El Reino Unido vuelve a cancelar los exámenes de acceso a bachillerato y universidad
El alto índice de contagio del virus impide la celebración de las pruebas. El Gobierno permite que cada profesor haga una evaluación personal de los alumnos y asigne notas
El Reino Unido ha tenido siempre un orgullo especial por sus pruebas de acceso a bachillerato y a la universidad. Son los llamados GCSE (Certificado General de Educación Secundaria) y los “A-Level” (Nivel Avanzado). Los alumnos eligen materias específicas (un mínimo de tres, normalmente cuatro y un proyecto) y se preparan para una serie de tres a seis exámenes entre los 16 y los 18 años. Serán su pasaporte para la educación universitaria. Los institutos no realizan pruebas regulares de evaluación oficial, aunque muchos hagan test orientativos para comprobar el desarrollo de los alumnos. La medición final de su capacidad está externalizada: la lleva a cabo un organismo independiente, que responde únicamente ante el Parlamento, denominado Ofqual (Oficina Regulatoria de Calificaciones y Exámenes, en sus siglas en inglés). La pandemia, por segundo año consecutivo, ha alterado todo. Las estrictas medidas de distanciamiento social que mantiene en vigor el Reino Unido han llevado al Ministerio de Educación a dejar en manos del criterio de los profesores las calificaciones definitivas. No se repetirá el fiasco del año pasado, cuando el Gobierno tuvo que retirar finalmente un algoritmo diseñado para equilibrar los resultados inflados que proporcionaban los institutos. El resultado entonces fue calificar a la baja las notas y provocar la ira de miles de alumnos. Y el miedo actual, como pudo comprobarse en 2020, es que las universidades acaben inundadas con peticiones de ingreso por parte de aspirantes que, en condiciones formales, no habrían alcanzado el nivel necesario. “Es un sistema justo y flexible que asegurará que los jóvenes puedan avanzar hacia la siguiente fase de su educación o su carrera”, ha dicho el primer ministro, Boris Johnson. “Ningún menor debería quedarse atrás como resultado de la enseñanza perdida durante esta pandemia”. Los colegios y universidades permanecen cerrados desde principios de enero, y ya fueron suspendidos durante tres semanas en noviembre.
La flexibilidad de criterio asignada a los profesores ha desatado críticas y advertencias en la comunidad educativa, a pesar del consenso general en admitir que los docentes son los más capacitados para dictaminar la evolución y preparación de los alumnos. “Depositamos en ellos toda la confianza”, ha dicho en la Cámara de los Comunes el ministro de Educación, Gavin Williamson. “Esta vez no nos basaremos en ningún tipo de algoritmos, aunque pondremos en pie un sistema claro y sólido para poder recurrir los resultados”. Ofqual analizará de modo aleatorio muestras de los resultados para detectar posibles discrepancias en las calificaciones de más de 1,2 millones de alumnos. “Sigue habiendo un serio riesgo de que veamos inconsistencias considerables en las notas de diferentes alumnos y escuelas, o de que los centros educativos adopten criterios distintos a la hora de evaluar. Como resultado, podemos encontrarnos con un elevado número de recursos o con una inflación exagerada de notas altas”, ha señalado Natalia Perera, la directora de Education Policy, una organización independiente dedicada analizar las políticas educativas.
El verano pasado, después de la primera suspensión de las pruebas, las universidades británicas (incluidas las prestigiosas Cambridge y Oxford) recibieron un caudal inesperado de peticiones de admisión, que en el caso de las facultades de Medicina superó el 20% del promedio habitual.
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