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Los hospitales de Madrid quedan aislados por Filomena

La tormenta golpea el sábado, un día de menos actividad programada, lo que reduce su impacto

Una mujer intenta acceder al Hospital Gregorio Marañón, en Madrid, bajo la intensa nevada que ha caído en la capital. En vídeo, varios sanitarios recorren largas distancias por la nieve para llegar a sus centros.Vídeo: SAMUEL SÁNCHEZ / EPV

Si la tormenta Filomena, que ha bloqueado Madrid, tiene algún efecto sanitario, ha sido fuera de los hospitales. “Afortunadamente ha caído en sábado, cuando hay muy poca actividad programada”, dice un responsable de un hospital madrileño. A última hora de la tarde, el mayor impacto que habían notado los centros sanitarios eran los problemas tanto para llegar a ellos como para abandonarlos por parte de los pacientes y el personal. La Consejería de Sanidad de Madrid explica que los principales problemas que están teniendo son “vacunaciones [de covid] suspendidas para los profesionales, imposibilidad de realizar traslados en vehículos a centros de emergencias, ambulancias que no pueden desplazarse, dificultades para cubrir algunos servicios… Sobre todo problemas en cambios de turnos. Se están doblando guardias en muchos casos”.

Ese aislamiento ha sido la mayor inquietud de los trabajadores y enfermos del Hospital Infanta Leonor de Madrid, situado en el distrito de Vallecas, que este sábado por la tarde seguían enclaustrados en el centro debido a que la intensa nevada les ha impedido regresar a sus casas y no ha permitido que muchos de los trabajadores del siguiente turno llegaran. Federico Bermúdez, un enfermero de 34 años que lleva 10 trabajando en el servicio de Urgencias, asegura que nunca había visto algo así. Su turno terminó a las tres de la tarde del viernes y se fue a casa cuando la borrasca era importante, pero aún permitía circular por la capital. Pasadas las nueve de la noche, viendo que en los diferentes grupos de WhatsApp del hospital muchos de sus compañeros comentaban que no podían llegar a su puesto de trabajo porque se encontraban atrapados en la M-30 o M-40 —ambas colapsadas y que finalmente tuvieron que ser cortadas al tráfico en algunos puntos por el peligro que entrañaba la circulación—, decidió volver y presentarse para trabajar de manera voluntaria. Él reside dentro de la almendra central de la ciudad y podía llegar en metro.

Lo peor fue el trayecto desde la estación al hospital. 15 minutos de caminata ya sobre nieve. En condiciones normales un autobús le habría llevado, pero el servicio de transporte público ya sufría los efectos de la nevada. Ataviado con ropa de abrigo, una mochila con varias mudas, botas de montaña y crampones —los pinchos de acero que se sujetan a las botas para caminar en la nieve y el hielo—, Bermúdez llegó exhausto hasta el hospital. “Fue una verdadera expedición”, dice. El panorama que se encontró no era muy distinto al que dejó cuando terminó su turno solo unas horas antes: prácticamente los mismos compañeros y los mismos pacientes. Ninguno había podido marcharse a casa. Los ancianos que habían recibido el alta médica a media tarde no pudieron desplazarse a sus hogares o residencias porque las ambulancias encargadas de trasladarles no daban abasto y los trabajadores no habían podido dar el relevo porque muchos de sus compañeros se encontraban en sus coches atascados en medio de la carretera.

Antes de la medianoche, fuera del hospital la nieve “cubría hasta las rodillas”, aseguran algunos de los trabajadores del centro, quienes cuentan que de madrugada pasó la máquina quitanieves, pero ha sido tal la intensidad de la nevada que el suelo volvía a cubrirse varios centímetros inmediatamente. “Esto es una locura”, cuenta otra enfermera que tras terminar su jornada a las diez de la noche continuó de manera voluntaria por la situación. Como ella, muchos de sus compañeros a los que no les tocaba trabajar se vistieron con “todo el equipo de ropa para esquí” y se aventuraron hasta el hospital para que no faltaran manos.

El trajín de ir y venir de pacientes habitual de cada noche en el Infanta Leonor se paralizó por completo. Apenas llegaron algunos trasladados en ambulancias equipadas con cadenas, que están “solo para emergencias”, dicen desde el hospital, y en su mayoría eran pacientes con lesiones por caídas debido al estado de la calzada. Mientras, tanto en Urgencias como en planta permanecían los ingresados por otras patologías: pacientes con problemas respiratorios, cardíacos y también los de la zona covid, con casos positivos y otros pendientes de resultados. El centro, por su parte, ha puesto a disposición de sus trabajadores diversas habitaciones y salas para que los sanitarios puedan descansar y asearse antes de enfrentarse a la que será para muchos su tercera jornada seguida.

