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El té verde parece prevenir el cáncer, pero las pruebas son insuficientes

En los últimos años se ha extendido el consumo de este producto en los países occidentales bajo el reclamo de que es beneficioso para la salud

El té es la segunda bebida más consumida del mundo. Por delante no está ni el vino, ni la cerveza, ni el café ni ningún otro líquido. Sólo el agua. La costumbre de beber té ha sido durante milenios algo exclusivo de China, Japón y otros países orientales, y no llegó a Europa hasta el siglo XVII. Los ingleses hicieron del té negro una bebida nacional, mientras otros países como Italia o España han sido tradicionalmente cafeteros. En los últimos años, sin embargo, ha empezado a extenderse por muchos países occidentales el té verde, y lo ha hecho además con el reclamo de que es bueno para la salud y de que previene el cáncer.

El reclamo está funcionando porque de vez en cuando salen a la luz estudios de lo más variopinto que avalan esta idea. Así, por ejemplo, un reciente informe indica que en Canadá el té verde es el producto más utilizado como autotratamiento por las supervivientes de cáncer de mama. Ahora, un equipo internacional de investigadores se ha decidido a revisar todos los estudios disponibles para ver hasta qué punto una bebida tan popular como el té verde previene el cáncer. Y su veredicto final, basado en un análisis del mayor rigor científico, es que con las pruebas disponibles no puede sostenerse esta afirmación. Tampoco la niega. Es decir, el té verde quizá prevenga el cáncer, pero esto es algo que no está suficientemente demostrado.

"No están justificadas las expectativas de que el beber regularmente té verde reduzca el riesgo de sufrir cánceres gastrointestinales, urogenitales, de mama, de pulmón, de próstata y de hígado", concluyen los autores de la revisión, publicada este mes en The Cochrane Library. Sin embargo, añaden, "el consumo regular y moderado de té verde parece ser seguro y debe ser contemplado como un complemento saludable de la dieta".

De todas formas, hay que leer la letra pequeña de esta revisión, porque el cáncer no es una enfermedad sino al menos un par de centenares y hay infinidad de estudios con resultados dispares. Tras analizar a fondo los 51 trabajos que podían esclarecer la cuestión, los investigadores indican que el té verde podría tener un beneficio limitado en el cáncer de hígado, pero encontraron resultados contradictorios en otros cánceres gastrointestinales, como el de esófago, colon o páncreas.

Ninguno de los estudios analizados mostró influencia alguna del té verde en el cáncer de mama. Las pruebas que sugieren alguna reducción del riesgo de sufrir cánceres de pulmón o de vejiga eran insuficientes o contradictorias (el té verde podría incluso elevar el riesgo de cáncer de vejiga). El estudio de mayor peso científico analizado (el único ensayo clínico de los 51 trabajos) encontró que los hombres que tomaban elevadas cantidades de té verde parecían tener un menor riesgo de cáncer de próstata.

El supuesto efecto anticancerígeno del té verde se basa en unos compuestos, los polifenoles, que han demostrado tener una gran capacidad antioxidante en experimentos con animales. Los polifenoles, y particularmente las catequinas, podrían inhibir el desarrollo y la proliferación del tumor, pero su mecanismo de acción no está claro. La principal diferencia entre el té negro y el verde es que el primero está fermentado mientras que el segundo se consume sin fermentar y está menos oxidado.

A pesar de que los trabajos revisados incluían en su conjunto más de 1.200.000 participantes, la razón de que las pruebas sean insuficientes se debe a que 50 de los 51 estudios eran puramente observacionales. Es decir, no eran ensayos controlados, en los que se descarta el azar y otros factores que confunden e impiden sacar conclusiones. Por ello, los autores de la revisión reclaman estudios de más calidad para aclarar el poder anticancerígeno del té verde.

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