¿Quién evangelizará a los evangelizadores?
Hace algunos años, el teólogo protestante Pannenberg manifestaba su admiración por el compromiso de tantos cristianos que, en frentes arriesgados de todos los continentes, alientan el día a día de los más desfavorecidos. Y, con aire preocupado, añadía: pero esos mismos cristianos “enmudecen” si se les pregunta qué es el cristianismo. Pannenberg está convencido de que el futuro de la fe cristiana permanece vinculado a que sigamos sabiendo en qué consiste ser cristiano. Podría ser esta una de las primeras urgencias de todo intento evangelizador. Se tiene la impresión de que en las últimas décadas ha declinado el saber teológico de los cristianos, aunque no su interés por el mismo. Cabe preguntarse si habrá influido en ello la desconfianza del magisterio católico frente a algunos, demasiados, teólogos.
El cristianismo es vivencia y testimonio, pero también reflexión y argumentación. El cristiano no puede repetir con D. F. Strauss “lo que yo siento es lo fundamental”. Lo fundamental es previo a mis sentires y afectos. La sola apelación a una religión del corazón, del sentimiento, de la experiencia íntima, no basta. Preguntado Rahner por qué era cristiano, respondió: primero porque no encontré nada mejor y, segundo, porque me lo dijo mi madre de pequeño. Es el doble camino de la tradición cristiana: la fe pensada y sentida.
Ninguna evangelización, ni antigua ni nueva, puede limitarse a exigir la fe; deberá, más bien, hacerla posible y plausible. Faena que pasa necesariamente por los despachos de los teólogos. Pienso en los de Rahner, Küng, Bultmann, Barth… Pero, por suerte, son muchos más. Constituye una miopía incomprensible sellar con silicona la cerradura de esos despachos.
Hay en el mundo unas 10.000 religiones. La mayoría de ellas podrían repetir con el poeta Timm: “Dios ha muerto, viva la religión”. Atrás quedan los tiempos en los que se repetía rutinariamente: “Ningún Dios, ninguna religión”. Hoy soplan otros vientos: “Muchas religiones y ningún Dios”. Y tampoco faltan quienes proclaman: “Jesús sí, Dios no”. La teología deberá mostrar que Jesús habría rechazado tamaño lema.
Finalmente: ¿quién evangelizará a los evangelizadores? Del Vaticano llegan noticias que producen tristeza y estupor: intrigas, lucha feroz por el poder, traiciones, negocios sucios, personajillos que dan por amortizado al Papa y se disputan su sucesión. Al pensar en los destinatarios de la nueva evangelización, parte de la jerarquía no debería olvidarse de sí misma. Probablemente existe entre los cristianos consenso en lo siguiente: Jesús de Nazaret se merecía algo mejor.
Manuel Fraijó es catedrático de Filosofía de la Religión en la UNED.
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