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Italia se desmarca del acuerdo de apertura de fronteras de la UE y mantiene duras restricciones

Bruselas pacta un listado de 14 países considerados seguros, pero las discrepancias entre los Estados miembros anuncian una reapertura hacia el exterior muy complicada

En foto, un pasajero con mascarilla en el aeropuerto de Fiumicino, Italia. En vídeo, España abre hoy sus fronteras a 15 países. Vídeo: GUGLIELMO MANGIAPANE (REUTERS) / ATLAS

El laborioso acuerdo para reabrir las fronteras de la UE a partir de este miércoles, 1 de julio, ha tardado varias semanas en cerrarse y apenas unas horas en resquebrajarse. Italia ha anunciado en la noche del martes que mantendrá durísimas medidas restrictivas para los ciudadanos de todos los países de fuera de la zona Schengen, incluidos los de Estados considerados seguros por la Unión Europea. La decisión de Roma rompe de hecho con la decisión aprobada por la UE, que por primera vez desde marzo acepta la apertura de fronteras exteriores con un restringido grupo de 14 países extracomunitarios, como Japón, Canadá o Marruecos entre ellos. Italia deja claro que no son bienvenidos todavía.

El Gobierno de Giuseppe Conte ha aprobado en la noche del martes una ordenanza para imponer cuarentena obligatoria y vigilancia sanitaria para todos los pasajeros que provengan de fuera del espacio Schengen, también para los 14 países aprobados por la UE. Además, estos pasajeros solo podrán entrar en el país transalpino por motivos de estudios, trabajo, sanitarios o de absoluta urgencia. En la práctica, Roma se desmarca de la recomendación comunitaria con unas condiciones draconianas que buscan mantener blindadas las fronteras por la vía de los hechos.

“La situación a nivel global sigue siendo muy compleja. Debemos evitar que se anulen los sacrificios que han hecho los italianos en los últimos meses”, ha señalado el ministro de Sanidad, Roberto Speranza, a través de un comunicado.

La lista de países considerados seguros a efecto de la llegada de sus ciudadanos ha sido aprobada este martes por el Consejo de la UE y se traduce en una recomendación para que los socios comunitarios permitan la entrada a ciudadanos y residentes de los países considerados seguros y se comprometan a no autorizar unilateralmente la entrada desde países que no figuren en el listado. El acuerdo contempla que los socios europeos puedan mantener ciertas restricciones en las entradas procedentes de los países seleccionados. Pero las medidas que prevé aprobar Roma equivalen a mantener prácticamente vetado su ingreso.

La lista se actualizará cada dos semanas, para añadir nuevos países o retirar aquellos donde se haya producido un rebrote de los contagios. Pero a inmensa mayoría del planeta, de momento, seguirá teniendo vetado el acceso a un Viejo Continente que tras registrar más de 150.000 fallecimientos por la pandemia prefiere reabrir sus puertas muy poco a poco. La apertura definitiva tardará aún y llegará, muy probablemente, con cambios en los procesos de entrada y salida del territorio comunitario.

Una buena parte de la población es partidaria de reforzar los controles fronterizos en la era del virus SARS-Cov-2, según un sondeo publicado esta semana por el centro de estudios European Council on Foreign Relations (ECFR). El porcentaje a favor oscila entre el 48% de Dinamarca y el 73% de Portugal. Susi Dennison, analista del ECFR y directora de su programa European Power, relativiza ese resultado porque el sondeo se hizo en abril, en un momento agudo de la pandemia.

“No creo que se pueda interpretar como que la opinón pública europea se ha vuelto contra el principio de la libre circulación”, señala Dennison. La analista destaca una opinión mayoritaria a favor de más cooperación europea, también en el capítulo de fronteras, sentimiento que convive con una desconfinaza hacia las instituciones de la UE a las que buena parte de los encuestados han visto como irrelevantes durante la mayor crisis sanitaria del continente en 100 años.

