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Wu-Lien-teh, el primer médico que utilizó la mascarilla para luchar contra una pandemia

El doctor de origen malayo, padre de la sanidad pública china, salvó a la población de la peste neumónica en 1911 con medidas que hoy utilizamos para luchar contra el coronavirus

Wu-Lien-teh
El doctor Wu Lien-teh, en una imagen de dominio público, tomada entre 1910 y 1915.

Una epidemia desconocida arrasó el noroeste de China en 1910. Los muertos se contaban por centenares cada día y el Gobierno decidió dejar todo en manos de un solo médico: el doctor Wu Lien-teh. Las autoridades confiaron en él para investigar la enfermedad e identificarla. Y lo hizo: era la peste neumónica, altamente contagiosa y que se propagaba por transmisión respiratoria. En solo cuatro meses, este científico malayo de origen chino le puso fin con una batería de medidas que recuerdan mucho a las utilizadas hoy para evitar el coronavirus: cuarentena, restricciones en los desplazamientos y la fabricación de una mascarilla especial con algodón, gasa y varias capas de tela que obligó utilizar a la población. Era el nacimiento de la mascarilla quirúrgica, tan popular en el mundo este último año.

Wu Lien-teh nació el 10 de marzo, hace 142 años, en 1879, en la provincia malaya de Penang. Su infancia es tan desconocida como para la mayoría de malayos lo es toda su carrera profesional y sus logros médicos. Hasta su mayoría de edad apenas se sabe que era hijo de emigrantes chinos de la ciudad de Taishan y que se fue a estudiar a Cambridge gracias a una beca. A partir de ahí su carrera es tan meteórica como reconocida.

Cursó primaria y secundaria en la Escuela Libre de Taishan, y a los 17 años recibió la prestigiosa beca Queen’s Scholarship y fue admitido en la Universidad de Cambridge en el Reino Unido. Completó sus estudios de Medicina dos años antes que sus 135 compañeros y se convirtió en el primer estudiante de ascendencia china en obtener un doctorado en Cambridge. Ya doctor, completó su formación en Alemania y en París y, a pesar de que la medicina privada le reportó prestigio y dinero, nunca dejó de lado a los más necesitados ni abandonó su implicación social. Reivindicó la igualdad de derechos y oportunidades en la educación de mujeres y hombres y se posicionó contra la discriminación racial.

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Con una nueva beca de investigación, el doctor Wu acabaría realizando un estudio de posgrado sobre la malaria en la Escuela de Medicina Tropical de Liverpool y otro de bacteriología en el Instituto de Higiene de Halle en Alemania y en el Instituto Pasteur en París. Al poner sus conocimientos y su formación al servicio de la sociedad en lugar de buscar su prestigio personal, no solo cambió su vida sino que logró transformar el curso de la historia médica de China y del mundo.

Al regresar a Malasia, Wu Lien-teh se unió al Instituto de Investigación Médica de Kuala Lumpur durante un tiempo, antes de establecerse con su clínica privada en Penang. Sin embargo, su vida cambió definitivamente en 1907, cuando el gran consejero del Gobierno de la dinastía Ching le ofreció el puesto de subdirector del Colegio Médico del Ejército Imperial en Tientsin.

En el otoño de 1910, estalló en la región nororiental de China la mortífera epidemia de la peste que había acabado con una cuarta parte de la población europea en el siglo XIV. La primera muerte tuvo lugar en la ciudad fronteriza de Manzhouli, cerca de Rusia, y la enfermedad se extendió rápidamente a Harbin, el nuevo municipio internacional que surgió del desarrollo de los ferrocarriles en la región china. En cuatro meses se extendió por cinco provincias y seis ciudades, matando a más de 60.000 personas.

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La epidemia se convirtió en una crisis de salud internacional cuando los residentes de Harbin comenzaron a abandonar la ciudad y arrojaron los cadáveres a las calles. El creciente número de muertos alarmó a las autoridades y en esta situación crítica se le encomendó al doctor Wu investigar la epidemia. Seguro de sí mismo, aceptó casi sin pensar un puesto que otros rechazaron. Wu llegó a Harbin el día de Nochebuena con un traductor y sin instrumentos médicos sofisticados.

Tres días después de su llegada a la truculenta ciudad, Wu realizó la primera autopsia en China a una mujer que había muerto a causa de la epidemia. A partir de sus investigaciones concluyó que la devastadora enfermedad era la peste neumónica, y que podría transmitirse por el aliento humano y los fluidos, algo que iba en contra de la creencia general de Occidente, que pensaba que la peste solo podía transmitirse por ratas o picaduras de pulgas.

