¿Es Virgil Abloh lo más semejante a un Andy Warhol que tenemos en nuestra época?
El diseñador de Louis Vuitton protagoniza una exposición en Chicago que le consagra como el creativo más influyente de nuestra época. ¿Es suficiente para llamarle artista?
Su trabajo está en boca de todos. Hace un año que Virgil Abloh se estrenó como diseñador de la línea masculina de Louis Vuitton, además de seguir con su labor al frente de Off-White. La marca de streetwear que fundó en 2012 se ha convertido desde entonces en la más influyente del planeta, según el índice Lyst, que calcula el impacto de una firma en la temperatura cultural. A sus 38 años, Abloh puede enorgullecerse de haber logrado redefinir la noción de lujo a través de una gama interminable de productos por los que los milénicos prácticamente matan. En consecuencia, su atractivo para otras marcas también sigue cotizando al alza. No pasa una semana sin que anuncie una nueva colaboración con todo tipo de firmas, de Ikea a Evian, para las que diseña ediciones limitadas que se agotan en cuestión de segundos, como si fueran tótems capaces de conferir a sus propietarios esa escurridiza cualidad que designa la palabra cool.
¿Son todos esos méritos suficientes para equiparar su trabajo con el arte? ¿Es Abloh lo más semejante a un Andy Warhol que tenemos en nuestra época? El Museo de Arte Contemporáneo (MCA) de Chicago, la ciudad donde vino al mundo hace 38 años, responde afirmativamente a ambas preguntas dedicando una gran retrospectiva al trabajo del diseñador. La exposición, que abrirá sus puertas el 10 de junio, recorrerá sus colecciones y desfiles, sus muebles y objetos decorativos, su trabajo como diseñador gráfico y sus colaboraciones con artistas de primera fila, como Arthur Jafa o Jenny Holzer. La misión parece clara: confirmar al diseñador como uno de los líderes creativos más insignes de la actualidad, algo parecido a un hombre renacentista capaz de trascender la tradicional separación entre disciplinas. «Nuestro museo lleva décadas observando qué sucede más allá de las artes plásticas, prestando atención a la arquitectura, el diseño, la performance y también la moda», afirma el conservador jefe del museo, Michael Darling. «El trabajo de Virgil incluye todas esas disciplinas, por lo que para nosotros resultaba natural intentar entender cómo usa esas herramientas», añade sobre la muestra, que recorrerá otras ciudades del mundo durante los próximos dos años.
El catálogo de la exposición en Chicago es una larga concatenación de elogios desmedidos. En sus páginas, Darling compara la proeza de que un hijo de inmigrantes ghaneses sea puesto al frente de una firma histórica del lujo francés con la obra del pintor Kerry James Marshall, que practica una reescritura de la historia del arte en clave afroamericana. La novelista Taiye Selasi, autora de la noción de ‘afropolitanismo’, va todavía más allá, trazando un símil con el joven Miguel Ángel, que tenía 33 años cuando le encargaron su famosa bóveda en el Vaticano. Abloh solo tenía cuatro más cuando fue nombrado director artístico de hombre en Louis Vuitton. «Si París es a la moda lo que Roma es al catolicismo, entonces el Palais Royal es la Capilla Sixtina que le han dejado pintar», escribe Selasi sobre el rincón parisino de pasado monárquico donde se celebró su primer desfile para Louis Vuitton.
Para describir el trabajo poliédrico del creador existen muchas etiquetas: diseñador, director artístico, influencer total… «Yo creo que llamarle artista es la más apropiada, porque engloba el mayor número de sus actividades. Su principal motor son ideas procedentes del arte contemporáneo. Gran parte de su trabajo es similar al arte conceptual. Virgil cuestiona todos los objetos que trae al mundo», asegura Darling, en referencia a los reclamos gráficos, acompañados de obligatorias comillas, que estampa en casi todas sus prendas.
Abloh no tiene reparo en decir lo mismo. En una conferencia en Milán, celebrada en noviembre de 2018, sostuvo que el streetwear sería «el próximo movimiento artístico global». Y no duda en calificarse como un heredero de Marcel Duchamp. Igual que el padre del ready made convirtió una rueda de bicicleta en una sublime escultura, Abloh estaría haciendo lo mismo con las camisetas de algodón y las deportivas ochenteras: alterar su significado social. «Duchamp es mi abogado. Es la premisa legal que valida lo que hago», dijo en 2016 a la revista 032c.
