El obispo ‘indigente’ agita el ánimo de los teólogos
El congreso de la Asociación Juan XXIII, execrado por la jerarquía española, recibe este año el apoyo de tres prelados
Execrado por la jerarquía española, el congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII celebra este fin de semana su 34 sesión con la presencia y el apoyo de un arzobispo y dos obispos. Son los nuevos tiempos, que empiezan a asomar también en España de la mano del papa Francisco. Lo presume con mucha cautela el secretario general de la asociación, Juan José Tamayo, que destaca otra circunstancia, “igualmente gozosa”: por primera vez, el congreso tiene paridad de sexos entre sus ponentes. Durante décadas, las mujeres, que son siempre mayoría entre el público, han sido minoría en el programa de conferenciantes. Los debates se desarrollan en el paraninfo del sindicato Comisiones Obreras, en Madrid, porque la Conferencia Episcopal presionó hace dos décadas a las órdenes religiosas para que negaran sus locales para la ocasión pese a que los reunidos, cerca de mil cada curso, son en su mayoría religiosos y monjas, profesores de Teología o docentes de religión católica.
Los debates se desarrollan en el paraninfo del sindicato Comisiones Obreras, en Madrid, porque la Conferencia Episcopal presionó hace dos décadas a las órdenes religiosas para que negaran sus locales
El congreso debate en esta ocasión sobre “la reforma de la Iglesia católica desde la opción de los pobres”. Ese es su título, después de analizar el curso pasado la vigencia de la teología de la liberación. “Hemos comenzado a construir la Iglesia desde el techo y el techo se desmorona y se hunde. Tenemos que construir desde las bases, como hacen ustedes, y entonces lo construido será indestructible. Muchos colegas míos están construyendo la Iglesia desde las catedrales, que se han convertido en museos”, dijo el obispo Joan Godayol i Colom (Mataró, Barcelona, 1943), misionero salesiano en Perú durante 45 años y prelado entre 1992 y 2006 de la diócesis d’Ayaviri, a 3,900 metros de altura.
Víctima de una trombosis, el obispo Godayol solicitó una diócesis de menos altura y no fue confirmado por su orientación ideológica liberadora y por sus denuncias contra el poder, incluso el eclesiástico, que le granjearon la enemistad de sus superiores, con el papa Juan Pablo II a la cabeza. Finalmente, el nuncio del Vaticano en Lima le pidió que renunciase al cargo y se jubilase. Retornado a Cataluña, trabaja con grupos de jóvenes en barriadas de Barcelona y vive en la comunidad salesiana del Templo del Tibidabo, jubilado con 150 euros por Perú y con una pensión complementaria por la misma cantidad que le ha concedido el Ministerio de Trabajo, textualmente “por indigente”.
Godayol no se mordió la lengua ante los congresistas, entusiasmados con su discurso liberador y reformista. Por ejemplo, criticó severamente al cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la vaticana Congregación para la Doctrina de la Fe, por apoyar la excomunión de Martha Heizer, presidenta del movimiento ‘Somos Iglesia’, y de su esposo Eheman Gert, por el pecado de celebrar la eucaristía en su casa sin sacerdote. “No ir a misa no es pecado. El pecado es romper la comunión con Dios y con los hermanos que le representan”, denunció Godayol.
“Hemos comenzado a construir la Iglesia desde el techo y el techo se desmorona y se hunde. Tenemos que construir desde las bases”, dijo el obispo Joan Godayol i Colom
También ha estado presente en el congreso de teólogos y teólogas, muy a su manera, el obispo y poeta catalán Pere Casaldáliga y Plá, emérito de la diócesis brasileña de São Felix do Araguaia. Tiene 86 años y se niega a volver a Europa, desde donde le llegan premios o execraciones. Su mensaje, leído en ausencia, nunca deja indiferente. Dijo sobre el tema del congreso: “Es una buena ocasión para confirmar nuestra opción por los pobres en una dimensión comunitaria; nos congrega a proseguir como Iglesia, nos provoca a la misión de ser portadores de esperanza”.
Con igual emoción fue recibido el texto del arzobispo de Tánger, el franciscano Santiago Agrelo, ausente por compromisos ineludibles, pero comprometido con los congresistas más allá de lo esperado. Dijo: “La forma de participar en vuestro congreso es una carta, pero el fondo es el de una confesión. Más que el tema –apasionante–, me movía el deseo –arriesgado – de dejarme ver –obispo – en un Congreso de la Asociación Juan XXIII. Aunque nada entendiese de lo que ahí se exponga, aunque en mi ignorancia nada tuviese que aportar a la reflexión teológica, estar con vosotros, sólo eso, hubiera sido un mensaje elocuente, sugerente, eficaz. Quería estar ahí porque entiendo que todos somos del Señor, que trabajamos todos por el Reino de Dios, y que todos amamos a Cristo en su palabra, en su eucaristía, en su Iglesia, en sus pobres".
Sobre las reformas, casi revolucionarias, que reclama la asociación de teólogos, el arzobispo Agrelo fue contundente. “Estoy convencido de que nadie en la Iglesia ignora la verdad expresada en el dicho Ecclesia semper reformanda. No creo que a nadie se le oculte cuánto sea urgente la tarea de una renovación eclesial. Temo, sin embargo, que, antes de comenzar siquiera el necesario proceso de reforma, unos y otros, desde dentro, podemos abortarlo con las tenazas implacables de nuestras ideologías. Para mí, estar entre vosotros significa romper con la ideología y dar la palabra al evangelio, a Cristo Jesús, al Señor de nuestras vidas. Estar ahí era una opción de vida –lo digo con pudor –, era obediencia a la palabra del Señor: quería sencillamente significar que nos amamos unos a otros como él nos ha amado y nos ha mandado”.
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