La incidencia de la diabetes tipo 1 en niños y adolescentes se disparó durante la pandemia
El primer estudio hecho en España confirma una tendencia detectada también en otros países: los diagnósticos en menores fueron en 2021 hasta un 60% más de los esperados
Los niveles de glucosa en la sangre de Blanca estaban el pasado miércoles día 21 por la tarde por encima de lo habitual. “Hoy ha sido el último día de colegio y cuando está nerviosa le suele pasar”, explica David, su padre, en el piso en el que la familia vive en el barrio barcelonés de Poblenou. Blanca tiene ocho años y dos hermanos, y hace dos y medio fue diagnosticada de diabetes tipo 1, una enfermedad autoinmune en la que el propio sistema inmunitario destruye las células productoras de insulina en el páncreas. El paciente queda así obligado de por vida a monitorizar sus niveles de glucosa y a administrarse las dosis justas de insulina para mantenerlos en los niveles considerados seguros (de 70 a 180).
“Fue en plena pandemia, en diciembre de 2020. Ella llevaba unos días inquieta, con mucha sed y yendo al baño todo el tiempo. Fuimos al centro de salud pensando que tenía una infección de orina, pero le midieron el azúcar y estaba a más de 300. Nos mandaron directamente al hospital y allí estuvo cuatro días ingresada. Nuestra vida dio un vuelco a partir de entonces”, rememora la madre de la niña, Yamila. Unas 100.000 personas sufren en España la diabetes tipo 1, dolencia que, a diferencia del tipo 2 —asociada a hábitos de vida insanos y sedentarios y que suele iniciarse en personas de mayor edad—, es casi siempre diagnosticada en niños y adolescentes.
Blanca forma parte del importante incremento de casos de diabetes tipo 1 registrado en Cataluña durante la pandemia, principalmente en niños y adolescentes y más en mujeres que en hombres. Así lo concluye un análisis de datos de la sanidad pública realizado por investigadores de la Agencia de Calidad y Evaluación Sanitaria de Cataluña (AQUAS), en el que también han participado profesionales del Hospital del Mar (Barcelona). Durante 2020, la incidencia observada en niños y adolescentes fue superior en un 32% a la esperada, porcentaje que se disparó hasta el 57% y 60%, respectivamente, en 2021. En adultos también se observa una subida de casos, aunque mucho menor. “Por sexos, las mujeres experimentaron un incremento de la incidencia significativamente superior a la de los hombres en 2021 (60% por 12%)”, recoge el documento del análisis.
“Son datos muy importantes que confirman por primera vez que en España también se ha producido durante la pandemia el incremento de casos detectado en otros países”, afirma Cristóbal Morales, miembro de la Sociedad Española de Diabetes (SED) y endocrino en los hospitales Virgen de la Macarena y Vithas, ambos en Sevilla. “Muchos profesionales teníamos esta impresión, pero nos faltaba un estudio de calidad que lo ratificara. Cataluña cuenta con un sistema que permite extraer este tipo de datos del sistema sanitario y analizarlos, lo que facilita obtener evidencia científica. Los resultados son, con seguridad, extrapolables al resto del país”, añade este especialista.
Una de las hipótesis con mayor peso entre las que pueden explicar este incremento es que la respuesta inmune a las infecciones por el coronavirus causara la enfermedad en personas que ya tenían una predisposición genética. “El papel de las infecciones virales como desencadenante de la diabetes tipo 1 ha sido muy estudiado. Hay trabajos en Alemania y Estados Unidos que describen un incremento de la incidencia con un desfase de uno a tres meses respecto a las olas de covid. Pero nuestro estudio no nos permite establecer una relación causa-efecto”, explica Gemma Llauradó, adjunta del servicio de endocrinología y nutrición en el Hospital del Mar y coautora del trabajo.
La razón es que en España no se hicieron test masivos a la población durante las primeras olas de la pandemia, especialmente entre los casos leves y la población joven, lo que no permite saber con certeza qué personas pasaron la infección en aquellos momentos. Esto, según los autores, supone una limitación insalvable a la hora de definir bien los grupos a comparar. Otras hipótesis consideradas mucho menos probables, como los cambios en la vida diaria causados por los confinamientos o incluso la inmunización generada por las vacunas, tampoco pueden por ahora ser confirmadas o refutadas.
