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El uniforme ya no es un castigo

Los adolescentes personalizan una vestimenta común a la que se suman cada vez más centros públicos. vuelve a los orígenes, porque nació para fomentar la humildad, no la exclusividad

Elisa Silió
JONATHAN KIRN

Basta con ver un capítulo de la serie estadounidense para adolescentes Gossip girl para darse cuenta de que llevar un uniforme ya no es un drama para los niños. En cualquier capítulo, las espectaculares colegialas de una escuela privada de la high class lucen con descaro faldas negras casi indecorosas y camisas blancas por fuera; se desatan las corbatas y arrastran al hombro sus americanas. El uniforme nació para unificar la estética y democratizar, pero en una etapa de reafirmación personal como la adolescencia más de uno tunea la vestimenta a su gusto. Enrollarse la falda en la cintura –una práctica de rebelión que se remonta en el tiempo– es solo el primer paso. Por eso, cada vez más escuelas envían una circular a los padres con determinadas indicaciones: la largura de las faldas, la prohibición de llevar camiseta bajo el polo –transparenta el lema– o un calzado que recuerde a las zapatillas deportivas.

El uniforme no está demodé como podría creerse, pese a que ha pasado mucho tiempo desde que las monjas ponían de rodillas a sus alumnas para comprobar la largura de sus faldas. Y ha dejado de ser un símbolo elitista propio de los colegios privados y concertados, en especial los religiosos. Su presencia en los centros públicos de la Comunidad de Madrid ha crecido de forma vertiginosa en cuestión de cinco años. De 30 colegios en el curso 2007-2008 a 287 de este año (ver gráfico). Con el uniforme se intenta también promover la "comodidad y homogeneidad", para así "crear una imagen común del centro, facilitando, entre otras cosas, la identificación de alumnos, tan importante en las salidas fuera", opinan en la AMPA del colegio público Gabriela Mistral, en Las Tablas, que aprobó con un 98% de respaldo su implantación, que no es obligatoria.

La comodidad del pantalón chino se va imponiendo

No en todos se estila la clásica falda gris con polo blanco y jersey de color liso. En el colegio Barrio Loranca, de Fuenlabrada, se impuso un pantalón vaquero sin marca, sudadera con el nombre del centro y un chándal para gimnasia. Mientras que en el privado Arturo Soria, las chicas pueden elegir entre falda o pantalón.

¿Por qué el paso al uniforme? La economía doméstica tiene mucho que decir, y haciendo números, muchas familias concluyen que una vestimenta única –aunque se tengan repuestos– resulta más barata que el modelo de cada día. "Entre semana, el uniforme, y los findes, algo de ropa para salir. Tiene mucha menos ropa en el armario que muchas de sus amigas sin uniforme", dice Pilar García, con una hija en un colegio privado de Pozuelo. "Puedes comprar el uniforme donde quieras, pero como el jersey tiene un escudo de la escuela tuve que llevarlo de allí. ¡Me costó 60 euros!". Luego, esta madre ha sabido que en las mercerías de la zona venden el emblema para coser aparte. "¡El año que viene será!".

En España se instaló a través de las órdenes religiosas para fomentar la humildad de los niños sin distinguirlos por la ropa, que dejaba en evidencia la capacidad económica de su entorno. Las niñas, a mediados de siglo portaban pesados pichis que rara vez se lavaban, con botitas y corbata. Mientras ellos abandonaban el pantalón corto al entrar en la adolescencia.

Como toda la estética, también la de los uniformes escolares se ha ido acomodando a los tiempos, aunque, como es imagen corporativa del centro, los cambios son suaves. No hay continuidad, por ejemplo, a veces en los tejidos –algodones y otras fibras naturales–, cada vez más agradables al tacto, resistentes y duraderos. En los almacenes El Corte Inglés, un clásico en las ventas, detectan que se ha sustituido la camisa por el polo, más de batalla; y en el caso de los caballeros, se está incorporando los chinos –pantalones de algodón– de cinco bolsillos, mucho más cómodos y funcionales que los tradicionales. Mientras que las pesadas faldas de lana plisadas, un incordio para el lavado, dejan paso a otras de algodón sin plisar pero con algunas tablas grandes. Los colores tostados ganan enteros que pierden, sin embargo, los estampados de cuadros para chicos.

Es imagen corporativa, y los cambios cuestan

Las asociaciones de consumidores desconfían de que los uniformes no se conviertan en un negocio para los colegios concertados, sufragados con dinero público. Una vía oculta –a través de la venta exclusiva del material escolar– para recaudar lo que legalmente no se puede. Cada vez más padres por toda España denuncian la obligatoriedad de comprar en determinada tienda, y el Tribunal Vasco de Defensa de la Competencia (TVDC) ha anunciado que sancionará a los centros.

"Para evitar que se disparen los gastos es buena idea tratar de ir escalonando las compras de ropa, aprovechando las rebajas del fin de temporada. Sea previsor", recomiendan desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Y para el calzado sugieren que sea fácil de atar, con suela de goma o caucho –flexibles y antideslizantes–, con plantilla de cuero –más transpirable– y, a poder ser, con contrafuerte. Ideas que comparten en la Federación de Usuarios y Consumidores Independientes (FUCI), que además, subraya la necesidad de huir del marquismo –un ahorro del 30%, según su asociación–, reciclar la ropa en buen estado o aprovechar para los uniformes los packs de las grandes superficies para las camisetas, calcetines, chaquetas o jerséis.

En Galicia, la Comunidad Valenciana y Madrid, los uniformes en los públicos tienen una fuerte implantación, aunque su peso crece en otras zonas como Extremadura o Murcia. Un colegio de L’Hospitalet (Barcelona) ha sido este curso el primero en imponerlo en Cataluña; en Aragón hay dos, y el nuevo reglamento de organización de los centros educativos en Andalucía deja la decisión en manos de cada centro de primaria. Tan solo en el País Vasco, La Rioja, Baleares y Canarias se resisten a la moda del uniforme. Cuando la crisis azota, el uniforme entra en el debate.

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Sobre la firma

Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.

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