Más que una pandemia
Hay dos epidemias concurrentes que han agravado claramente los efectos del virus: el tabaquismo y la obesidad
Esto no es solo una pandemia. Es una sindemia. La situación que vivimos no es solo consecuencia de la temida aparición de un nuevo virus con alta capacidad de contagio, sino también de la vulnerabilidad de los huéspedes en los que se reproduce. Ahora ya sabemos que no en todos los cuerpos causa la misma devastación, como también sabemos que no todos los humanos están igualmente expuestos a la amenaza que representa. Fue el médico y antropólogo estadounidense Merrill Singer quien propuso el concepto de sindemia en un artículo publicado en los años noventa en la revista The Lancet. Lo definía como la sinergia que provoca la suma de dos o más epidemias o brotes de enfermedades concurrentes en una misma población, lo que exacerba el pronóstico individual y la carga colectiva de enfermedad, de modo que el daño final es mucho mayor que la suma de esas condiciones por separado.
En un artículo editorial publicado en septiembre, Richard Horton, editor de The Lancet, proponía aplicar el concepto de sindemia a la covid-19 y sostenía que mientras no se aborden los determinantes sociales que agravan sus efectos no podrá controlarse la pandemia. No es difícil encontrarlos. En nuestro caso hay dos epidemias concurrentes que han agravado claramente los efectos del virus: el tabaquismo y la obesidad. Desde el primer momento se vio que cuando el virus infectaba a personas obesas o con dificultades respiratorias, la mortalidad se disparaba. El 9,1% de la población española adulta sufre EPOC, una insuficiencia respiratoria crónica provocada por el tabaco. Si una de esas personas contrae la covid, el virus puede ser su sentencia de muerte.
La pandemia exacerba en este caso los efectos de una epidemia anterior ante la que habíamos desarrollado una gran tolerancia. Justo ahora se cumplen 10 años de la ley que prohibió fumar en bares, restaurantes y espacios públicos. Desde entonces el consumo de tabaco ha ido bajando y se han visto los primeros beneficios con una reducción de los infartos en más de 10%. Pero todavía hay un 22% de españoles que fuma a diario y el drama del tabaquismo es que los efectos nocivos pueden llegar años después de dejar de fumar ya sea por tener las arterias obturadas, por una insuficiencia pulmonar o por un cáncer de pulmón. Una simple comparación permite ver la dimensión del problema: el tabaco causa más de 50.000 muertes al año en España, tantas como ha provocado la covid-19 en 2020.
Las mismas cuentas podríamos hacer con la obesidad y su principal derivada, la diabetes. Se la ha llamado la pandemia silenciosa y su prevalencia tiene un fuerte componente social. En los países avanzados, la obesidad es una de las manifestaciones de la pobreza. Las familias de rentas bajas consumen más alimentos procesados, de peor calidad y con más contenidos en azúcares y grasas nocivas. Si la obesidad y la diabetes aumentan, como se ha visto, la letalidad de la covid-19, la pandemia tendrá peores consecuencias en los barrios de renta más baja.
Y así podríamos seguir con otros determinantes sociales. Algunos permanentes, como los indicados, y otros circunstanciales, como el hecho de vivir en una residencia. Que la mitad de los fallecidos en España sean personas que vivían en una residencia de ancianos indica que en ellos concurren diversas sinergias que los hacen mucho más vulnerables. Las patologías crónicas que padecen, desde luego, pero también las condiciones en las que viven, lo que obliga a repensar el modelo de atención que reciben los mayores.
A la mortalidad directamente causada por el virus tendremos que sumar además la de otras enfermedades que no fueron correctamente atendidas durante la pandemia a causa de la saturación del sistema sanitario. Lo vimos en la primera oleada y lo estamos viendo en la segunda, como si no hubiéramos aprendido nada. Entre julio y noviembre, el exceso de mortalidad en España era de 26.904 defunciones, cuando el Ministerio de Sanidad atribuía a la covid 16.700. Hay pues una diferencia de más de 10.000 muertes no esperables que difícilmente puede explicarse por la existencia de casos de covid no consignados en la partida de defunción.
El virus es portador de muchas enseñanzas, y una de ellas es que hay que intervenir sobre los determinantes sociales que agravan sus efectos. Porque esta no será la última pandemia y tal vez tampoco la peor.
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