Todo indica, en cualquier caso, que la reapertura de fronteras llegará acompañada de nuevas normas de control sanitario. Esas normas tendrán un especial impacto en el transporte aéreo y se añadirán a las medidas de seguridad introducidas tras el 11-S de 2001, cuando se impuso desde la mirilla en la puerta de la cabina del piloto del avión hasta la prohibición de llevar más de un litro de líquido en el equipaje de mano.

En el aeropuerto de Fráncfort (Alemania), el de mayor tráfico de toda la UE, se abrió el lunes un centro de diagnóstico rápido de coronavirus para los viajeros que llegan o salen del país. Las instalaciones tienen capacidad para realizar 300 pruebas diagnósticas a la hora y el test cuesta 139 euros si se quiere obtener un resultado en dos horas y 59 euros en seis horas.

La rapidez del test permitirá, según la empresa Centogene, evitar las cuarentenas de los viajeros que puedan probar que su test es negativo. Los resultados se les enviará a través de una plataforma digital. La normalidad todo lo asimila y ahora parece dispuesta a digerir el control de temperatura, la obligación de portar mascarilla o el sometimiento a pruebas de detección del virus SARS-Cov-2 o de los que puedan llegar en el futuro.

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A passenger wearing a protective face mask waits for his flight at Fiumicino Airport, one of the two airports in the world to obtain the 'Biosafety Trust certification' for the correct application of security measures to prevent infections, following the coronavirus disease (COVID-19) outbreak, in Rome, Italy June 30, 2020. REUTERS/Guglielmo Mangiapane
La UE aprueba la reapertura de fronteras con 15 países e intentará ampliar el listado cada dos semanas
Preguntas y respuestas sobre la reapertura de fronteras de la UE

“En el transporte aéreo, las compañías tomarán la temperatura antes del embarque y, a la llegada, en los aeropuertos parisinos habrá cámaras térmicas”, anticipaba a principios de junio Jean-Baptiste Lemoyne, secretario de Estado de Exteriores responsable de turismo. Si la temperatura supera los 38 grados y un segundo termómetro lo confirma, el recién llegado deberá someterse a un examen médico y, en caso necesario, a una prueba para detectar la covid-19. De dar positivo, el visitante deberá ponerse en cuarentena.

Difícil reapertura

La emergencia sanitaria también ha vuelto a demostrar que la primera respuesta es la más espectacular pero, a la larga, la más sencilla de adoptar. Los países se replegaron en sí mismos con la misma celeridad que un caracol. Los europeos escucharon con estupor el primer portazo significativo, que llegó el 12 de marzo con la decisión de Donald Trump de prohibirles la entrada en territorio estadounidense.

“La Unión Europea desaprueba que EE UU haya decidido la prohibición de viajar de manera unilateral y sin consultar”, lamentaron en un comunicado conjunto la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. “Evaluaremos la situación. La disrupción económica debe evitarse”, añadía Michel con un optimismo de corto alcance.

Cuatro días después de mostrar su indignación, Von der Leyen proponía prohibir la entrada en Europa desde cualquier lugar del planeta, salvo para viajes considerados imprescindibles. Y el Consejo Europeo, presidido por Michel, aprobaba la histórica prohibición por unanimidad de los 27 socios de la Unión. Europa se cerraba al mundo hasta nuevo aviso, una decisión inédita en los 70 años de existencia del club comunitario y de la que no hay precedentes en la historia contemporánea del Viejo Continente.

El blindaje se aprobó en cuestión de horas pero la reapertura puede tardar meses. La primera y tímida rendija beneficiará desde este miércoles, en teoría, a los ciudadanos y residentes de Argelia, Australia, Canadá, Corea del Sur, Georgia, Japón, Marruecos, Montenegro, Nueva Zelanda, Ruanda, Tailandia, Túnez, Serbia y Uruguay. La lista incluye también a China, país donde primero estalló la epidemia, pero a condición de que Pekín levante el veto a la entrada de ciudadanos europeos.

Los tirones entre los socios de la UE a favor de unos países o de otros han acabado deparando una lista incoherente y desconcertante, al más puro estilo del “monstruo de Bruselas” descrito por el filósofo alemán Hans Magnus Enzensberger.

