"Con la crisis, Europa se ha olvidado de que pretendía cambiar su economía"
Yvo de Boer dirigió la negociación del clima de la ONU entre 2006 y 2010. Ahora, habla libremente sobre los errores cometidos y la falta de un liderazgo claro que permita obtener resultados
Yvo de Boer parece relajado. En mangas de camisa y mientras se come un sándwich, el hombre que dirigió la negociación del clima de la ONU entre 2006 y 2010, habla ahora libremente: "Los políticos no creen en la economía verde". "Los Gobiernos no quieren avanzar". De Boer, holandés nacido en 1954 y que ahora trabaja para la consultora KPMG, mantiene el tono irónico que le distinguió en sus multitudinarias ruedas de prensa en Copenhague. Dimitió tras la fallida cumbre del clima con todos los jefes de Estado y de Gobierno, y parece sentir nostalgia de cuando en 1994 las citas anuales eran más sencillas y concretas.
Pregunta. ¿Cómo ve la negociación?
Respuesta. Me da la impresión de que los gobiernos no quieren avanzar aquí. El problema es que este proceso no recibe liderazgo al más alto nivel político. Los negociadores no tienen el mandato de avanzar. El cambio climático está tan relacionado con los intereses económicos que en la negociación necesitas empuje al máximo nivel. Y ahora no hay ese liderazgo. No lo hay en los países industrializados. En primer lugar porque están preocupados con la crisis económica y financiera y en segundo porque creen que debería haber más compromiso de los grandes países en desarrollo. Y estos grandes emergentes dicen que no se comprometen porque no ven liderazgo de los países desarrollados. En mi experiencia los únicos que pueden romper ese bloqueo son los líderes.
"El problema es que este proceso no recibe liderazgo al más alto nivel político"
"Quería hacer cosas prácticas en vez de hablar sobre hacer cosas prácticas"
"Veremos cada vez más impactos adversos del cambio climático y eso va a despertar a la gente, aunque espero que no sea demasiado tarde"
"La UE por primera vez en mucho tiempo está teniendo una posición firme"
P. No lo hicieron en Copenhague hace dos años. Y estaban todos: Obama, Merkel, Lula...
R. Creo que Copenhague habría sido muy distinta si antes el Senado de EE UU hubiera aprobado la ley de cambio climático. Pero, básicamente, en Copenhague sí hubo liderazgo en el acuerdo, que habla de limitar el calentamiento a dos grados y habla de financiación. Sin embargo, allí no estaban preparados para ir a un acuerdo vinculante.
P. ¿Por qué dejó la Convención de Naciones Unidas de Cambio Climático?
R. Había decidido dejar la ONU antes de la cumbre de Copenhague y ya tenía un acuerdo con KPMG antes de la cita. En primer lugar porque no hay que estar demasiado tiempo en un trabajo; segundo, porque pensé que ya había contribuido en lo que podía, y tercero porque he trabajado para el Gobierno, negociado para el Gobierno y para la ONU y quería trabajar en la sostenibilidad desde el sector privado. Para ser honesto, quería hacer cosas prácticas en vez de hablar sobre hacer cosas prácticas.
P. ¿Así ve el proceso de negociación, como solo palabras?
R. Cuando empecé a venir a estas reuniones, en 1994, había un millar de personas y ahora hay 20.000. Cuando empecé, el objetivo era reducir emisiones y hacerlo en los países industrializados. Ahora esto se ha convertido en un proceso enorme que se debate en seis vías paralelas en las que se discute de todo lo que hay bajo el sol. El otro día, Christiana Figueres [su sucesora] dijo que este proceso debería ser sobre mitigación, adaptación y erradicación de la pobreza. Pero eso incluye todo. ¿Debe la negociación sobre el cambio climático intentar cambiar todo el mundo? Parte del problema es que este proceso se complica cada día.
P. ¿Hasta para los negociadores?
R. Incluso para la gente dentro del proceso es enormemente complicado. Ayer, un delegado de Georgia, me decía que habían contado los asuntos de la agenda, y al confrontarlos con los delegados que tenían concluyeron que tenían 0,008 personas para cubrir cada punto de la agenda. Por eso también las delegaciones son cada vez mayores.
P. ¿Cómo recuerda la última noche de Copenhague?
R. Intento no hacerlo.
P. Haga un esfuerzo.
R. Las últimas horas de Copenhague estaba en una habitación cargada con Obama, Lula, Sarkozy, Barroso, Merkel... Había unos 25 líderes de todo el mundo. Lo que vi es que esos líderes tienen visiones muy distintas. Lo que más lamento es que no tenían por qué acabar así.
Incluso en un proceso tan complicado como este, puedes hacer que funcione creando la estructura adecuada. El problema las últimas horas de Copenhague es que a la gente se le dio por la mañana temprano un papel que no habían visto antes. Y por eso llegó esa explosión.
