Robert Fisk, el legendario corresponsal británico en Oriente Próximo, muere a los 74 años
Ganador de numerosos premios durante su carrera, ejerció un periodismo valiente y crítico con el poder
“La vieja idea de que el periodismo debe ser neutral y no tomar nunca partido por ningún bando es simplemente basura. Como periodista, tu neutralidad e imparcialidad debes ejercerla desde el lado de los que sufren”. Así se expresaba Robert Fisk en el reciente documental, This Is Not A Movie (Esto no es una película), del director Yung Chang, que pivotaba en torno a la figura del legendario corresponsal británico en Oriente Próximo para plantear la compleja relación entre el periodismo y la verdad.
Fisk ha muerto de un fallo cardiaco en el hospital de St. Vincent´s, en Dublín, a donde fue trasladado el pasado viernes desde su domicilio en la capital irlandesa.
Su trabajo más renombrado lo realizó en las últimas décadas como corresponsal afincado en Beirut del diario británico The Independent. Se incorporó a su plantilla en 1989, después de trabajar durante unos años para The Times y cubrir para este periódico el conflicto en Irlanda del Norte (conocido como The Troubles, los disturbios) o la Revolución de los Claveles de Portugal en la década de los setenta. También para ese diario estuvo al frente de la corresponsalía para Oriente Próximo, con sede en la capital libanesa, durante 13 años.
Crítico con los compañeros de profesión que informaban u opinaban de la región más convulsa del planeta sin levantarse de sus mesas de redacción, Fisk fue testigo directo de la sangrienta guerra civil del Líbano, la revolución iraní de 1979, la invasión soviética de Afganistán y la lucha de los talibanes o el conflicto entre Irán e Irak. A media que profundizaba su conocimiento sobre la zona, sus opiniones sobre los gobiernos occidentales, y especialmente contra Estados Unidos e Israel, se volvían más ácidas y polémicas. Brillante escritor, arabista conocedor como nadie de la lengua y las costumbres del mundo en que el que pasó más de la mitad de su vida, Fisk recibió numerosos galardones a lo largo de su carrera, como el de Periodista Internacional Británico del Año (en siete ocasiones) o el Premio a la Prensa de Amnistía Internacional (en dos). Es autor de libros aclamados como La Gran Guerra por la Civilización: La Conquista de Oriente Próximo (Ed. Destino) o Pity The Nation: Lebanon at War (Lamento por la Nación: El Líbano en Guerra). Fue el primer periodista que entrevistó a un entonces desconocido Osama Bin Laden en su refugio montañoso de Afganistán.
“Valiente, independiente, determinado y firmemente comprometido en desvelar la verdad y la realidad a cualquier precio. Robert Fisk fue el mejor periodista de su generación”, ha dicho del director gerente de The Independent, Chiristian Broughton, al conocer la noticia del fallecimiento.
Fisk amaba Beirut, y unió su destino al de la ciudad durante los momentos más duros de su cruenta guerra civil. Entre los compañeros de profesión, que respetaban a carta cabal su integridad y veteranía, era conocido simplemente como “Fisk” o “Fisky”. Fue uno de los primeros periodistas en presencia en persona la masacre de los campamentos de Sabra y Shatila, donde las milicias cristianas asesinaron a sangre fría a centenares de refugiados palestinos. La población de la zona sentía más admiración que el público occidental hacia la obra de un profesional, orgulloso y provocador, que siempre se colocó del lado de los más débiles. Cuando viajó a Afganistán, después de los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York, fue atacado por un grupo de refugiados afganos en la frontera con Pakistán. Fisk convirtió el incidente en una noticia de primera página en la que analizó, de un modo despersonalizado, las causas de tanta rabia. “Me di cuenta de que todos ellos eran hombres y niños cuya brutalidad era completamente el producto de otros. De nosotros, que les armamos para combatir a los rusos pero ignoramos su sufrimiento y nos reímos de su guerra civil”, escribió.
No siempre acertó, pero mantuvo con firmeza sus convicciones. Muchos de sus críticos le acusaron de excesiva condescendencia con el régimen sirio de Bashar al Assad, que siempre le permitió el acceso a zonas del país vetadas para otros periodistas. Fisk llegó a sembrar dudas sobre la autoría del Gobierno cuando la humanidad conoció el uso de agentes químicos contra la población civil en Douma, el barrio de Damasco.
Nacido en la localidad inglesa de Kent, hijo de un padre expulsado del ejército por negarse a comandar un pelotón de fusilamiento que iba a ajusticiar a un soldado británico, él mismo ha reconocido cómo se distanció de su progenitor a medida que se volvía más “nacionalista, casi fascista...” y sin embargo, cómo su amor hacia la historia lo heredó de él. Eligió sin embargo que su patria fuera Irlanda, y acabó adquiriendo esa nacionalidad. “El mundo ha perdido uno de sus comentaristas más brillantes”, ha dicho el presidente de Irlanda, Michael D. Higgins. “El templo de la verdad ha desaparecido” , ha dicho Marwan Chukri, el director del Centro Internacional de Prensa del Ministerio de la Información, en Beirut.
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