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Los países incumplen todos los objetivos para frenar la destrucción de la biodiversidad fijados para 2020

Un informe mundial advierte de que la alarmante degradación de la naturaleza aumenta el riesgo de futuras pandemias

Vista de un trozo de selva amazónica junto a campos de soja, en el estado de Pará (Brasil), en noviembre de 2019.
Vista de un trozo de selva amazónica junto a campos de soja, en el estado de Pará (Brasil), en noviembre de 2019.Leo Correa (AP)
Clemente Álvarez

Este 2020 es la fecha para alcanzar las llamadas metas de Aichi de diversidad biológica, 20 objetivos clave que se fijaron hace 10 años a escala internacional para frenar la alarmante destrucción de la naturaleza en el planeta. Sin embargo, el quinto informe de Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica, presentado este martes, resulta categórico: no se va a cumplir totalmente ninguno de estos compromisos, ni uno solo. Un mal resultado que tiene implicaciones negativas no solo para las especies y los ecosistemas, sino también para los propios seres humanos.

Si en mayo del año pasado, el informe de la Plataforma Intergubernamental sobre la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (IPBES) estimaba que hay un millón de especies en peligro de extinción en el mundo y alertaba de que esto tiene un impacto directo en la capacidad del planeta para sostener la vida humana de calidad, este nuevo trabajo incide ahora en cómo la actual crisis del coronavirus “ha puesto de relieve aún más la importancia de la relación entre las personas y la naturaleza”. “Mientras degradamos los ecosistemas, se incrementa el riesgo de futuras pandemias”, ha destacado David Cooper, subsecretario ejecutivo de la Convención sobre Diversidad Biológica, y encargado de presentar este quinto informe de revisión mundial.

En su comparecencia a distancia, Cooper ha remarcado también algunos avances, como la disminución entre 2011 y 2020 de cerca de un tercio de la tasa de deforestación en el mundo en comparación con el decenio anterior, o el aumento de la superficie de áreas protegidas, que en los últimos 20 años pasaron de un 10% a un 15% en las zonas terrestres y de un 3% a un 7% en las marinas. No obstante, de forma global, la evaluación concluye que solo se cumplirán parcialmente 6 de las 20 metas fijadas para este año 2020.

Según el objetivo número 5, por ejemplo, para 2020 se debía reducir por lo menos a la mitad y, donde resultase factible, hasta un valor cercano a cero el ritmo de pérdida de todos los hábitats naturales. Sin embargo, la evaluación asegura que “la pérdida, degradación y fragmentación de hábitats sigue siendo elevada en los bosques” y “especialmente en los ecosistemas con mayor diversidad biológica de las regiones tropicales”. Asimismo, “las áreas naturales silvestres y los humedales mundiales siguen disminuyendo” y “la fragmentación de los ríos sigue siendo una amenaza crítica para la diversidad biológica del agua dulce”.

El objetivo número 6 establecía también que para 2020 todas las reservas de peces e invertebrados y plantas acuáticas se debían gestionar y cultivar de manera sostenible, consiguiendo que las actividades de pesca no tuviesen impactos perjudiciales importantes en las especies en peligro y los ecosistemas vulnerables. Pero, como incide el informe, hoy en día “una tercera parte de las poblaciones de peces marinos (una proporción más elevada que hace 10 años) están sobreexplotadas” y “muchas pesquerías aún están ocasionando niveles insostenibles de capturas incidentales de especies no buscadas y daños en hábitats marinos”.

El objetivo número 14 especificaba que para 2020 debían haberse restaurado y salvaguardado los ecosistemas que proporcionan servicios esenciales, incluidos servicios relacionados con el agua, y que contribuyen a la salud, los medios de vida y el bienestar, tomando en cuenta las necesidades de las mujeres, las comunidades indígenas y locales y los pobres y vulnerables. Sin embargo, según destaca la evaluación, “la capacidad de los ecosistemas de proporcionar los servicios esenciales de los que dependen las sociedades sigue disminuyendo”. “En general, esta disminución afecta desproporcionadamente a las comunidades pobres y vulnerables, así como a las mujeres”, señala el trabajo, que asegura también que “las especies de aves y mamíferos responsables de la polinización se están acercando en promedio a la extinción, al igual que las especies que se utilizan para alimentos y medicinas”.

Para Gemma Rodríguez, responsable del Programa de Especies de WWF España, “todos estos datos alarmantes no tienen la repercusión que deberían tener”. “En las cuestiones de biodiversidad no se constata la urgencia que empieza a percibirse con el clima”. Como incide, esto ocurre fundamentalmente por no haber conseguido todavía trasladar a la sociedad la importancia de las especies y ecosistemas para el propio bienestar de los humanos. “La literatura científica ya venía advirtiendo desde hace tiempo de la relación entre pérdida de biodiversidad y las zoonosis [las enfermedades infecciosas transmitidas desde los animales a los humanos], pero esto no generó ningún alerta”, recalca.

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Sobre la firma

Clemente Álvarez
Es el coordinador de la sección de Clima y Medio Ambiente de EL PAÍS y está especializado en información ambiental, cambio climático y energía. Ha trabajado para distintos medios en España y EE UU, como Univision, Soitu.es, la Huella en La2 de TVE... Fue también uno de los fundadores de la revista Ballena Blanca.

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