Wu creó hospitales especiales para pacientes infectados, estaciones de cuarentena, bloqueos para controlar el movimiento de la población y de los transportes y equipos de patrulla para revisar todos los hogares en busca de nuevos casos. Sin embargo, su revolucionaria idea fue diseñar y fabricar una mascarilla quirúrgica especial a base de algodón y gasa, a la que añadió varias capas de tela para filtrar las inhalaciones, un producto que aconsejó que llevase toda la población para evitar los contagios.

Otro hecho que cambió la actuación contra la pandemia ocurrió cuando el doctor Wu vio un cementerio con miles de ataúdes y cadáveres de víctimas de la pandemia. Entonces, comprendió que los cadáveres en el gélido invierno servirían de incubadora para el bacilo de la peste, así que se propuso retirar los cadáveres y ataúdes sin sepultar mediante la cremación masiva, un acto estrictamente prohibido por la ley y que equivalía a un sacrilegio según la tradición popular.

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Sin embargo, el doctor supo convencer a las autoridades y el 30 de enero de 1911 se incineraron 3.000 cadáveres y ataúdes. Esa actuación redujo el número de muertos por la epidemia y el 1 de marzo de 1911 no se contabilizaron nuevos contagios.

Tras el éxito en la lucha contra la epidemia, conocida como la Peste de Manchuria, Wu sugirió al Gobierno de Pekín que convocara una conferencia internacional para revisar y evaluar las medidas tomadas y documentar las experiencias, de modo que se pudieran redactar recomendaciones en caso de que se repitiera. Científicos y epidemiólogos de renombre de 11 países, incluido Estados Unidos, el Reino Unido, Japón, Rusia y Francia participaron en una conferencia presidida por el doctor de origen chino. Las deliberaciones finales se publicaron como el Informe de la Conferencia Internacional de la Plaga, 1911, y en la actualidad son de estudio obligatorio en Epidemiología.

Durante las siguientes dos décadas, Wu permaneció a la vanguardia de la prevención de epidemias en Harbin. Fue director médico del Servicio de Prevención en el Norte de Manchuria, que más tarde se convirtió en el centro de investigación de la peste más importante del mundo. Su perseverancia fue recompensada cuando logró erradicar la reaparición de la peste en 1921 y de la epidemia de malaria de 1919.

También dedicó gran parte de su tiempo y esfuerzo a establecer hospitales, centros de investigación y facultades de medicina en Harbin, Nanking y Pekín. Fundó la Sociedad Médica China y muchos otros organismos profesionales en el país. En 1931 se trasladó a Shanghái después de que Japón lanzara su ataque a China. Fue arrestado por los japoneses por sospecha de espionaje y solo fue liberado después de la intervención de las autoridades británicas.

Durante su estancia en Shanghái, el doctor Wu dedicó su tiempo a la creación del Sistema Nacional de Cuarentena. En 1935 se convirtió en el primer malayo -y en la primera persona de ascendencia china- nominado al Premio Nobel de Medicina por su trabajo para controlar la peste neumónica.

Regresó con su familia a Malasia en 1937 después de que su casa en Shanghái fuera bombardeada y destruida cuando Japón se embarcó en su invasión a gran escala de China.

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Wu nunca renunció a su vocación y volvió a la práctica privada de la medicina, pero su heroica vida no fue suficiente para evitar primero un secuestro por guerrilleros comunistas y ser arrestado, después, bajo la sospecha de apoyar a las fuerzas antijaponesas. Finalmente, fue absuelto por la declaración de un oficial japonés que era su paciente.

El doctor Wu Lien-teh falleció tras sufrir un derrame cerebral el 20 de enero de 1960. Tenía 81 años y hacía una semana que había regresado a su nuevo hogar en Penang.

Su muerte fue llorada por la comunidad médica internacional, pero su legado perdura. En 2008, el hospital Dr. Wu Lien-Teh Memorial y una escuela también con su nombre se construyeron en la ciudad que salvó de la pandemia, Harbin. Numerosas estatuas de bronce en la Universidad Médica de Harbin y en el Hospital Universitario de Pekín homenajean también al impulsor del Servicio de Salud Pública de China y al padre de la medicina moderna en el gigante asiático.

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