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Los puntos calientes de la biodiversidad

Para algunos estudios, ONG y campañas son 34 y para otros 587, pero para todos el listado de los puntos calientes de la biodiversidad en la Tierra tiene el mismo cometido: señalar las especies y ambientes más valiosos para salvarlos de su destrucción

Una de las últimas aportaciones a la hora de catalogar lugares de biodiversidad de primera y, por lo tanto, dignos de invertir los máximos esfuerzos en su protección provino de un estudio de investigadores de las universidades Nacional Autónoma de México y de Stanford (California, Estados Unidos). Publicado en junio del pasado año en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, exponía las veinte áreas marinas claves para la protección de los mamíferos marinos. El trabajo tenía un valor especial porque los listados de puntos calientes (se suele utilizar mucho el término inglés hotspots) de la biodiversidad tienden a centrarse más en ecosistemas terrestres.

De las 20 zonas detectadas, nueve las catalogan como cruciales porque afectan al 84% de todas las especies de mamíferos marinos. Son las costas de Baja California, el extremo este de Norteamérica, Perú, Argentina, noroeste de África (islas Canarias incluidas), Sudáfrica, Japón, Australia y Nueva Zelanda. "Un enfoque visual hacia dónde se encuentra la riqueza, dónde están las especies en peligro de extinción y cuáles son los corredores necesarios para proteger a todas las especies supone un buen comienzo para centrar esfuerzos". Sandra Pompa, ecóloga del Instituto de Ecología de la universidad mexicana, resume el objetivo de esta investigación, que se puede aplicar al resto de iniciativas.

De poco sirve un 'ranking', si no se tiene en cuenta en las políticas de protección y conservación
En los 34 puntos calientes habitan más del 50% de las plantas y del 42% de los vertebrados terrestres

De poco sirve que una ONG o una entidad científica elabore un ranking de los enclaves naturales más sobresalientes de la Tierra y en grave riesgo de perder sus valores, si no sirve para que se tengan en cuenta las políticas de protección y conservación. A principios del año 2000, el profesor y ambientalista inglés Norman Myers, considerado el creador e impulsor del término hotspot, publicó la lista de los primeros 25, gracias a la colaboración entre la ONG Conservation International (CI) y un equipo de la Universidad de Oxford. Myers consideró imprescindible que, además de conocer el nombre de las zonas elegidas, se hablara de seguimiento, investigación e inversión. Esta última se calculó en 20 millones de dólares por año y hotspot, unos 5.000 millones en total hasta hoy, pero, según CI, en los últimos 15 años solo se han gestionado 750 millones en las áreas señaladas.

Aunque desde 2008 no se revisa la lista, los 25 puntos calientes son ahora 34 y en ellos habitan más del 50% de las plantas y del 42% de los vertebrados terrestres. Aquí también hay representación española, ya que la cuenca mediterránea es uno de los 34, aunque las que dominan son las áreas tropicales. No obstante, conviene hacer justicia y mencionar a BirdLife International, que desde 1979 lleva identificadas más de 11.000 áreas importantes para las aves (IBA, en sus siglas en inglés) en 200 países, 450 de ellas en España. En este caso, como en el de los mamíferos marinos, se escoge un grupo de especies representativo de los puntos calientes con el objetivo de alcanzar una protección integral de estos.

Otra iniciativa de cariz más global es la emprendida por Alliance for Zero Extinction (AZE), un proyecto que cuenta con el apoyo de 75 ONG e identifica lugares estratégicos que sirven como último refugio de, al menos, una especie considerada "en peligro" o "en peligro crítico de extinción", según la catalogación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). La lista reúne 587 lugares que muestran la manera más efectiva de proteger y conservar los hábitats de 920 especies, entre las que se incluyen también coníferas y arrecifes de coral. Aquí domina igualmente la franja tropical, y solo aparece un área española, el Parque Natural del Montseny, en Barcelona, asociado al tritón del Montseny, catalogado en peligro de extinción en España.

Ninguno de los listados es perfecto. Incluso aquellos que se pretenden más globales, especialmente en cuanto a las especies que abarcan, dejan fuera a peces e invertebrados, ambos con una función trascendental en los ecosistemas donde se mueven. Sin embargo, todos sirven para su cometido principal: detectar y señalar los focos calientes de la biodiversidad. Quizá, el paradigma de la relación entre los lugares enlistados y la aplicación de políticas de protección sea la red Natura 2000 europea. Según la última revisión publicada, la red suma 26.106 lugares (entre zonas de especial protección para las aves y lugares de interés comunitario) demarcados por los 27 Estados miembros por su relevancia para especies prioritarias en el continente. Alcanzar una interacción sostenible entre las personas y la naturaleza en estos lugares supondrá una piedra de toque esencial para conocer el verdadero alcance de las listas de puntos calientes para la biodiversidad.

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