“La pobreza puede causar un trauma en los niños”
El pedagogo de la escuela Waldorf trabaja con alumnos en riesgo de exclusión
Bernd Ruf (Karlsruhe, 1954), veterano profesor de la escuela Waldorf, ha desarrollado un método para ayudar a los niños a superar procesos traumáticos derivados de conflictos bélicos o desastres naturales. Su primera experiencia con la guerra la vivió en 2006, en el Líbano. Allí llegó acompañando un grupo de 20 estudiantes de este país, que participaban en un encuentro mundial de Waldorf en Stuttgart ese verano, coincidiendo con la celebración del Mundial de Fútbol de Alemania. El conflicto estalló y los jóvenes no podían volver a casa. Ruf organizó una expedición por carretera hasta el Líbano. “Viví por primera vez la guerra. Vi la destrucción de carreteras, puentes…”, recuerda. Al llegar, se dirigieron a la escuela Waldorf de los chicos. “Se había convertido en un campo de refugiados. Había muchos niños en estado de shock”, cuenta.
El profesor regresó al castigado país al cabo de pocas semanas, esta vez acompañado de un grupo de terapeutas y pedagogos. “El trauma es una herida anímica. Cuanto antes se trate, más posibilidades hay de superarlo”. Y así puso en marcha la que bautizaría como “pedagogía de emergencia”. Mientras da sorbos a su café con leche abunda en que las víctimas de experiencias traumáticas pueden pasar por varias fases: el shock inicial (que puede causar problemas de atención y memoria, depresión, etcétera) puede derivar en desórdenes postraumáticos y, finalmente, en un cambio de personalidad. “La persona se despedaza y acaba sucumbiendo a las drogas o siendo un criminal. La víctima inicial entonces se convierte en agresor”. Para evitar llegar a este punto, se hace trabajar a los chavales con dibujos, ejercicio físico o actividades circenses para fomentar su creatividad y autoestima.
El enquistamiento de la crisis también está abocando a muchos niños a vivencias extremas. “La pobreza puede causar un trauma a un niño porque ve cómo se le derrumba todo lo que tiene a su alrededor”, dice. Los entornos desfavorecidos son, de hecho, la especialidad de este pedagogo. Desde hace 15 años trabaja en una escuela especializada en alumnos discapacitados y con problemas de integración y aprendizaje. Fue cuando tenía 16 años, recuerda —entonces hacía de monitor a niños de barrios empobrecidos de su ciudad— cuando decidió que se dedicaría a los más desfavorecidos.
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Toda su vida ha estado vinculada a la pedagogía Waldorf, fundada hace un siglo por el filósofo Rudolf Steiner. En sus escuelas creció como alumno y como profesor. “Fue una época fantástica. ¡Amaba a los profesores!”, exclama. Al pedirle que defina este método, no duda. “El niño es el centro de la clase. Otros métodos quieren meter cosas al niño y llevarlo hacia el camino marcado por la economía, pero en el Waldorf queremos sacar y desarrollar las capacidades que lleva dentro”, dice.
Aunque es un gran defensor del método, Ruf cree que ninguna pedagogía es buena o mala por sí misma. “El que hace que el sistema funcione es el profesor. Es quien logra reconocer la maravilla que lleva el niño y sacarla”. El pedagogo tiene prisa, se le acaba el tiempo que tenía antes de impartir una conferencia, pero no se marcha sin hacer una férrea defensa de la figura del docente: “No se valora suficiente la importancia de los profesores para el futuro de la sociedad. Y la forma de educar a los niños hoy marcará cómo será la sociedad de aquí a 20 o 30 años”.
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