Cultivos sanos para luchar contra el hambre
Las plantas son el pilar más importante de la nutrición. Proteger su salud resulta vital para garantizar el acceso a alimentos de calidad, seguros y con un precio asequible. A la hora de salvaguardar los cultivos, los productos fitosanitarios constituyen una herramienta indispensable
Cerca de 3.000 millones de personas en el mundo —casi el 40% de la población total— no pueden permitirse seguir una dieta saludable, segura y asequible. Y unos 2.000 millones de seres humanos padecen sobrepeso y obesidad causados por una mala alimentación y un estilo de vida sedentario. Cambiar estas realidades no es sencillo, pero sí posible. También es urgente: en el año 2050 la población mundial alcanzará los 10.000 millones de personas y las cifras mencionadas crecerán exponencialmente.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lleva años trabajando en concienciar a la población sobre el problema alimentario, poniendo en valor la solidaridad para luchar contra el hambre, la desnutrición y la pobreza. El Día Mundial de la Alimentación, que se celebra el 16 de octubre, es una de las jornadas más importantes de su programa. El lema de este año es Nuestras acciones son nuestro futuro. Desde el organismo dependiente de la Organización de Naciones Unidas (ONU) invitan a construir un sistema agroalimentario sostenible, en el que se disponga de una variedad de alimentos suficientes, nutritivos e inocuos a un precio asequible y en el que nadie sufra hambre ni ninguna otra forma de malnutrición.
La sanidad vegetal garantiza alimentos más saludables
Las plantas son fundamentales para alcanzar los objetivos marcados por la FAO. Constituyen el 80% de los alimentos que comemos diariamente y pueden contribuir a erradicar el hambre, reducir la pobreza, proteger el medio ambiente e impulsar el desarrollo económico. Además, son un elemento básico para garantizar la habitabilidad del planeta, ya que generan el 98% del oxígeno que respiramos.
Sin embargo, como ocurre con cualquier otro ser vivo, la salud de las plantas puede verse comprometida por el efecto de distintas enfermedades, originadas por bacterias y hongos o la acción de plagas de insectos y nematodos. Utilizar productos fitosanitarios garantiza la protección de los cultivos frente a estas amenazas y contribuye activamente a la mejora de las cosechas, tanto cuantitativa como cualitativamente. En definitiva, la sanidad vegetal permite que disfrutemos de alimentos saludables, seguros y asequibles, tal y como recalcan desde la Asociación Empresarial para la Protección de las Plantas (AEPLA).
Según datos de la Asociación Europea para la Protección de las Plantas (CropLife Europe), la utilización de productos fitosanitarios evita que se pierda hasta un 40% de la producción agraria mundial. Actualmente, más del 25% de la producción mundial de alimentos no llega a ser aprovechada para su consumo directo o transformación. En el sector agroalimentario, gran parte de este desperdicio tiene su origen en los daños provocados por la acción de plagas y enfermedades sobre los cultivos.
Comemos mejor que nuestros abuelos
La aplicación de la sanidad vegetal al sector agrícola permite la obtención de productos agrícolas en adecuadas condiciones de salubridad. Los alimentos que consumimos hoy en día son, por tanto, mucho más seguros y saludables que los que comían nuestros padres o abuelos. También son más abundantes y asequibles. Así, con el abastecimiento garantizado y los precios controlados, seguir una dieta más completa y equilibrada es mucho más sencillo ahora que hace décadas.
Más del 25% de la producción mundial de alimentos no llega a ser aprovechada para su consumo directo o transformación. Los daños provocados sobre los cultivos suponen una gran parte de este desperdicio
La seguridad de los alimentos protegidos con productos fitosanitarios está garantizada por la ciencia –por la investigación de las compañías que permiten el desarrollo de productos cada vez más eficaces y seguros– y avalada por la administración, encargada de efectuar estrictos controles de evaluación que permiten que estos productos sean aprobados. De hecho, y así lo destacan en AEPLA, el control de los productos de aumentación que se producen, distribuyen, adquieren y consumen en el ámbito de la Unión Europea es extremadamente estricto.
