los amigos dieron la vuelta al móvil para enseñarle a Vanessa el ambiente que había aquella noche, la primera de apertura del ocio nocturno tras el confinamiento. Pero Montaña se creyó que le estaban grabando, algo que era falso. “Pasó una pareja”, ha recordado en referencia a Diego Montaña y Katy Silva, “y se dirigieron a nosotros diciendo que paráramos de grabar”.

“Les explicamos que era una videollamada y seguimos hablando por teléfono”, ha continuado, “entonces Diego le dijo a Samuel ‘para de grabar o te voy a matar, maricón de mierda”. “Samuel me miró y me preguntó por qué tenía que escuchar esas palabras: ‘¿por qué maricón de mierda?”, ha rememorado la testigo. Pero Montaña, según la versión de Lina, no atendió a las explicaciones del chico: “Viene corriendo y se lanza sobre él. Lo tira al suelo. Otro amigo lo agarra por el cuello”, ha descrito.

Ahí fue cuando Lina trató de ayudar a Samuel y cuando, según ella, Katy Silva la empujó y la tiró al suelo. Mirando hacia el jurado popular este viernes ha dicho que está “segurísima” de que la frase de la acusada, “tú lárgate de aquí, que no pintas nada”, se dirigía a ella, “en tono discriminante”, y no hacia Diego Montaña, para que cesase la agresión. Después vio a los “chicos senegaleses” y cómo uno de ellos cogió a Samuel para “sostenerlo porque no se tenía en pie”. Lina calcula que en el tumulto había “unas 10 personas”.

El acusado Diego Montaña (izquierda) y su abogado, durante el juicio. EFE/Cabalar
El acusado Diego Montaña (izquierda) y su abogado, durante el juicio. EFE/Cabalar CABALAR (EFE)

Tanto ella como Vanessa, que ha testificado a continuación, se han emocionado al recordar aquella noche. La otra amiga, que vio parte de la escena en dos videollamadas sucesivas, ha narrado lo que percibió a través de la pantalla del móvil. Ha confirmado la amenaza inicial de Montaña y la expresión “maricón de mierda”, y también ha identificado la cara de este acusado. Después, ha recordado, escuchó la voz de Lina suplicando: “Dejadlo, por favor, que es mi amigo”. La llamada se corta, pero ella vuelve a marcar el número de Lina: en la pantalla llega a ver a Samuel sostenido por alguien (uno de los senegaleses) y escucha a su amiga “llorando, muy agitada”.

Este viernes también ha declarado Alexánder, un joven que se encontraba en la zona de copas y presenció la agresión. Ha contado que cuando vio a Samuel desmoronado en el suelo, al final del linchamiento avisó a un coche patrulla que se encontraba en las inmediaciones. Y describió ante el jurado que él, de aquella noche, no recuerda “otra cosa que no fueran golpes”. Su imagen más nítida, más de tres años después, es la de un brazo armado que se levantaba en medio del tumulto: “Recuerdo una botella en lo alto, como con intención de golpear, y luego el sonido a [cristal] roto”.

Los migrantes senegaleses Ibrahima Diack y Magatte Ndiaye han protagonizado también este viernes dos declaraciones rotundas y sobrecogedoras. En un perfecto castellano en el caso de Ibrahima y con algo más de dificultad Magatte, han contado que estaban paseando y vieron la pelea a lo lejos. “Estaban dando patadas a un chico que estaba en el suelo” y que “no podía siquiera defenderse”. Entonces corrieron a ayudarlo, el primero agarró a Samuel y cruzó la calle con él mientras el segundo intentaba “frenar” los golpes de los chicos, “unos siete u ocho”, aunque era casi imposible. “Durante todo el trayecto saltaban y daban golpes por todas partes”, ha descrito Ibrahima, “nos perseguían sin parar, y yo también llevaba golpes”. En uno de estos “puñetazos y patadas” Samuel cayó al suelo, “lleno de sangre por todos lados”.

En ese instante, mientras la marabunta agresora se diluía y “desaparecía” del lugar, los ciudadanos senegaleses, las únicas personas que realmente intervinieron para tratar de salvar a Samuel (aparte de Lina en los momentos previos) echaron a correr también. “Teníamos muchísimo miedo... nosotros éramos ilegales, queríamos un buen futuro aquí y si nos pilla allí la policía se nos acaba todo. Si fuéramos gallegos hubiéramos llamado a la policía, pero teníamos que escapar... nunca habíamos visto nada así”, ha asegurado Ibrahima.

Ibrahima Diack, uno de los testigos presenciales que intentó ayudar a Samuel Luiz, a su llegada este viernes a la Audiencia Provincial de A Coruña, EFE/Cabalar
Ibrahima Diack, uno de los testigos presenciales que intentó ayudar a Samuel Luiz, a su llegada este viernes a la Audiencia Provincial de A Coruña, EFE/Cabalar CABALAR (EFE)

Este mismo testigo ha reconocido en el juicio, como uno de los jóvenes que participaron en la reyerta, a Alejandro Freire, alias Yumba, que se enfrenta a 22 años de prisión. “Yo conozco a ese chico”, ha dicho con firmeza, “me quedé con su cara en la pelea”. Y con la misma convicción que ha mantenido en todo su relato de los hechos le ha espetado al abogado defensor de este acusado: “Si el chico fuera sincero y le preguntas, diría que sí estaba allí”. Pero acto seguido, cuando le ha tocado declarar, Magatte ha ido mucho más lejos: ha asegurado que recuerda las caras de “todos” los que se sientan en el banquillo (”estaban con el grupo”). Incluida “la rapaza”, ha añadido en referencia a Katy Silva, que el jueves trató de desvincularse contando que se quedó inmovilizada por la angustia al principio de todo el recorrido, en el lugar donde dio el primer puñetazo su pareja.

Por su acto heroico, Ibrahima Diack y Magatte Ndiaye, que aquellos días acabaron en la Casa del Mar por los golpes recibidos, consiguieron el permiso de residencia del Gobierno después de estos hechos. Ahora, los dos amigos siguen viviendo en A Coruña y trabajan en sendas empresas del sector de la construcción. El abogado de Yumba ha querido conducir el interrogatorio precisamente en esa dirección, en un aparente intento de desacreditar las declaraciones en sede policial de los migrantes, como si ellos tuvieran algún interés en conseguir una recompensa del ministerio por colaborar. La magistrada presidenta del jurado no le ha dejado seguir y ha calificado de “impertinente” su intento. “No buscaba cambios en mi vida”, le ha contestado Ibrahima: “Lo que hice esa noche me salió del corazón”.

No ha sido el único momento en que ha subido la tensión en los interrogatorios desplegados por las defensas hacia las amigas de Samuel y los dos hombres que trataron de salvarlo. El abogado de Diego Montaña, que se enfrenta a la agravante de discriminación sexual (tres años más los 22 de asesinato), ha llegado a preguntarle a Ibrahima si, mientras intentaba salvar, en medio del forcejeo, a un Samuel Luiz cubierto de sangre que no podía ni andar, “le llamó la atención algo sobre su condición sexual”. Ibrahima, perplejo, le ha respondido: “Yo lo que vi es que era un ser humano, como yo”.

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