La lista incluye países como Marruecos o Argelia, que prohíben la entrada desde Europa y no cumplen, por tanto, el criterio de reciprocidad que se exige a China. “Creo que aparecemos ahí más por cuestiones diplomáticas que sanitarias”, explica un analista argelino que prefiere mantener el anonimato. Y esa fuente apunta que para el Gobierno argelino, paradójicamente, la aparición en el listado podría convertirse en un problema. “Si estamos bien, ¿por qué no se abren las fronteras? Si se abren tendrían que abrirse también las mezquitas y el Gobierno teme esa apertura signifique la vuelta del Hirak [las protestas callejeras masivas]”.

En Marruecos, la decisión europea también ha pasado casi desapercibida. Los medios locales están más interesados en saber cuándo se abrirán las fronteras de su propio país y cuándo podrán volver los 30.000 nacionales bloqueados en el extranjero.

Sin conflicto diplomático

El listado también parece demasiado breve para permitir un relanzamiento del turismo internacional, dada la ausencia de mercados tan importantes como EE UU, Rusia, India, Brasil, México o India. El sector turístico, que emplea a 13 millones de personas en la UE, ha perdido la temporada de primavera, que supone suponer un tercio de su facturación anual. Y la de verano, que supone otro tercio, arranca lastrada por la falta de normalización en el transporte y el veto a la entrada en la UE a más de 150 países.

La Comisión Europea cree que la industria turística europea será la más golpeada por la crisis de la pandemia y cifra las posibles pérdidas entre 171.000 millones, en el escenario optimista, y 285.000 millones en el peor de los casos. El sector podría acusar además, según la Comisión, una caída de la inversión de 181.000 millones de euros.

Los países más dependientes del sector turístico, como Grecia (25% de su PIB), han presionado para acelerar la apertura de fronteras. Francia, primera potencia turística mundial con 90 millones de visitantes al año, tampoco ha disimulado su interés por abrir fronteras cuanto antes. Otros socios, entre ellos España, han abogado por aplicar criterios estrictos, que garantizasen la apertura solo a países con una tasa de contagios similar a la europea por cada 100.000 habitantes en períodos de 14 días.

El criterio aparentemente objetivo no ha impedido, sin embargo, un largo rifirrafe entre los Estados miembros, temerosos alguno de ellos del desaire diplomático que podría suponer dejar fuera socios comerciales significativos. El temor, sin embargo, parecía exagerado. En los países excluidos apenas ha habido reacciones.

En EE UU, de momento, la patronal de agencias de viaje ha lamentado el veto pero el intempestivo Donald Trump ha guardado silencio, por ahora. Desde el Departamento de Estado, un portavoz de la diplomacia estadounidense ha asegurado que Washington “aprecia la transparencia y los esfuerzos” de sus aliados europeos para combatir la pandemia”. Y ha añadido que “estamos comprometidos en coordinar con ellos esos esfuerzos mientras esperamos reabrir nuestras economías y suavizar las restricciones”.

En Brasil, solo una eurodiputada federal y antigua aliada del presidente Bolsonaro, Joice Hasselmann, ha lamentado en una red social que el país “nunca ha estado tan aislado”. El youtuber Atila Lamarion, biólogo y notoria voz brasileña en divulgación científica, añadió que no ve “que otros países nos reciban tan pronto”. Según datos de la Agencia Nacional de Aviación Civil, en 2018 se batió el récord de pasajeros con destino a Europa desde Brasil, con 3,4 millones.

La exclusión tampoco ha causado sorpresa en México. Desde la Secretaría de Exteriores mexicana se recuerda que “no hay un cambio respecto a la política de las últimas semanas o meses”. La Secretaría añade que “mantenemos un diálogo cercano y una cooperación con Europa” y que “los aeropuertos mexicanos se van a mantener abiertos al tránsito de personas para ayudar a los nacionales europeos a volver a su hogares”.

Con información de Ana Carbajosa, Marc Bassets, Francisco Peregil, Yolanda Monge, Diogo Magri y Bea Guillén.

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