Un planteamiento similar, defiende el diseñador, está en el propio origen del fenómeno de la moda urbana. «El streetwear empezó con el gesto de tomar un logo, darle la vuelta boca arriba y volver a coserlo sobre la prenda. Eso es un ready made», justifica Abloh. La muestra en Chicago no dudará en reafirmar ideas parecidas. «El streetwear se basa en la subversión de lo mainstream. Se trata de coger ropa normal y corriente y convertirla en algo cool a través de la ironía, tomando prestados elementos de la cultura corporativa para alterarlos, haciendo un comentario social o reclamando un territorio creativo. Son ideas que estaban presentes en la obra de Duchamp», insiste Darling. Hace algo más de un siglo, el artista francés causó estupor y desvió el rumbo de la historia del arte al colocar un urinario del revés y tener la desfachatez de llamarlo Fuente (1917, actualmente en la colección de la Tate y el Pompidou). Abloh no se sonroja al asegurar que él ha hecho lo mismo sacando a desfilar deportivas de Nike o gorras de béisbol en la pasarela de París. «El urinario en una galería es el equivalente a una camiseta Vlone cerrando un desfile», dice sobre la marca fundada por los raperos A$AP Bari y A$AP Rocky.
La otra disciplina de la que bebe el diseñador es la arquitectura. «El lado arquitectónico de mi cerebro es la espina dorsal de todos mis proyectos creativos», asegura. Virgil estudió en el prestigioso Illinois Institute of Technology (IIT), heredero de los centros fundados en Chicago por László Moholy-Nagy y Mies van der Rohe, tras huir de Alemania ante el ascenso de los nazis, que terminó provocando el cierre de la Bauhaus, de la que ambos fueron profesores. Abloh se inscribe en la herencia teórica de la innovadora escuela fundada hace 100 años, que no hizo distinción entre arte, artesanía y saberes técnicos, poniéndolos al servicio de mejorar la vida diaria en la Alemania de entreguerras. «Para mí, la arquitectura es una palabra que lo incluye todo, un diseño holístico, el hecho de tener un punto de vista», afirmó el diseñador en 2018 en una entrevista con la web Designboom.
Dentro de la exposición, el visitante se encontrará con un recorrido por disciplinas concebido por la agencia del arquitecto Rem Koolhaas, que accedió a prestarle sus servicios por la amistad que les une. En concreto, los de su estudio de diseño e investigación, el llamado AMO. Lo dirige Samir Bantal, responsable de la escenografía de la muestra, que considera que Abloh es arquitecto como el que más. «En arquitectura no solo se trata de construir edificios. La fase previa a esa parte también es muy importante: es cuando se produce una deconstrucción y una crítica del encargo que te han hecho», expresa Bantal. «Uno debe preguntarse: ¿por qué es necesario este edificio? Las respuestas que surgen de ese proceso determinan el proyecto. Creo que Virgil comparte este método intelectual». Recuerda que, cuando le encargaron diseñar un par de zapatillas para Nike, decidió desmontarlas y separar sus partes, antes de volverlas a juntar. Ahí salió el arquitecto que lleva dentro.
A Bantal, la conexión con la Bauhaus también le parece evidente. «Hace un siglo, la industrialización llevó al diseño hacia un nuevo paradigma. Hoy esa disrupción la producen las redes sociales. Virgil las aceptó desde el comienzo y las ha convertido en parte de su relato y de su manera de trabajar», asegura. Abloh las usa para difundir su trabajo, pero también para crearlo. Suele decir que su estudio es su ordenador. O incluso su WhatsApp, a través del que se comunica con el equipo de Louis Vuitton cuando no se encuentra en París, que es casi siempre. ¿Lo que hace es una forma contemporánea de arte? No todo el mundo está de acuerdo.
«Más que ser arte se le parece, como toda la moda que se precie», responde Alice Pfeiffer, redactora jefa de moda de la revista francesa Les Inrockuptibles. «Catalogarlo como arte es una forma de dar a sus creaciones un valor añadido o un suplemento de alma. En muchos casos, lo que hace son guiños un poco fáciles al trabajo de otros artistas», apunta Pfeiffer. En especial, a la artista conceptual Barbara Kruger, conocida por sus fotomontajes en blanco y negro con frases superpuestas en tipografía Helvética o Futura. Abloh la ha citado repetidamente como influencia. «La diferencia es que Kruger protestaba contra el consumo masivo, mientras que para el diseñador su motivación es vender. Más que un artista, es un neoliberal con principios artísticos y, desde luego, un gran hombre de negocios», señala Pfeiffer. Inscribir su obra en la continuidad con el legado que dejó Duchamp tampoco le parece demasiado afortunado. «Todo desfile consiste en tomar un objeto y alterar su significado al ponerlo en escena. En ese sentido, no hay nada particularmente nuevo», apostilla, aportando el necesario contrapunto. «En el fondo, me parece solo un argumento para vender camisetas a un precio muy alto».
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