Caos en las planillas de turnos

“Los enfermos por suerte están controlados. Pero no deja de ser una situación complicada a nivel laboral y cuando llega el cambio de turno no sabes quién va a poder venir”, dice Marcos García, otro enfermero de Urgencias que está doblando su jornada de trabajo mientras su mujer, también enfermera, se ha tenido que quedar en casa con sus dos hijos. Controlados los pacientes, la logística del personal es el mayor quebradero de cabeza para los supervisores, encargados de realizar las planillas de turnos y ahora inmersos en un verdadero caos. Sus teléfonos llevan horas sin parar de sonar, con los trabajadores comunicando cada una de sus situaciones y recolocando a los presentes según las necesidades.

Son momentos en los que, como se vivió durante la primera ola de la pandemia, asoma de nuevo la solidaridad entre compañeros y todos los que doblan turnos lo hacen de manera voluntaria. Tienen claro que están ahí para ayudar, pero desconocen cómo se va a controlar la gestión de otros servicios, como la lavandería de sábanas y ropa de hospital o la comida, todo procedente de fuera. “Esto al final es una carrera de fondo. Los primeros turnos son fáciles, el problema va a llegar si esto se demora más días porque va a conllevar el cansancio y el desgaste de los propios sanitarios”, afirma Bermúdez, quien se enfrenta a su próxima jornada, con la que completará las 26 horas de trabajo habiendo dormido apenas cuatro.

Una situación similar se ha vivido en el Hospital de Getafe, al sur de la capital. Por ejemplo, Myriam V. Aragonés ha tardado dos horas de transbordos y caminata en medio de la nevada para llegar a su trabajo; un trayecto que habitualmente hace en 20 minutos. Tuvo suerte y los compañeros con los que debía compartir la guardia lograron llegar casi todos. “Interna, geriatría… Todas las especialidades médicas han conseguido llegar en su mayoría. Aunque los de Medicina Intensiva están teniendo problemas para hacerlo, porque depende de dónde vivas”, dice esta geriatra. La sanitaria que debía hacer la guardia este sábado con ella “no ha podido ni sacar el coche, no tiene metro cerca, así que no puede llegar hasta aquí”.

Varias personas salen del Hospital Gregorio Marañón en Madrid, el sábado.
Varias personas salen del Hospital Gregorio Marañón en Madrid, el sábado.Jaime Villanueva

A pocos kilómetros de allí, en Fuenlabrada, los dos médicos que tenían que haber hecho este sábado de refuerzo en las plantas con pacientes covid tampoco han podido llegar. “Se quedan voluntariamente los salientes de guardia, que harán en total unas 32 horas de trabajo”, cuenta José Ángel Satué, internista en ese centro: “El domingo, como los dos de guardia viven lejos del metro, están buscando voluntarios con metro cerca para sustituirles. Y otra cosa es cuándo llegarán los salientes de turno de esta mañana a su casa”, decía a primera hora de este sábado.

Sucede lo mismo en todos los hospitales de Madrid. “Expedición ártica, lo llaman”, escribía hace unas horas en Twitter Fede Gordo, el jefe de la UCI del hospital del Henares, sobre las dificultades que los especialistas tenían para llegar hasta el centro. En la capital, la calle Isaac Peral se convertía este sábado por la mañana en una pista de esquí para algunos de los profesionales que tenían que llegar a su turno en el hospital Clínico San Carlos. El Hospital de La Paz ha estado también todo el día prácticamente aislado por la nieve.

En el Hospital Gregorio Marañón también hay “algunas dificultades de acceso. Los profesionales están prolongando los turnos si no llegan los compañeros para garantizar la asistencia. Se han atendido unas 300 urgencias desde el viernes. 17 partos desde el viernes y cinco más en paritorios. El interior del hospital está tranquilo y sin incidencias asistenciales”, afirma un portavoz del centro.

Ante esta situación generalizada, la consejería afirma que el servicio de emergencias SUMMA 112 ha reforzado su centro coordinador y los vehículos de intervención rápida (VIR) para garantizar la atención durante la nevada. La comunidad ha creado un comité de crisis “para analizar la situación en cada momento y tomar las decisiones operativas para paliar los efectos de Filomena en el transporte sanitario, y se ha hecho un llamamiento a los profesionales a incorporarse a los recursos más cercanos a sus domicilios y pide doblajes a los que están ya trabajando”. “El objetivo fundamental es garantizar la asistencia sanitaria en las situaciones de emergencia”, que se producen cuando existe un riesgo vital para el paciente, como ictus o infartos.

En este sentido, por un lado, está reforzando el Centro Coordinador de Urgencias y Emergencias con más efectivos, que se irán situando en la sala que existe para estas situaciones. Se priorizan, asimismo, determinados transportes programados no urgentes pero sí esenciales, como es el caso de la diálisis”. Además, se han “aumentado los VIR, puesto que sus características los hacen los más óptimos para el tránsito por la nieve, ya que son todoterrenos. Así, a los 16 habituales se han añadido cinco más”. Estos vehículos están dotados de médico, enfermera y un técnico en emergencias sanitarias y el mismo material y aparataje electromédico de una UVI móvil. Estas también se encuentran operativas, aunque algunas con muchas dificultades de movilidad; por ello, desde este viernes por la tarde se está solicitando ayuda a la Guardia Civil cuando es preciso.