Del laboratorio al campo
Para asegurar el futuro de la agricultura, la innovación en sanidad vegetal es indispensable. La salud de las plantas, al igual que la humana, está constantemente amenazada por la aparición de nuevas plagas y enfermedades resistentes a los actuales tratamientos fitosanitarios. Prestar atención a la evolución de esos organismos nocivos y a la posible aparición de especies invasoras es vital a la hora de desarrollar nuevos productos de protección vegetal.
Pero la innovación en sanidad vegetal no solo consiste en identificar y buscar soluciones para los nuevos peligros que acechen a la agricultura. AEPLA destaca la enorme inversión económica para revisar y perfeccionar los productos fitosanitarios que ya se utilizan y mejorar sus propiedades y aplicaciones, siempre con el objetivo de hacer más con menos y hacerlo mejor.
Los productos fitosanitarios son el resultado de un extraordinario esfuerzo de I+D+i. Para desarrollar una nueva molécula se requiere una inversión de entre 250 y 300 millones de euros y más de 11 años de investigación. Los desarrollos deben ajustarse a un estricto marco normativo, lo que requiere de la realización de más de 120 ensayos clínicos para evaluar su comportamiento ante diferentes escenarios, desde los más habituales a los más extremos. No todos los productos llegan a buen puerto: desde AEPLA indican que únicamente una de cada 140.000 moléculas activas susceptibles de favorecer la protección de una especie vegetal acaba siendo aprobada.
Sí, la agricultura ecológica también utiliza fitosanitarios
A pesar de los evidentes beneficios que aportan los productos y tratamientos fitosanitarios protegiendo los cultivos, todavía hay sectores que ponen en duda sus virtudes. Nada más lejos de la verdad: la propia Unión Europea reconoce la necesidad de emplear sustancias de origen natural o químico para hacer frente a aquellas plagas y enfermedades cuya presencia suponga una amenaza para las cosechas.
Uno de los puntos más polémicos surge con la agricultura ecológica. Pese a que algunos sectores pretenden hacer ver lo contrario, la sanidad vegetal no es algo ajeno y antagónico a este tipo de cultivos. En la agricultura ecológica también se utilizan productos y tratamientos fitosanitarios para proteger las cosechas. La diferencia es que esas sustancias y principios activos tienen origen mineral, natural o biológico, acorde a las especificaciones recogidas por el Reglamento (CE) 889/2008 por el que se establecen las disposiciones sobre producción y etiquetado de los productos ecológicos.
¿Qué ocurriría si no protegemos los cultivos?
La protección de los cultivos con productos fitosanitarios, además de incrementar la rentabilidad del sector agrícola, genera otros múltiples beneficios. En AEPLA han reflexionado sobre las consecuencias a renunciar al uso de productos de sanidad vegetal. Estos serían los principales efectos adversos:
- Los daños provocados por plagas, enfermedades y malas hierbas podrían llegar a duplicarse y la producción disminuir radicalmente. Según estimaciones de la FAO, no proteger los cultivos podría ocasionar unas pérdidas del 80% en la capacidad de producción.
Los productos fitosanitarios son el resultado de un extraordinario esfuerzo de I+D+i. El desarrollo de una nueva molécula requiere una inversión de entre 250 y 300 millones de euros y más de 11 años de investigación
- Una menor producción no solo repercutiría directamente en el propietario de la explotación, también en el potencial de la agricultura como motor de empleo, crecimiento y desarrollo de las zonas rurales donde se realiza la explotación.
- La disminución productiva implicaría un descenso de la capacidad de abastecimiento de alimentos para el conjunto de la sociedad, lo que llevaría a un incremento de precio por el simple ajuste de la oferta y la demanda.
- El medio ambiente también se resentiría. Actualmente la descomposición de los cultivos dañados por amenazas agrícolas supone el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera; si aumentan los cultivos afectados, el porcentaje se incrementaría.
- Si las explotaciones agrícolas son menos productivas (y si lo que pretendemos es dar de comer a toda la población) habría que destinar una mayor superficie del terreno a este objeto, empleando suelo que actualmente se dedica a otro fin como, por ejemplo, el forestal.