“El objetivo de nuestro estudio era confirmar si se había producido un incremento de casos de diabetes 1, como así ha sido. La forma de hacerlo ha sido analizar todos los datos de incidencia de 2011 a 2019 y, mediante modelos, hacer una previsión de los casos esperables en 2020 y 2021. Luego hemos mirado los que realmente se han diagnosticado y es ahí donde hemos detectado el incremento”, detalla Jessica Ruiz, coordinador del área de evaluación de AQUAS y también coautora del estudio.
Los autores han detectado también “un incremento de debuts” —expresión con la que los médicos describen los síntomas que llevan al diagnóstico— con formas graves de la enfermedad, algo que atribuyen “al colapso sanitario, que retrasó algunos diagnósticos” y a las especiales circunstancias de la pandemia.
Las conclusiones del estudio abren nuevos interrogantes para el futuro. El primero, en el que ya trabajan los autores, es medir el “impacto que este crecimiento tendrá sobre el sistema sanitario”. El segundo, extender la investigación para comprobar “si este incremento se mantiene en 2022 y años siguientes o se estabiliza”.
Y, por último, descubrir el impacto que los nuevos fármacos en desarrollo podrán tener contra la enfermedad. Actualmente, aunque existen pruebas que permiten identificar personas predispuestas genéticamente a desarrollar la diabetes tipo 1, estas no se utilizan para hacer cribados poblacionales. La razón es que no se consideran coste-efectivos, fundamentalmente porque no existen tratamientos que puedan cambiar el curso de la enfermedad evitando la destrucción o regenerando las células productoras de insulina en el páncreas.
Cambio de paradigma
“Pero pronto pueden llegar fármacos que conservan esta capacidad de producir insulina si son administrados antes de que las células del páncreas sean destruidas por el sistema inmunitario. Esto requiere un diagnóstico preclínico, lo que supone un cambio de paradigma”, afirma Gemma Llauradó. La agencia del medicamento de Estados Unidos, la FDA, aprobó a finales de 2022 el primer tratamiento de este tipo —aún en estudio por la EMA en Europa—, el Tzield, desarrollado por un equipo liderado por el inmunólogo español Francisco León. El fármaco logra retrasar una media de dos años el inicio de los síntomas entre las personas predispuestas genéticamente y abre la puerta a extender por más tiempo este plazo.
Los padres de Blanca admiten que, con el tiempo transcurrido, ya han logrado adaptar las rutinas de la familia a las necesidades de la niña. “Pero hasta que no te ves en ello, es imposible que te hagas una idea de todo lo que esto supone”, afirma David. Una persona diabética (o sus padres) tiene que revisar varias veces al día los niveles de glucosa, tarea que hoy es más fácil gracias a unos dispositivos que pueden llevarse todo el día encima y vigilar a través del teléfono móvil. También tiene que calcular los carbohidratos que va a comer y, con ello, medir las dosis de insulina que deberá administrarse mediante una bomba que lleva siempre encima, en una riñonera. El objetivo es evitar una caída de los niveles de azúcar, lo que provoca desmayos y convulsiones, o superar los máximos recomendados, lo que causa daños en el organismo a largo plazo. “Lo tienes que planificar todo. Te pasas meses obsesionada con los datos y sin dormir”, añade Yamila.
Los especialistas destacan el enorme impacto que tiene para las familias el diagnóstico de la diabetes tipo I en uno de sus hijos. “Es un golpe, algo que marca un antes y un después en la vida que se ha llevado hasta entonces y que requiere de mucha ayuda y un gran esfuerzo de adaptación”, describe Cristóbal Morales. El final del curso y el inicio de las actividades típicas del verano para niños es un momento delicado. Los cambios de rutinas, tan esperados y deseados, no dejan de ser un riesgo para quien depende de una vida muy organizada para mantener los niveles de glucosa entre niveles preestablecidos.
“Es muy importante acompañar a las familias y ayudarles en el aprendizaje y gestión de las nuevas herramientas que necesitan, lo que hacemos mediante reuniones y actividades”, explica Irene Domínguez, de la Asociación Diabetes Cataluña (ADC). Unos de los momentos clave del año se produce en estas fechas, con los campamentos de verano que esta entidad y otras en España organizan para normalizar y dar autonomía a los niños frente a los nuevos retos que deberán afrontar durante el resto de sus vidas.
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