“En los hospitales de la red pública, se ha dotado de nuevo de cama a pacientes que tenían previsto recibir el alta y, en caso necesario, se han facilitado mantas a familiares que han tenido que pasar la noche en los centros. Asimismo, se están dando casos de profesionales que doblan turno, por la imposibilidad de que lleguen los relevos. Además, se trabaja con los Ayuntamientos en la limpieza de los accesos”, señala la Comunidad. En este sentido, el Gregorio Marañón ha habilitado las habitaciones libres de su hotel medicalizado Ayre Colón para que los sanitarios que han doblado sus turnos o no pueden volver a casa puedan descansar en sus instalaciones. Este hotel se encuentra a unos pocos metros del hospital. “Dadas las circunstancias meteorológicas y el gran esfuerzo y entrega de sus profesionales, se les ha ofrecido la posibilidad de usar las habitaciones disponibles para evitar desplazamientos y reducir los riesgos derivados de la gran nevada caída en Madrid”, afirma su portavoz.

Aunque el grueso de los incidentes han ocurrido en Madrid, otras comunidades, como Aragón, Castilla-La Mancha y Castilla y León también se han visto afectadas, con la diferencia de que están más acostumbradas y preparadas para estas situaciones, informa Emilio de Benito. En Castilla y León, por ejemplo, ya ocurre que un equipo aislado por una tempestad se queda y dobla turno. Y en Castilla-La Mancha han tenido que trasladar a algunos enfermos en coches de bomberos ante la imposibilidad de que lo hicieran las ambulancias. Afortunadamente, los servicios de emergencia no están reportando casos extremos por culpa de la imposibilidad de moverse. Sí han comunicado el nacimiento a mitad de camino de al menos dos bebés. Una de ellas se llamará, precisamente, Filomena.

Obligados a llegar

Ir y volver de diálisis se ha convertido en un reto para los afectados de insuficiencia renal que necesitan este tratamiento cada 48 horas solo en Madrid, informa Emilio de Benito. En contra de las advertencias de las autoridades para que no se salga de casa, ellos están obligados a hacerlo. Además, la falta de ambulancias ha obligado a organizaciones como la Asociación para la Lucha contra la Enfermedad Renal (Alcer) a pedir ayuda a Protección Civil, la Guardia Civil y el Ejército. Mientras llega esa ayuda, “algún paciente con un todoterreno se ha ofrecido a recoger a sus vecinos”, apunta Ana Martín, de la oficina central de la asociación.

Lo habitual en la diálisis es que el afectado vaya al hospital o a un dispositivo especializado tres veces por semana, lunes miércoles y viernes o martes, jueves y sábado. Pero esta semana, además, se ha juntado un problema: al ser fiesta el día de Reyes, los centros alteraron los turnos, y este sábado le tocaba diálisis a los del viernes, y el domingo a los que normalmente les correspondería el sábado. Noelia Guerrero, de 26 años, con cinco trasplantes fallidos ya a sus espaldas, tenía que haber acudido al Dialcentro de Madrid este sábado por la tarde, pero llamó y se encontró con que en su centro había muchos huecos por la mañana. Ella es excepcionalmente joven para lo que suelen ser los pacientes de estas unidades, por lo que cogió el metro. “Pero más del 90% de los que vienen aquí lo hacen en ambulancia”, dice por teléfono desde una habitación inusualmente vacía. “En salas de 15 o 20 pacientes hoy hay cuatro”, apunta Ana Martín.

Ante esta situación, “los nefrólogos de los hospitales se van a quedar de guardia para atender a todos, lleguen cuando lleguen”, dice la portavoz de Alcer. Es la única opción que tienen, si no quieren que los enfermos de insuficiencia renal tengan complicaciones. “Con esta dolencia hay que ser muy disciplinado con las comidas, y más si vas a retrasar la diálisis, pero no todos pueden”, dice Martín, quien insiste en que no va a haber ningún problema porque se está contando con la colaboración de las fuerzas de seguridad para el traslado de los afectados e incluso se ha previsto que alguno que llegue más tarde quede ingresado para que no tenga que volver a casa por la noche.

La Fundación Renal Íñigo Álvarez de Toledo (Friat), cuyo centro de Segovia también se ha visto afectado, ha acudido a voluntarios —tanto personal como pacientes— que ya desde la tarde del viernes han acogido en sus casas a quienes no podían volver a la suya. “Hay una enfermera que ha acabado con cuatro personas en su casa porque vive cerca del centro”, dice la portavoz de la fundación. “También hemos buscado en hoteles, pero no hay tantos cerca y además muchos están cerrados por la covid o porque el personal no ha llegado”, añade. Y luego hay complicaciones anecdóticas. “Estábamos buscando alojamiento para un hombre que tiene que volver este domingo a diálisis en Móstoles, y al final encontramos sitio en una pensión, pero nos exigían pagar en metálico. Los trabajadores tuvieron que reunir el dinero con lo que llevaba cada uno, que ahora cuesta porque nadie lleva suelto”.

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