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Estrategias para no sentir apego por el bebé

Varias mujeres embarazadas para terceros explican cómo gestionan sus sentimientos

Clínica en Kiev donde se alojan mujeres embazadas para terceros.
Clínica en Kiev donde se alojan mujeres embazadas para terceros.S. B.
Silvia Blanco
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En Ucrania las mujeres que se quedan embarazadas para terceros llevan el proceso en secreto. No está bien visto. Suelen proceder de zonas rurales alejadas de la capital. Solo los más íntimos saben por qué cuando se empieza a notar la barriga, o en los dos últimos meses, se mudan a Kiev a compartir piso con otras mujeres en la misma situación. Si tienen hijos pueden llevárselos con ellas en algunos casos, pero no al marido si están casadas. Mientras están en los pisos, la agencia que las reclutó se convierte, dice la encargada de una de ellas, en “una segunda familia”. “Pueden llamarnos a cualquier hora. Si por ejemplo detecto que alguna muestra demasiado apego con el bebé, llamo a la psicóloga para que tengan una consulta. Hay que actuar enseguida”.

¿Cómo gestionan sus sentimientos las mujeres que se embarazan para terceros? Por ejemplo Milana, que está de unas semanas, dice que piensa en sí misma como una canguro del bebé, porque sabe que no es suyo. Esa idea es la que empleaba la psicóloga Antonina Nakonechnaya para ayudar a las mujeres que hacen de vientre de alquiler durante los cuatro años que trabajó en una agencia para reclutarlas. La de que transportan a un bebé con el que no tienen vínculo genético. “Yo les decía que iban a dar vida, que es un regalo para otros, era como un mantra. También les recomendaba que se concentraran en la recompensa, en su objetivo”, explica. “Muchas no mostraban ninguna emoción hacia el niño. Eso es bueno para ellas, pero no para el bebé”, dice. Solo en 15 casos hizo un seguimiento. “Algunas mujeres sentían vergüenza y soledad, pero la psicología no interesa a las clínicas”.

María, de 30 años, dice que se enfocó en su propia hija y compara cómo con ella se acariciaba la barriga y le llamaba “mi princesa”, mientras que a las gemelas que llevó para unos australianos les llamaba “las niñas”. Esa cierta distancia fue más difícil de mantener los tres días que siguieron al nacimiento. “No quise ver a los bebés porque tenía miedo de que los sentimientos maternales fueran muy fuertes y tomaran el control de la situación”. En esos días tomó pastillas para evitar la subida de la leche y estaba dolorida por el parto. Explica que se entrenó a sí misma para estar tranquila, se decía que esos no eran sus bebés y cogió una foto de su hija para concentrarse en ella. Después de esos días tomó en brazos a las gemelas. “Se me quedaron dormidas y me sentí orgullosa por lo que había hecho”.

María no lloró después de que se las llevaran. Ni tampoco Yulia, porque dice que sabía desde el principio que no era su bebé. La madre legal estuvo en el parto, el padre esperó fuera. Cuando nació el niño, se lo llevaron y la pareja hizo el piel con piel. Yulia solo quería dormir, recuerda. Horas después, tomó al bebé en brazos sin problema y el que lloró fue su marido.

“No se le enseña el bebé a la mujer que acaba de dar a luz. Es mejor para todos, por las hormonas, el apego...”, dice la coordinadora de la agencia. “Los padres legales están en una habitación distinta. Normalmente, por contrato, piden que no haya contacto entre el bebé y la mujer que ha dado a luz, pero a veces, si ambas partes están de acuerdo, sí se ven”.

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Sobre la firma

Silvia Blanco
Es la jefa de sección de Sociedad. Antes ha sido reportera en El País Semanal y en Internacional, donde ha escrito sobre migraciones, Europa del Este y América Latina.

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