Además de que algunos políticos fueron allí sin querer ningún acuerdo.
P. ¿Quién?
R. Evo Morales, por ejemplo. Y Chávez. Pero ellos no querían porque estaban muy enfadados por el proceso de la negociación. Si vuelves a ver la cinta del plenario final de Copenhague esa noche -algo que he hecho-, las objeciones al Acuerdo de Copenhague no eran a la sustancia, sino a cómo se había llegado ahí. Por eso digo que hay que dirigir el proceso bien.
P. ¿Y no sería más fácil conseguir un acuerdo en una mesa pequeña entre los grandes emisores del planeta? Con EE UU, China, India, la UE y Brasil cubres un porcentaje enorme. Donde un país pequeño no pueda vetar.
R. Sería más fácil acordar reducciones de emisiones, pero eso es solo una parte de lo que hablamos. Aquí se habla de adaptación al cambio climático, del futuro de los pequeños estados-isla, de la financiación, y todo está relacionado. Aunque siempre he mantenido que el G-8 y el G-20 pueden contribuir mucho a la negociación, porque pueden aportar una parte del tema.
P. Esa falta de liderazgo no parece que vaya a cambiar en los próximos años. En la UE, con la crisis, a nadie le importa el cambio climático, y en Washington tampoco.
R. Ciertamente Europa está preocupada por el problema de financiación.
Y muchos políticos han olvidado que los objetivos a largo plazo de la reducción de emisiones a los que se comprometió Europa no los adquirió solo por el clima, sino por la ambición de buscar un tipo distinto de economía europea.
P. ¿Y puede cambiar?
R. Hay tres aspectos que cambiar. Veremos cada vez más impactos adversos del cambio climático y eso va a despertar a la gente, aunque espero que no sea demasiado tarde. En segundo lugar veo, especialmente en China, la conciencia de que hay transformar la economía hacia un crecimiento verde, y espero que eso despierte a los gobiernos porque vean que pierden la carrera de la innovación frente a los países en desarrollo. Y, finalmente, espero que conforme salgamos de la crisis el pensamiento en Europa empiece a cambiar. Por el momento, por razones políticas no hay ganas de alcanzar un acuerdo ambicioso en cambio climático.
P. Si es imposible con Obama en la Casa Blanca nunca será posible. En un país en el que crece el escepticismo no habrá ningún presidente con más voluntad.
R. Es verdad que tenemos un problema de educación en el mundo, incluidos los Estados Unidos, y tenemos que explicar mejor las consecuencias. Pero creo que si vas al Senado de EE UU y les muestras un acuerdo internacional que es justo, en el que todos los países se comprometen, entonces podrías conseguir aprobarlo. No ahora, porque allí el asunto del clima está demasiado politizado, pero con el tiempo sí.
P. ¿Cuál es el principal obstáculo en la negociación, EE UU o China?
R. El principal obstáculo es que si miras en el corazón de la mayoría de la gente no cree que el crecimiento verde puede funcionar en sus países. El reto es demostrarle a los políticos y a las empresas en que puedes ser verde y crecer económicamente. Los países bloquean los avances porque no ven que los resultados sirvan en sus intereses nacionales. Debemos llegar a la situación en que a los países les parezca interesante. China tiene uno de los programas más ambiciosos de reforma económica y de crecimiento verde en el mundo. ¿Pero por qué debería China convertir ese objetivo nacional e uno internacionalmente vinculante cuando algunos de los países desarrollados que han causado el problema no quieren hacer eso?
P. Kioto parece ya un símbolo. ¿De qué serviría un segundo periodo solo con la UE?
R. Para muchos países es muy preocupante que, cuando deberías estar avanzando, no solo no avanzas sino que tiras el protocolo de Kioto. Causa muchos problemas abandonar el único tratado vinculante cuando no avanzas. Aquí se podría conseguir una extensión temporal de Kioto seguir, aunque ahora sí estoy siendo muy optimista.
P. ¿Cómo ve la postura europea?
R. La UE por primera vez en mucho tiempo está teniendo una posición firme, de lo que me alegro.
P. Y si de estas negociaciones no sale nada, ¿cuál es el mensaje? El precio del CO2 ya se hunde en Europa. ¿Quién va a invertir en tecnología limpia?
R. Aunque este proceso de negociación es importante, no veo que el sector privado esté esperando. Hay compañías en todo el mundo invirtiendo en sostenibilidad y en tecnología verde. Lo hacen porque bajan los costes, porque pueden conseguir nuevas marcas en el mercado y porque saben que se pueden diferenciar de la competencia. No están esperando el resultado del proceso, pero es cierto que Durban no están mandando un mensaje al mercado.
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