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Los casos de envenenamiento de fauna silvestre bajan casi un 70% en una década

Toledo encabeza las provincias en episodios detectados, indica un estudio de SEO/BirdLife y WWF

Esther Sánchez
Un buitre negro muerto por envenenamiento.
Un buitre negro muerto por envenenamiento.SEO/BirdLife

La lucha contra el envenenamiento de fauna salvaje está surtiendo efecto. En la última década su incidencia ha bajado un 68,5% han indicado este miércoles las oenegés SEO/BirdLife y WWF en la presentación del informe El veneno en España. Si en 2008 se detectaron 634 episodios de envenenamiento -en cada uno de ellos puede morir más de un animal- la cifra bajó a 200 en 2017. En 25 años, de 1992 a 2017, se han localizado 21.260 animales muertos. Pero es la punta del iceberg, advierten, porque solo se detecta entre el 10% y el 15% de los casos reales, de tal forma que si se considerara el resto la cantidad subiría a más de 200.000 ejemplares víctimas de las sustancias tóxicas.

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La caída en los episodios de envenenamiento es una buena noticia, pero con matices, porque “a pesar de la tendencia a la baja, las cifras continúan siendo insoportables debido al fuerte impacto que provoca en la biodiversidad, porque es un sistema que no discrimina y produce un efecto masivo”, advierte David de la Bodega, de SEO/BirdLife. El año pasado se registró la muerte de seis águilas imperiales ibéricas, ocho alimoches, 12 milanos reales y tres buitres negros, todas especies protegidas. Es la muestra de que “el veneno sigue estando en el campo”, explica. Los conservacionistas achacan el importante descenso a un trabajo en conjunto de las Administraciones, fiscalías y agentes de medio ambiente, Seprona y técnicos de las ONG.

Los cebos con sustancias tóxicas se han utilizado de forma tradicional, sobre todo en fincas cinegéticas, para acabar con los depredadores que consideran dañinos para su negocio, como los zorros. Esta forma de gestión del medio natural -prohibida en el Código Penal y considerada delito- daña a otras especies a las que no van dirigidas. Las aves rapaces son las más afectadas, con un 35% del total, seguidas de mamíferos domésticos, con un 21%. Detrás aparecen otros mamíferos terrestres como zorros, osos pardos, lobos o linces, con un número de ejemplares afectados del 9%. Una cifra que puede estar infravalorada en las especies no protegidas (el zorro), porque se les presta menor atención y en muchos casos ni se recoge a los animales muertos ni se les somete a pruebas toxicológicas.

“Existe un arraigo en determinadas zonas difícil de eliminar”, añade De la Bodega. Esto se demuestra en que hay lugares donde los episodios se repiten, que se convierten en puntos negros. La provincia de Toledo, una de las áreas de España con mayor actividad cinegética, lidera los episodios de envenenamiento, con 806 episodios en los 25 años que engloba el estudio. También relacionado con la caza, aparece Granada con 683 episodios, Sevilla o Valladolid. Por comunidades, Andalucía, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Cataluña, Aragón y Extremadura son las que acumulan más casos. Por municipios destaca Tudela (Navarra), donde se registró en 2012 el mayor suceso de este tipo detectado en España con la muerte de 117 aves rapaces, entre ellas 108 milanos negros, especie en peligro de extinción. Por detrás, aparecen Zaragoza, Bunyola (Islas Baleares) y Albacete.

Carlos Cano, de WWF, advierte de que las comunidades autónomas donde se detectan más casos no son necesariamente las más “envenenadoras”, sino que puede ser que hayan realizado un esfuerzo mayor de seguimiento, como ocurre en Andalucía. “Si no se busca el veneno, no existe”, matiza. El técnico considera imprescindible que se desarrolle una estrategia de forma conjunta con Portugal, porque las especies afectadas utilizan todo el territorio de la península.

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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